¡Qué ricas banderillas!

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Era la tercera vez que Sullivan se daba su vuelta a los baños del primer piso y aún seguía ocupado por Squishy que al parecer tenía un intenso problema con su estómago porque ya llevaba como una hora adentro y es que recordando que la cena de la noche anterior no fue suficiente para el chico bombón multiojos (como lo llamaba el monstruo peludo) encargo cinco pizzas grandes de dudosa procedencia para todos y se zambullo una casi él solo. Por suerte, Sullivan no había tenido consecuencias de chorrillo. Pero por otra parte, también permanecía ocupado el baño de la planta baja por Art, aunque en este caso no sabía si era por el mismo problema o es que el hippie rastudo (como él también lo apodaba) se había quedado dormido sentado en la taza del baño porque en la madrugada así lo había encontrado Mike donde este lo había despertado para quejarse de ese asunto y por su culpa había tardado en conciliar de nuevo el sueño, ¿para qué quiso desahogar su molestia con él si estaba el otro baño libre?

Sin aguantar más y sin importarle el hecho de que vestía su pijama de camisa y pantalón de franjas azules y blancos, el chico monstruo azulado salió apresuradamente de la cabaña y corrió como alma que lleva el chamuco hacia el bosque. Si no iba a poder descargar sus necesidades en el lugar designado a eso, lo iba hacer a la antigua, aunque tenía que hacerlo lo más lejos posible del campamento para que nadie se diera cuenta de sus cochinadas.

No sabía cuanta distancia se había alejado de su campamento que en ese momento no le preocupaba el cómo le iba hacer para regresar. Esquivando árboles y brincando raíces y piedras con frenesí salió a un claro donde por fortuna atisbo unas cabinas azules que repentinamente las identifico como sanitarios portátiles. Se alegro de alivio y sin pensarlo dos ves, se metió a uno de ellos. No tardo más de cinco minutos cuando egreso del baño móvil y reparo en el paisaje que tenía delante de él: distintas casas de campaña que se alzaban a unos metros de su posición.

Una de esas casas de campaña que tenía un volumen amplio y alto de repente se agitó en la puerta de entrada y escuchó como bajaban el cierre. De este emergió un chico monstruo que inmediatamente identificó.

— ¿Yeti?

El mencionado enseguida voltio a ver a Sullivan que lo miraba incrédulo.

— ¿Sulley? Oh que sorpresa mi amigo.

El chico lanudo se colocó de pie para emprender su camino hacia el chico peludo que ahora lo observaba de arriba hacia abajo.

— No me digas que perteneces a esa comunidad de niños exploradores.

— Te equivocas. Soy parte de los boy scouts.

En definitiva, Yeti ataviaba una indumentaria compuesta por una camisola color beige con dos bolsas a la altura del pecho y otros dos a los costados de su cintura y unas bermudas del mismo color. Un paliacate amarillo se amarraba en su cuello. Unos calcetines azules largos hasta sus rodillas lo hacían parecer como un niñote colegial además que usaba un sombrero scout cuatro bollos. Lo más interesante era la bandana verde ancha que cruzaba su torso hasta su hombro izquierdo donde estaba repleta de insignias coloridas. Toda su figura le daba un aspecto inevitablemente cómico.

— Específicamente soy jefe de manada de lobatos. Los niños les gustan jugar conmigo — Yeti sonreía orgulloso y feliz sin darse cuenta de la mueca escéptica a punto de rayar de mofa que le dedicaba el monstruo azulado.

— Más bien a ti te gusta jugar con ellos — Sullivan no pudo evitar comentarlo dejando escapar una risilla burlesca. Tardó unos segundos en controlarse para después hablar tranquilo. — No sabía que pertenecías a esos grupos de superación personal.

— Soy multifacético mi amigo y no son de superación personal sino de fomentación de fortalezas y habilidades para la vida — el monstruo lanudo pronunció con enorgullecimiento encarecido. — Y, por cierto, ¿qué te trae por aquí? — ahora Yeti inquirió curioso a la aparición inesperada de su vecino. — No me digas que fuiste a una pijamada a la mitad del bosque — señaló la vestimenta que traía el otro monstruo azulado que enseguida reparo en ese detalle vergonzoso.

Somos los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora