Final

66 12 18
                                    

Ethan.

Lo sentía.

Realmente lo sentía.

—¿Cómo puedes asegurarlo?—me dijo.

Lo sentía pero no podía explicarlo. Mi corazón estaba acelerado y mis manos temblaban a tal punto en dónde no podía controlar mi cuerpo.

Lo sabía, era un sentimiento pero no podía decir que era.

Algo era extraño.

Ajeno a todo.

Unos golpes en la puerta me llevaron hasta ella. Entró sin pedir permiso, en medio de la noche y de la oscuridad que rodeaba la sala, ella se recostó sobre el sofá mirando hacia el techo. Estaba descalza, y lo que parecía ser un pijama descansaba en su cuerpo, protegiéndola del frío. Quise preguntarle, saber que era lo que pasaba, pero su rostro era pacífico y su expresión mostraba tranquilidad. Una sonrisa pequeña adornaba en sus labios y parecía querer ocultarla.

Yo tenía pensado desde un principio ir a verla, de decirle que por fin era libre y que ya no había nada de lo que temer. Asumí su expresión a eso, a la tranquilidad que ahora estaba teniendo.

Auretta, tenía su cabello suelto, está vez, no estaba perfectamente semirecojido. Las hebras de su pelo rubio caían como cascada sobre sus hombros y parte de los almohadones del sofá eran cubiertos por ellos. Estaba un poco despeinada, pero aún así, Auretta no se veía mal.

—Lo sé.—le respondí.

Auretta había dicho que pronto habría una tormenta de nieve, pero el cielo estuvo despejado por la mañana y el cálido sol parecía querer derretir la blancura que cubría todo, así que le dije que eso no pasaría. Llegó a casa diciendo eso, y yo, solo pude responder lo que decía. Hoy era la última noche de invierno.

Era imposible.

El silencio reinó, pero no quise estar en él. Era normal, entre Auretta y yo, aquel silencio que se volvía nuestro más íntimo amigo. No era incómodo y mucho menos tenso, era así, simplemente existía, nos acompañaba y nos dejaba una suave caricia mientras pasaba.

Pero ahora, no quería silencio.

Quería escucharla hablar sobre lo feliz que la hacía lo que acababa de pasar.

No sabía el porqué, pero está visita nocturna, una que no esperaba, me había tomado por sorpresa, y desde que había abierto la puerta y la ví frente a mi, con la oscuridad tragándose todo detrás ella, mis manos comenzaron a temblar, avisando algo que no entendía.

Pero ella estaba aquí, recostada en mi sofá y yo estaba de pie, frente a ella, sin hacer nada.

—Lo siento.—me dijo.

Entonces la ví bien, de verdad, mucho mas allá de lo que estaba viendo ahora, pero aquellas palabras que Auretta susurró despacio, sin despegar los ojos del techo y yo aún de pie frente a ella, sin saber que hacer, solo hicieron que todo se volviera más terrible dentro de mi. La confusión me estaba azotando, gritando en el oído, pero no sabía lo que era eso tampoco. Entonces, cómo podía estar seguro de que era eso lo que sentía.

Había estudiado psicología pero era un agente.

Entiendo un poco, puedo comprender, imitar, pero era difícil sentir. Sé lo que es la confusión, no cómo se siente, pero estaba seguro de que ahora, estaba confundido. Extraño. Completamente extraño.

Creí que estaba disculpadose por llegar a estas horas a un lugar donde no había sido invitada, así que no dije nada, no sobre eso. Me acerqué a ella, solo unos pocos pasos, sin romper la lejanía que ahora mismo había entre ambos.

Ayúdame a morir, Ethan Collins ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora