CAPÍTULO 22. CAPITULO FINAL

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Llevaban varios minutos sentadas una junto a la otra sin hablar, pero ambas sabían que era el momento. Rebecca había pedido un día de permiso sin goce de sueldo para poder terminar en paz. Era el dolor más grande que había sentido en la vida., perder a Freen, sobre todo después de hacer el amor con ella... era una completa salvajada. Era un recordatorio de todo lo que perdería con el divorcio, besar a Freen, tocar a Freen, oler a Freen, ser la dueña y la causante de todos sus orgasmos, escucharla hablar de su día, de sus planes a futuro... ese futuro en donde siempre la priorizaba a ella.

—Rebecca —susurró Freen, interrumpiendo sus cavilaciones—. Terminemos ya con esto. Solo quiero que las razones por las cuales nosotras nos vamos a... ¡Dios...! no quiero ni mencionar la estúpida palabra.

— Freen...

—Que las razones por las que te quieres divorciar de mí... sean válidas.

—¿Para qué? —respondió Rebecca con enorme dificultad—. No tiene caso que volvamos a pasar por eso... solo... yo solo quiero... el divorcio.

—Quiero que me lo digas... —insistió Freen mientras se levantaba con frustración— me debes la verdad. ¿Por qué?

—No, Freen —protestó Rebecca, manteniéndose sentada en su lugar—. Ya no quiero hablar de eso. Solo quiero...

—Así no vamos a llegar a ningún lado —respondió Freen con hartazgo—. No me apetece darte el divorcio... vete ya.

—Freen, por favor...

—¡No, Rebecca! ¡Se acabó! —gritó Freen—; si no me dices lo que quiero saber, vete de aquí y olvídate de mi puta firma en el puto acta de divorcio; gastaré todo nuestro dinero en ponerle el pie a cada abogado que me pongas enfrente. Considérate atada a mí de por vida.

Rebecca se retorcía las manos con nerviosismo. Miró a Freen para intentar convencerla... pero conocía a su esposa y solo verla supo que esta vez no cedería.

—¿Qué quieres saber? —preguntó Rebecca después de analizar la situación.

—Primero. ¿Por qué me abandonaste? —respondió Freen después de varios segundos de espera—; dices que no fue por mis padres... aunque cualquiera la vería como una razón válida, créeme. ¿Por qué, Rebecca?

—No podía seguir contigo —murmuró Rebecca con pesar—. No puedo... seguir contigo.

—¿Me odias? —interrumpió Freen con incredulidad— ¿Es eso? Tú me odias en verdad. Después de tu abandono me lo has dicho cada vez, me has repetido que me odias y yo no te creí. Pensé que por lo menos me tenías un poco de cariño... pero tú me odias. ¡Me cago en ti, Rebecca Patricia Armstrong!

—¡No! —respondió Rebecca con el rostro lleno de negación— No te odio. Yo lo intenté... pero jamás pude odiarte —respondió Rebecca con firmeza— Jamás podré. No te odio, Freen.

Freen se acercó a ella y entonces desde su posición la miró a los ojos... llenando a Rebecca de inquietud. La miró un largo rato, donde Rebecca apartaba la mirada y volvía a ella de forma intermitente.

—Te gusto, me deseas —susurró Freen con hambre en la mirada, con esa voz que prometía tantas cosas—... eso lo comprobé hoy mismo. La manera en que me hiciste tuya... eso fue... apoteósico. Aún siento tu lengua...y tu...

—Freen, por favor, para... —interrumpió Rebecca.

—¿Me amaste? — exigió Freen con vehemencia— Por favor... dime que me amaste.

—Todos los días —se apresuró Rebecca con emoción —. Todos y cada uno. Te lo prometo.

Freen la observó detenidamente a los ojos, y de nuevo Rebecca no pudo sostenerle la mirada por mucho tiempo.

MY DULCE PLACERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora