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Me recosté un poco, aún con Ethan sentando a mi lado y en una cama que no era mía, me tomé el descaro de recostar mi cuerpo.

No tenía fuerzas.

—¿Recuerdas lo que me pediste?—lo miré desde mi lugar—Sobre un recuerdo feliz.

—Me has dicho muchas cosas hoy Auretta—giró su cabeza para mirarme—Descansa un poco y hablaremos mañana.

—No tengo un recuerdo feliz,—solté—No hay nada bueno. Quizás hay uno, pero no puedo encontrarlo.

—Esta bien, Auretta.—su mano fue a mi cabeza y acarició mi cabello—No es tu culpa.

—Pero tuve un sueño que atesoro como si fuera un recuerdo feliz.—

Era frustrante, el hecho de buscar y buscar pero no encontrar nada. No me había dado cuenta de ello hasta ahora. Si el Doctor Ethan no me hubiera pedido recordar, tal vez nunca se me hubiera cruzado por la cabeza pensar que había olvidado todo aproposito.

—¿Quieres contarme?

Asentí.

—Soñé que corría en un lugar lleno de flores,—le conté—no tenía miedo, tampoco dolor y estaba rodeada de personas que amaba. Era feliz.

Lo triste fue despertar. Enfrentarme a la desilución de que no había sido real y que no tenía esa felicidad y mucho menos esa libertad. Fue enojo, y un mar de lágrimas lo que siguió después de ese sueño pero que con fuerzas, lo atrapé en mi mente para no olvidarlo nunca. Una vía de escape y un escondite cálido. Ese sueño fue eso, un escape de mi triste realidad.

—¿Cree que algún día podré recordar algo?—pregunté.

Ethan me escucho atentamente, mientras me miraba sin decir nada. Su mano soloe acariciaba y sus ojos veían a través de mi lo que sea que quisiera encontrar, parecía perdido, como si pensara.

¿Había escuchado lo que le dije?

—¿Doctor Ethan?

—No eres como un ángel, Auretta.

Aquello me descolocó. Me saco de órbita, no entendía porque había salido con eso de la nada y mi ceño se frunció ligeramente.

—¿Qué quiere decir?

—Si tuviera que asociarte con algo,—me dijo—Serías igual de brillante y cálida como el Sol. La energía vital para cualquier persona. Cómo un pequeño solecito.

Por alguna razón, me había avergonzado. Una ligera sonrisa se había formado en mis labios. No era la primera vez que me halagaban, pero era la primera vez que lo sentía tan sincero y sin algo sucio oculto. No había perversidad, y tampoco un deseo oscuro que vinieran con las palabras de Ethan. Solo una honestidad que me hizo estremecer.

¿Ethan me veía así?

¿Brillaba?

—Pero, eres Auretta.—terminó por decir—Simplemente Auretta, un brillo único. Espero que no te apagues.

Su voz era susurrante, como si me estuviera diciendo algo secreto y que nadie más debería escuchar. Me tomaba por sorpresa y me cautivaba, era algo que no podía explicar pero que mi corazón acelerado amó.

—Confía en mi, Auretta.—había tanto de eso en su voz, tata confianza que me hacía querer tomar su mano—Te ayudaré a querer vivir.

Pero no pude responder. No había nada que decir por mi parte, ya le había confesado lo que le había ocultado. Había sido honesta luego de una mentira que quizás, no le importó pero que a mí me pesaba. Simplemente pude sonreírle.

Ayúdame a morir, Ethan Collins ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora