No quería saberlo...bueno, tal vez si

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Una supuesta indignación no se hizo esperar más cuando Johnny escuchó la declaración de los acontecimientos que Javier le platicó.

— ¿Una carta? ¿Y qué dice esa carta? — el presidente de ROR inquirió alzando la voz hacia su camarada chico insecto que descolocó ligeramente su rostro en una extrañeza como si desconociera a su propio líder.

— Ignoró eso. ¿Por qué la pregunta? — Javier se atrevió a cuestionar a su líder que ahora se cruzaba de brazos y agarraba su barbilla con una mano-garra con la vista perdida como si estuviera fraguando algo en su cabeza.

— Te tengo una nueva misión — viró hacia su compañero bicho en un visaje socarrón. — Tráeme esa carta.

— Pero Johnny, son cosas personales de Randall, no podemos violar eso por política de la fraternidad— adujo Javier mostrándose aún escéptico de lo que estaba escuchando.

— Al menos que la ocasión lo amerite y esa decisión únicamente lo toma el presidente de acuerdo con la política de la fraternidad, ¿o no Javier? — rebatió Johnny en un tono de voz desafiante a Javier que exhalo un hálito de resignación.

— Estás en lo correcto, aunque no se me hace ético.

— Todos aquí somos hermanos y debemos cuidarnos unos de los otros. ¿Qué tal si ese amiguito de Randall resulta ser una mala influencia para él?

— Pero yo no creo que sean amigos, yo vi cómo se dieron un beso...

— ¡Y por eso hay que proteger a Randall! — terció Johnny con coraje y bramando donde mostró unos pares premolares inferiores largos y puntiagudos de su dentadura reluciente y pulcra queriendo refutar rotundamente ese pormenor inadmisible.

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Sullivan había regresado anoche a su casa después de una larga semana donde se había hospedado en la casa de su amigo Yeti o propiamente en su recámara. Le dio gusto que la madre de su amigo borregón no tuviera objeción al respecto o quizás era porque ya estaba acostumbrada que su hijo vago y amiguero invitara a quién sea a la casa. Sin embargo, esa noche le había costado trabajo conciliar el sueño y siendo sincero, le había ocurrido desde la noche del sábado. Se había despertado en la mañana del lunes con una somnolencia pesada que estuvo a punto de desertar en acudir a la escuela si no fuera porque su papá lo tiró literalmente de la cama para que desayunaran juntos ya que no se habían visto en tanto tiempo.

— Sulley, come esos huevos de anfibio gigante porque ya sabes que cuando se enfrían saben horrible — se quejó Bill Sullivan que era muy parecido a su hijo con la diferencia que era un poco más alto y con el par de los cuernos más anchos y largos, pero a diferencia de su cabello, este lo tenía de color amarillo con motas naranjas, así como una fina barba de campana que acentuaba más su edad madura.

La verdad era que Sullivan no tenía apetito alguno y solo bostezaba en su asiento y jugaba con el tenedor tratando de picar algo de su desayuno. Empero, tampoco era que despreciaba el esforzado alimento que le preparo su papá porque por una parte se había sentido culpable que lo hubiera engañado por toda una semana. Pellizco un poco de sus huevos para llevárselo a la boca notando el sabor delicioso de estos que lo alentó más a devorárselo.

— Ya me voy papá, gracias por el desayuno — Sullivan se levantó de su silla y agarró su mochila azul con la insignia en una bolsa de enfrente de Monsters University para colgársela al hombro derecho.

— Sulley — llamó su padre y le enseñó un vaso grande de vidrio con un brebaje verdoso en su interior. — No olvides tomarte tu mega ultra hiper super jugo de cítricos y hierbas energéticas que papi te hizo —le guiño un ojo con genialidad.

Somos los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora