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Auretta.

Fue en el momento en el cual probé el pastel de chocolate en el cual vino a mi.

Algo que había olvidado.

Algo que oculte y me aferré a no querer recordar. Entonces todas aquellas preguntas que estaban enteras en mi, resurgieron pero porque ahora, estaban siendo respondidas.

Me quedé fría, helada.

Mientras veía a mi alrededor, un ambiente que casi nunca nos abrazaba con amor, algo dentro de mi era completamente roto y extraño. Doloroso. Me estaba quedando sin aire.

Me dolía el pecho.

Y mi corazón estaba tan acelerado que me dolía.

Morir.

Me iba a morir.

Eso era lo que sentía.

Y era algo que anhelaba con todas mis fuerzas, pero no se sentía bien. No me gustaba y tenía miedo. Mis ojos se llenaron de lágrimas y temblé como una niña pequeña.

Miré a mi alrededor.

Quería correr, huir y escapar del encierro que ahora mismo me estaba apresando y doliendo.

Morir.

No.

No podía hacerlo ahora.

No.

Me moví, llamando la atención, pero había una desesperación dentro de mi que no le dió importancia a todas las voces que me llamaron cuando salí corriendo. Mis pasos fueron torpes y mi agitación era tanta que sentía que mi juicio estaba nublado.

Llevé una mano a mi pecho.

No podía respirar.

El frío de la noche me golpeó, y es que no me había tomado el tiempo de agarrar mi abrigo. Mis rodillas golpearon el suelo, la nieve que estaba derritiéndose me empapó.

Respirar.

¿Me estaba muriendo?

Aún no, no podía morir ahora.

Todavía no.

El invierno no acaba.

Un sollozo salió de mis labios y un sudor frío me hizo sentir escalofríos. Estaba hirviendo y no sabía que hacer, no podía ni pensar, pero lo estaba haciendo.

Vulnerable y sola.

Me había alejado sin saberlo de la ayuda.

Fueron unas manos las que me tomaron de los brazos. Una existencia resplandeciente vino a mi. Encontré una calidez que no me había seguido afuera pero que terminó por encontrarme a pesar de mi agitada huída.

Ethan Collins estaba arrodillado frente a mi.

—Me voy a morir.—mi voz salió casi en un grito—C-creo que me estoy muriendo.

Mi mano se apretaba contra mi pecho, su voz decía algo pero no podía escuchar nada. Sus labios se movían y sus ojos me miraban por todas partes. Me sujetaba con firmeza y su entrecejo fruncido me decía que algo lo inquietaba. Mis latidos eran erradicos y era el único sonido que llegaba a mis oídos.

Me moriría.

Iba a morir.

—No puedo respirar, Doctor Ethan.—lloré—Me voy a morir.

¿Por qué estaba tan asustada si era algo que quería tanto?

¿Era por qué me dolía?

Me dolía tanto que me asustaba y aún no quería que fuera hoy. No de estaba manera, aún no había logrado nada.

Ayúdame a morir, Ethan Collins ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora