Mi casi Cita

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No lo podía creer. Ya eran las 2:50 de la tarde y apenas le faltaba un buen tramo para llegar a la colosal plaza comercial Monstrupol. Entre que se decidía que ponerse... calmaba sus nervios..., si tenía hambre o no para comer algo ligero ... calmaba sus nervios, si era buena idea llevarle un presente a su añorado amigo y entre tanto... calmaba sus nervios, al final se le hizo tarde.

El día sabatino era arrasado por una calurosa ola de calor que le hacía más dificultoso al correr con prisa después de apear el tren del metro que lo dejaba a unos bastantes metros alejado de Monstrupol y es que podría llegar más rápido por el autobús, pero justo ese día había un tráfico bestial que lo retardaría más de lo esperado. Maldijo no haberse cargado con su perfume favorito (que era el único que tenía) olor a manzana verde ácida por el exceso de sudor que comenzaba a rezumar por su frente, cuello y... axilas. ¡Guácala!

Aun así, Mike se toqueteaba de vez en cuando su bolsillo derecho de sus bermudas beiges largas palpando el sobre verde pistache rectangular que contenía la carta que recitaba unas palabras de suma importancia que deseaba profesarle a Randall. Por así decirlo, su corazón se lo había dictado y sin embargo, sabía que no era capaz de pronunciarlas abiertamente por sus estúpidos nervios que no dejaban de acribillarlo desde que despertó esa mañana.

3:10 de la tarde. ¡Oh no! Por trotar acelerado casi choca con las bolsas de supermercado que una señora llevaba cargando en sus brazos. Empero, si logró tirarle un paquete de rollos de papel higiénico que por vergüenza y culpa regresó rápido a recogerlo y a entregárselo recibiendo un medio reproche de la mujer de cuarta edad. 3:15 de la tarde. ¡Por los asustadores! Subió ágilmente las escalinatas que llevaban a las amplias puertas deslizantes de la plaza comercial que se abrieron automáticamente permitiéndole pasar y encarrarse con más velocidad hacia el punto de encuentro. En su carrera se topó con un espejo largo que, por instinto, Mike se detuvo a ver su reflejo en ella. Su camisa de mangas cortas de cuadros blancos y verdes limón se mantenía intacta de cualquier mancha de transpiración. ¡Qué suerte! Pero su cabello estaba hecho una maraña que rápidamente se peinó con sus manitas verdes y acomodándose lo que más pudo su fleco largo que tapaba su ojo derecho. Estaba casi perfecto, o al menos, lo justamente presentable.

A unos cuantos pasos, Mike pudo divisar la silueta esbelta y de altura promedia de Randall. Su corazón comenzó a rebobinar a una aceleración palpitante y sus pómulos se tiñeron de un arrebol carmesí como si se hubiera maquillado con rubor escandaloso. En serio albergó vacilaciones para acercarse a su amigo lagarto. ¿Qué rayos le estaba ocurriendo? ¿Por qué se sentía tan nervioso? Solo había pasado una semana de no haberlo visto pero era como si verdaderamente lo hubiera extrañado a tal grado de anhelar verlo de nuevo.

Bueno, era cierto una cosa que había aceptado últimamente y que con obvia razón justificaba sus emociones en ese momento. Se armó de cojones y echó andar sus pies enfundados por unas botas marrones de senderismo.

- ¡Randy! - llamó casi con esfuerzo que con soltura.

El chico reptil ladeo su mirada hacia el monstruito verde dejando de prestar atención a un libro que estaba leyendo que ostentaba el título de Only a Monster de Vanessa Len. Estaba recargado en la cerca de fierro de la jardinera infestada por plantas de hojas anchas y en el centro una fuente con figura de un pez de tres cabezas que escupía tres chorros de agua a través de sus tres bocas con dientes puntiagudos. Randall vestía con una camisa azul pastel de manga corta y por encima usaba un chaleco amarillo pastel y en el cuello prendía un moño color lila. Ataviaba unos pantalones cortos del mismo color que su camisa dejando ver sus largas piernas níveas que remataban por un calzado de mocasines color chocolate y unas calcetas blancas largas.

Somos los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora