Creo que me gustan los Chicos

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La semana avanzó tan armoniosamente para Mike y Randall que trajo consigo momentos que compartieron juntos como si ya se hubieron conocido desde hace mucho. Iban a comer juntos, se sentaban siempre de hombro a hombro en cada salón de clases que se les asignaba una materia, en los recesos eran los únicos que se acompañaban y platicaban de cualquier trivialidad tan agradablemente que verdaderamente el día se les iba en un pestañeo, además que luego realizaban paseos nocturnos por los alrededores del campus universitario para despejarse de las tareas engorrosas aunque realmente era una excusa para conocerse más ya que los dos peculiarmente se distinguían por ser unos "nerds" tanto que ya algunos estudiantes los habían apodado como el "dueto de monstruitos ñoños".

En el caso de Randall, se trataba de una experiencia cabalmente afortunada por tener a Mike como amigo. Había florecido en él una confianza absoluta que jamás había tenido con otro chico monstruo. Si bien, siempre había anhelado tener una amistad sincera con lo cual pudiera sentirse él mismo. Mike le daba mucha libertad para expresar sus emociones por muy reprimido que se encontrara, lo escuchaba y le tenía una paciencia excepcional que a veces Randall se preguntaba si lo hacía por educación, pero después desechaba la idea cuando su amigo lo abrazaba amistosamente por los hombros animándolo por contarle más de sus preocupaciones del día. Curioso era que Mike se alzaba de puntitas para alcanzarlo, aunque la reacción inconsciente del chico lagarto era agacharse un poco tanto para que no se esforzara tanto al hacerlo que a la vez le empezaba a gustar ese contacto tan cercano.

El fin de semana llegó sin esperarlo mucho, sin embargo, debido a su empedernida dedicación al estudio, nunca le habían puesto atención a limpiar y ordenar su habitación así que decidieron que ese sábado se encargarían de esa labor doméstica antes de distraerse con algún entretenimiento soso o repasar lo visto en las clases de la semana.

Primero comenzaron a barrer toda la recámara incluyendo el cuarto de aseo personal y cada uno dispusieron de una escoba en mano. De vez en cuando, Randall daba ojeadas tímidas hacia donde se encontraba Mike que casualmente estaba de espaldas. No sabía la razón, pero no podía apartar su vista de la pequeña figura de su amigo de cabello verde, pensaba en lo bien que lucía con su ropa deportiva gris compuesto por un pantalón y sudadera. "Es lindo", conjeturo distraídamente a la vez que reparo en aquello alertándose un poco porque al final Mike era un chico y los chicos no podían decirse entre ellos que "eran lindos" a pesar que su amigo le había confesado que tenía unos ojos muy bonitos. Ante este pensamiento, sus mejillas se prendieron de un arrebol intenso que justamente en ese momento el pequeño viró hacia él y desde luego lo notó.

— Randy, creo que te estas esforzando demasiado. Mírate que tan acalorado estás — adujo Mike colocando una cara de preocupación falsa.

Por fortuna para Randall, su amigo era despistado que nunca pensaría con malicia el estado emocional en el que se encontraba.

— T-tienes razón. Mejor me doy una ducha para refrescarme.

— De acuerdo Randy, después de ti sigo yo.

Mike le guiño el ojo visible amigablemente que a Randall lo enervó más únicamente asintiendo y dirigiéndose apremiante al cuarto del baño para enseguida encerrarse. Apoyó lánguidamente su espalda contra la puerta y exhaló un suspiro de alivio. Inopinado, Randall cayó en cuenta que no tenía tiempo para relajarse porque su mejor amigo lo estaría esperando para también bañarse.

Sin más preámbulos, se despojó de sus prendas y sus anteojos fucsias para meterse a la regadera. Abrió el grifo de agua caliente y entró en la lluvia de gotitas cálidas para que mojara todo su cuerpo desnudo. "Mike", cavilo en como el monstruito verde le había coqueteado con su ojo si a eso se le llamaba coqueteo, anexando en como la primera vez que se conocieron le había tomado de la mano (acción que ya no se volvió a repetir) y como siempre andaban juntos. Pensaba en como se le acomodaba el fleco verde que tapaba su ojo izquierdo, en la forma de mirarlo con su único visible ojo color jade tan cándido, su gran sonrisa jovial que mostraba su paladar y lengua verde y su innegablemente personalidad ferviente que lo contagiaba de energía positiva. Todos esos discurrimientos se le hacían extraños, pero eran inevitables que se mudaran de su mente. Finalizó su ducha sintiéndose más despejado de todas sus tribulaciones como aguijones clavados en su cerebro. Asió la toalla del estante por encima del excusado y comenzó a secarse teniendo dificultades en el área de su larga cola en punta. Siempre había tenido esa incomodidad y se maldecía por ser un monstruo de especie lagarto. Aún así se las arregló para amarrarse la toalla por la cintura dejando muy apretada su extremidad larguirucha haciéndole parecer que era muy "pompudo".

Al momento de salir de la regadera, Randall se dio cuenta que no había traído su cambio de ropa por la premura en desaparecer de la vista de Mike. Entonces, agarró su camisa blanca para colocársela sobre su dorso en lo que egresaba del cuarto de aseo. Tomó sus lentes redondos y se los puso y así abrió la puerta con tranquilidad, sin embargo, el panorama que se le presento frente a sus narices fue sin duda la gota que derramó el vaso de sus nervios sensibles: Mike se postraba acostado boca abajo leyendo un libro parcialmente desnudo si no fuera por la corta toalla que tapaba su intimidad y su pequeño trasero.

Sin poder evitarlo, Randall se quedó parado en su lugar sin pensar que hacer. Esa imagen de su amigo lo había enajenado por completo que toda su piel se erizo de sensaciones cosquilludas especialmente en la parte baja de su estómago.

Por su parte, Mike continuaba ensimismado en su lectura que no notó la presencia de Randall frente a él si no fuera porque se había estirado para jalar su suéter de la silla del escritorio para taparse del frio que comenzaba a calarle. Vio a su amigo lagarto de pie sin decir nada.

— Oh Randy, ¿desde cuándo saliste del baño?

Mike se levantó de la cama y se aproximo a Randall para observarlo curioso de su reacción pasmada. Una sonrisa taimada dibujo en su rostro sin dejar tener rastro de malicia, pero si el afán de molestar al chico lagarto.

— No me digas que nunca has visto a otro chico semidesnudo, ¿eh?

El chico monstruo verde acortó más la distancia entre los dos como para escudriñar la faz apocada de Randall y alzó su mano verde a la altura de su rostro moviéndola de un lado a otro.

— Tierra llamando a Randy, ¿me escuchas?

De un respingo Randall despabiló de su ensoñación dando unos pasos hacia atrás con torpeza y tropezando con un zapato desperdigado en el suelo agarrándose del brazo de Mike de forma inconsciente y así los dos cayeron juntos de sopetón al piso. Randall permanecía totalmente desplomado boca arriba mientras que Mike se encontraba arriba de él con las manos apoyadas a los costados de su amigo lagarto. Los dos se miraban fijamente sin voltear a ver a otra parte, sus carrillos se tintaron de un rubor carmesí bochornoso. Sus labios se encontraban ligeramente abiertos y demasiado cerca el uno con el otro. Por instinto, ahora sus ocelos jade y verde lima se concentraron en esos pétalos rosados por boca. La tensión se sentía tan placentera que sin darse cuenta se iban acercando más sus bocas. ¡Toc toc!

Sonidos de golpecitos a la ventana de su habitación los despertó de su encuentro íntimo y Mike se separó bruscamente de Randall para ir directamente hacia su ventana y asomarse con la intención de cachar a quien los estaba molestando, pero no atisbo a nadie. Suspiró de coraje porque no era la primera vez que hacían eso.

— Desgraciados. Voy a bañarme.

Sin más detenimientos, Mike se metió al cuarto de aseo personal encerrándose tras de sí y olvidándose de Randall que aún se encontraba recostado en el suelo como si estuviera en un trance maravilloso tanto que ignoró el dolor de su cola aplastada por su cuerpo.

Al día siguiente, el domingo había sido un día trivial y colmado de una tensión vergonzosa más porque Mike y Randall se echaban miradas tímidas y ninguno de los dos se atrevían a platicar de lo ocurrido el día anterior. Aquello se había convertido en una situación rara para los dos que difícilmente podían volver a convivir como antes. Sin embargo, esa noche, a Randall le daba vueltas su cabeza pensando en lo acontecido y en esos pocos y efímeros contactos que había tenido con su mejor amigo. Dejando de lo extraño que solía parecer, se dio cuenta que para nada lo incomodaban, al contrario, le gustaban y mucho. Era curioso pero tal cercanía tan íntima entre los dos le había despejado su mente de escrúpulos que antes concebía hasta por fin reparar en una conclusión realista: le gustaba Mike. Y no como puro amigo sino como algo más romántico. Era cierto que eran chicos, pero él amaba la compañía sincera que le ofrecía Mike y que jamás había experimentado con otro chico o chica monstruo. Y eso era indiscutible.   

Somos los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora