Capítulo 10

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Un demonio en peligro.

Milán.

Existen personas a las que les encantaba joder, sobretodo a Larissa a quién llevaba toda el día ignorandole y parecía que no se cansaba, tenía más de veinte llamadas suyas, también tenía llamadas de la latosa de Christina.

Ambas estaban de acuerdo en joder, no entendía que carajos querían y la verdad tampoco me importaba. Ahora lo que menos quería era saber esas dos, sobretodo de Larissa.

Seguía cabreada con ella.

El móvil no para de sonar así que lo tomo y lo apago, lo guardo de nuevo y centro mi atención en Kalum, estoy sentada sobre él ya que se negó a que me sentará a su lado, ambos estábamos claros de que no fue porque él quiso.

Era por el hecho de que yo era quién lo estaba controlando a él, y sabía que siempre sería así, por muy hombre que se las quisiera dar ambos sabíamos que peor que él era yo.

Y si en algún momento llegaba a traicionarme no descansaría hasta verlo sufrir, porque a mi el que me traicionaba o mentía, me las pagaba con sangre y no solo la suya, también con aquellos que eran cercanos. 

Conmigo no se juega porque a mi la verdad es que me vale mierda si te conozco o no, si me tientan destruire tu vida hasta tal punto que no te queden ganas de vivir.

El cosquilleo en mi entrepierna se hace presente cuando siento la dura erección debajo de mi, el que supiera lo que era y no huyera me prendía más, ya que más, una vez Galés dijo que yo siempre sería peor que la bestia.

Cuando estuviésemos cerca no habría nada que nos pudiese separar, más que nosotros mismos. Me remuevo para que sepa que tengo ganas de más y su mano viaja a mi nuca atrayendo mis labios a los suyos.

—Ponte las malditas bragas —atrapa mi labio inferior entre sus dientes—. No vas a andar con el coño al aire.

Ruedo los ojos y rodeo su cuello con mis brazos.

—¿Cuando te va a quedar claro que no voy a hacer lo que me digas?

Gruñe cuando tiro de su cabello.

—No vas a andar con el coño al aire —repite y simplemente sonrío cosa que parece cabrearlo más—. No mientras yo este con vida.

—¿Si?, y dime ¿cuáles me pongo?, porque dejé las que tenía en el bar y te recuerdo que las rompistes.

Mete una de sus manos en el bolsillo de su vaquero, soltando mi labio inferior, lo observo atentamente y suelto una carcajada al ver que tiene unas bragas en su manos totalmente nuevas. 

Con la etiqueta puesta en color negro, y lo peor es que son de mi talla. Me pregunto en que momento las compro, y lo más importante ¿como carajos sabía mi talla?

—Aquí tienes —sonríe victorioso.

—No me las voy a colocar, mucho menos porque tu me lo digas —ahora soy yo quien sonríe—. A menos claro que me des algo a cambio.

Tensa la mandíbula.

—¿Que quieres?, te doy todo lo que se te de la puta gana con tal y te pongas esa malditas bragas.

Bingo.

—¿Todo? —celebro para mis adentros, tomando rápidamente las bragas y como puedo me las coloco, para después volver a acomodarme tal y como estaba antes—. Listo ya me las coloque.

—¿Qué es lo que quieres? —frunce el ceño.

Niego con la cabeza.

—Eso no lo sabrás todavía —estampó mis labios contra los suyos cortando sus alegatos.

Tentando a un Demonio [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora