CAPÍTULO 7.- PASTEL AMARGO

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Rebecca se puso la bata y se reportó con Irin para iniciar su rutina diaria, después fue en busca de su mejor amiga.

—Hola, Elaine —saludó Rebecca con dos besos a su compañera de turno y nueva mejor amiga.

—Qué tal, hermosa —respondió Elaine con una sonrisa— ¿Lista para iniciar el día?

—Por desgracia no —dijo Rebecca con un suspiro de frustración— Al parecer tengo que entregar un pedido a la Sarocha esa.

—Escuché que no quiso recibirlo ayer —dijo Elaine— y eso que fue Irin. Esa mujer no tiene respeto por nada ni por nadie. El pobre señor Kanpiang hizo un nuevo pedido para complacerla, y no le gustó el color.

—¿Pues qué color le dieron?

—Rojo

—Pero le gusta el rojo —respondió Rebecca con el ceño fruncido— Tiene un auto rojo. Y las cortinas de su casa son de color rojo. Ah, por si fuera poco. Tiene un cuadro enorme en su sala con motivos rojo pasión. Es una imbécil con aires de grandeza.

—No recordaba que conoces su casa por dentro —comentó Elaine con extrañeza— Es que eso me parece de lo más raro. Te imagino a ti vestida toda de negro con un pasamontañas en la cabeza, deslizándote a hurtadillas por los cuartos de Freen Sarocha.

—He entrado más de una vez —se sinceró Rebecca con una sonrisa malévola—. Siempre necesito desquitarme de algo que me hizo antes.

—No sé por qué me extraña —dijo Elaine con una sonrisa— siempre estás desquitándote. ¿No puedes una vez dejarlo por las buenas? Tal vez así se queda tranquila y no te vuelve a molestar.

—Si la ignoro la cosa se pone peor. Ya lo intenté una vez. No funciona.

—¿De verdad?...

Rebecca asintió con expresión de fastidio.

—Es que esa mujer está loca —dijo Irin.

—Sí.

—Rebecca, que guapa estás hoy, y lista para la batalla —dijo Mhee mientras se acercaba a sus compañeras— Aquí tienes, Rebequita. El pedido del pastel amargo.

Rebecca observó el botiquín del clásico color blanco.

—Este no —respondió Rebecca— Necesito el de color negro.

—Está defectuoso —respondió Mhee— uno de los compartimentos está chueco.

—No me importa —dijo Rebecca con una sonrisa vengativa— Le llevaré el defectuoso y dicho está.

Mhee se encogió de hombros y se fue, no sin antes bailar para sus compañeras con un guiño de ojo.

—Hay, Rebecca. ¿Qué voy a hacer contigo? —dijo Elaine mientras continuaba ordenando el mostrador— Tú y esa mujer no deberían vivir en la misma ciudad. ¿Y se puede saber cómo te las arreglas para entrar a su casa?

—Nam le pidió las llaves de repuesto al hijo de la dueña... le dijo que su mamá mandó por ellas para hacer la limpieza. Y Heng, como es un poco distraído y buena gente, se las dio sin preguntar.

—Anda, pues. Con cómplice y todo la señorita Armstrong. Arrastrando a una pobre niña a sus pleitos.

—¿Qué dices? Si Nam se divierte muchísimo conmigo. Ya vez. Nam es mi aliada. O lo era... cuando vivía cerca de la Sarocha esa —suspiró Rebecca con tristeza— La extraño tanto.

—¿A Sarocha?

—No, tontorrona. Extraño a Nam. A la iceberg sin corazón no la extraño para nada. De hecho estoy esperando sin entusiasmo su próxima trastada... llegará, te lo aseguro.

Mhee volvió con el botiquín en una mano y una franela en la otra, terminando de limpiar el exceso de polvo del botiquín que a simple vista se veía en un pésimo estado.

—¿Estás segura? —sonrió Elaine sin humor— Está peor que todos los demás. Nop se va a molestar mucho contigo. Detesta un mal servicio. Y la Sarocha se va a surrar.

—Es lo que quiero. Hacerla rabiar —respondió Rebecca, mientras Mhee la miraba con gesto inmutable— que me golpee para que así la pueda meter a la cárcel.

—Pégale tú primero —dijo Mhee, mientras colocaba el botiquín ya un poco más decente sobre el mostrador— Y después lo niegas con esa carita de inocencia. Tienes una apariencia tan dulce que todo el mundo te va a creer. En cambio el pastel amargo...

—¿Tú crees, Mhee? —preguntó Rebecca con emoción.

—Claro —dijo Mhee con una sonrisa— ¿Te acuerdas cuando insultaste a ese señor de la alta alcurnia? El innombrable.

—¿Cuál?... ah, ya recuerdo —dijo Elaine— ¿El que pidió que despidieran a una de nuestras compañeras?

—Defendiste a Érika del propio dueño de IMPERIO DE CRISTAL. —dijo Mhee— Kanpiang se asustó muchísimo porque pensó que el innombrable le iba a pedir a nuestro jefe que desocupara el local.

—El innombrable, cómo no recordarlo —dijo Rebecca con un estremecimiento por el recuerdo de ese día, en que había llamado "Gilipollas" al dueño del conjunto de locales exclusivos que el señor Saint y tantos más rentaban por estar en una zona muy comercial.

—Exacto —dijo Mhee— el innombrable te acusó con el mismísimo señor Saint y él no le creyó, incluso aunque tú lo aceptaste.

"Rebecca, no insistas. Estoy seguro de que no fue tu intención"—dijo Mhee, imitando al dueño de Get Well. — "Y si el innombrable nos quiere echar de aquí, pues que lo haga. Tengo los medios, el talento y el personal capacitado para sacar la farmacia adelante, incluso en una zona desértica"

—Es que el Señor Saint es un amor de jefe —dijo Rebecca con una sonrisa— Entonces, ¿Tú crees que puedo? Fingir que ella empezó...

—¡Rebecca, basta! Y Tú no le des ideas —reprendió Elaine— Lo que tenemos que hacer es darle buenos consejos. Y Tú la vas a liar más de lo que está. Ve a tu almacén, anda.

—Yo decía— Respondió Mhee mientras se retiraba con su acostumbrado bailoteo.

—Deséame suerte, Elaine —dijo Rebecca mientras metía la nota de entrega en la bolsa de su bata y tomaba el botiquín.

—Suerte, cariño. Por favor... no caigas en provocaciones.

—No caeré —respondió Rebecca con una sonrisa forzada.

—Rebecca, cariño —la detuvo Irin cuando pasó a su lado— Por favor. No caigas en las provocaciones de Sarocha.

—Todo bien, tú tranquila —dijo Rebecca— No caeré.

—¡Armstrong! —gritó Nop desde la puerta de su oficina.

Rebecca se acercó a la puerta al llamado de su jefe.

—¿Sí?

—No caigas en provocaciones.

—No caeré —dijo y continuó su camino.

—¡No hables con ella más que lo necesario! —gritó el señor Kanpiang.

—¡Lo prometo, jefe! —respondió Rebecca mientras cruzaba los dedos detrás de su espalda... pero a la vista de Elaine, que no le quedó de otra que sonreír con resignación.

—Caerá ¿Verdad? —dijo Irin mientras miraba a su amiga cruzar la puerta de cristal de "Guilty Pleasure".

—Es lo más seguro —respondió Elaine.

—Pero... ¿por qué? Todavía no lo entiendo; Rebecca trata de evitarlo, pero parece que Sarocha encuentra todo su diversión en...

—Nunca lo sabremos —dijo Elaine— es un tema que Becca no quiere tocar.

MY DULCE PLACERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora