Nunca digas Nunca

230 21 19
                                    


El crepúsculo se alzaba en el horizonte detrás del edificio de laboratorios concernientes a las materias de Ciencias Naturales, Física y Química. Los estudiantes deambulaban aún en derredor de esta zona concluyendo sus clases y otros asistiendo a otras ya que los turnos eran mixtos. Aunque había otros rebeldes que buscaban ya divertirse en viernes y no asistían a sus deberes escolares. Al final, la universidad se trataba de una mescolanza de estereotipos de jóvenes monstruos con diferentes responsabilidades y ambiciones en diferente grado.

En el caso de Johnny Worthington III, era un estudiante de élite y reconocido en Monsters University ya que era miembro oficial de la fraternidad más cotizada en el campus y era el propio presidente de dicha agrupación estudiantil. Había mantenido la fraternidad en el primer lugar durante tres años consecutivos siendo galardonada con reconocimientos de la Asociación de Casas de Fraternidades y profesores con títulos de maestría y doctorado en su materia. Y más que nada, su principal materia de experiencia a la cual sus hermanos de camaradería y él gozaban de orgullo y volvían atractiva la fraternidad de Roar Omega Roar eran los Sustos, carrera que se especializaba la universidad. Ellos eran los asustadores recatados que todo el complejo estudiantil veneraba. No había nadie que no los admiraba. Habían ganado en todas las "Sustolimpiadas" que se organizaron en cada semestre. No por nada su lema era "somos lo mejor de lo mejor". No cualquier estudiante podía ser admitido a su hermandad sino no contaba con alguna habilidad destacable porque ellos eran chicos monstruo fuertes, feroces, diligentes e ingeniosos que eran obligados a sobresalir en las distintas áreas de ciencias, sociales, política y deportes.

Además de que la mayoría de sus miembros eran apuestos que atraían a infinidad de chicas monstruo literalmente a sus pies. Sin embargo, ellos debían de cuidar sumamente su imagen y no desvivirse ni mucho menos acosar a cualquier jovencita monstruo que les gustara. Solo era permitido el flirteo y si la relación se formalizaba saludablemente, podían tener un noviazgo. Preferentemente para esto, elegían a las estudiantes monstruo que eran pertenecientes a sororidades o en su excepción, alguna estudiante monstruo que demostrara ser apta para ellos ya sea que fuera la mejor en promedio de su clase o las capitanas de algún taller artístico o deportivo. En el caso de Johnny, por muy extraño que le resultara, se estaba aburriendo de salir con cada chica monstruo a su disposición. Había probado los labios de toda la sororidad de Python Nu Kappa que parecían ser el clon de cada una de ellas, aunque eran consideradas las chicas monstruo más guapas de todo el campus universitario. Pensaba que necesitaba darse un tiempo para volver a tener una cita con alguna jovencita monstruo y que experimentara de nuevo esa emoción del amorío.

Por todo eso, también eran tildados de excluistas, etiqueta que a Johnny lo tenía con poco cuidado. Siempre había sido egocéntrico y altivo que no apreciaba ni distinguía a quien sea que no estuviera a la altura de su estatus.

Aunque la perfección era una palabra con el cual el presidente de ROR se caracterizaba no siempre podía cumplir sus propias expectativas como él se jactaba. La materia de Psicología de las Emociones Humanas nunca fue su fuerte por muy increíble que sonara. Ya llegando a su último año en la universidad, aún tenía problemas con esa sosa asignatura como así lo llamaba que le daba dolores de cabeza. Si bien, con muchos esfuerzos lograba pasarla con una calificación aceptable pero que le restaba un poco de puntos a su promedio general. Era su mero "coco" de la escuela que lo tenía fastidiado, sin embargo, nunca lo iba a demostrar ni a su hermandad. Ante los ojos de todos tenía que ser el estudiante de excelencia académica impecable.

Como rutina obligatoria dada su privilegio de su posición dentro de Monsters University, Johnny se encaminaba a la gran biblioteca para recoger unos libros que había solicitado su fraternidad como requisito para enriquecer su propio librero ya que los miembros de ROR preferían estudiar en solitario encerrados en sus recámaras así nadie los distrajera si lo hacían en el recinto bibliotecario como los demás estudiantes. Casi siempre mandaba a Javier o a Chip (ya que eran los más silenciosos) por aquellos libros, pero esta vez como una buena excusa, él se ofreció en hacerlo para aprovechar su vuelta en ese lugar infestado de libros para buscar algún compendio de Psicología del Miedo de los Humanos y discretamente sacarle copias a las páginas que necesitaba para estudiarlas tranquilamente en su habitación especial de la casa de su fraternidad.

Somos los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora