Cuando el Destino me Odió

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Sullivan simplemente no lo podía creer. Era totalmente inverosímil. Iba escupiendo cada injuria que le atravesara por la sesera sin contener la ira que ebullía por dentro.

- ¡Johnny y ROR que se vayan a la mierda!

El chico monstruo azulado agitó sus puños a lo alto de su cabeza teniendo la impulsividad de estamparlos en la primera pared que se le cruzó por el camino. Era la barda de una casa ajena.

- ¡Viejo! ¡Detente! Nos vas a meter en problemas si nos atrapan, es decir, si te cachan haciendo disturbios en la calle. ¿Quieres que tu papá tenga otra queja de ti?

Por suerte, Yeti detuvo el golpe explosivo de Sullivan justo a tiempo que únicamente él se quedó conjeturando en las palabras que acababa de escuchar de su amigo.

- Reconoce que la regaste al meterte con un pequeño monstruo y, por ende, ROR tuvo que expulsarte. Por mucho que les tengas rencor, la culpa fue tuya.

- Maldita sea - escupió a un lado y se soltó del agarre de las garras de lana blanca ensortijada de Yeti.

- Mejor vamos a comprar algo de comer que ya se hace tarde y no quiero esperar a mi madre que regrese del trabajo para que nos cocine algo.

- Deberías ya aprender a cocinar si te la vas a pasar en casa todo el tiempo - Sullivan miró a su amigo lanudo ya más calmado.

- ¿De qué hablas? Aunque no asista presencialmente a una universidad como tú, yo estoy estudiando y trabajando por línea. En pocas palabras, no tengo tiempo de preparar comida.

- Como tú digas.

El chico monstruo peludo se encogió de hombros y siguió adelante su camino dejando unos pasos atrás a su amigo. Giraron en un recoveco donde había una tienda de conveniencia a donde entraron. Fueron directamente a los refrigeradores para buscar comida que, aunque no fuera sustanciosa pudiera aquietar su hambre. Unos burritos de carne verde con frijoles rojos, baguettes de jamón de cerdo de pantano, unas galletas de chocolate con baba de caracol y un refresco grande de fruto de hiedra venenosa fue lo que acarrearon para comprar.

Al momento de dirigirse al cajero para pagar, Yeti dio un respingo repentino aludiendo de que se le había olvidado agarrar otro producto para comprar así que dejó solo a Sullivan que decidió sacar su celular y abrir el juego de "Candy Crush" en lo que su amigo volviera. Había ganado una ronda del videojuego que tan empedernido estaba que alzo los brazos para celebrarlo que no midió su espacio al hacerlo y tiró unas cosas que llevaba un chico monstruo en manos que se había acercado al cajero.

- Rayos. Oh lo siento...

Pero no fue mucho su vergüenza cuando advirtió la presencia indeseada del chico monstruo de cabellera verde limón con cuernitos y que solo dejaba ver un gran ojo jade que se descomponía en coraje.

- Sullivan. ¿Qué haces tú aquí? - señaló furioso.

- Que te importa enano.

El monstruo de pelaje azulado en sus garras abrió ligeramente su boca enseñando sus colmillos como si estuviera gruñendo. Le brotó unas ganas de golpear al de menor estatura y entonces no dudo en aproximarse a él. ¡Por su culpa, se encontraba en esta estúpida situación! ¡Por su culpa, ROR lo había rotundamente expulsado de su fraternidad!

- Pequeño Mike, que sorpresa encontrarte por aquí.

Las palabras alborozadas de Yeti detuvieron a Sullivan a punto de propinarle un puño hacia el rostro igual de furibundo del monstruo bajito. Pero aun así ninguno de los dos dejó de fulminarse con la mirada.

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