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Pero no fue mucho lo que caminamos, porque de pronto, todo pareció detenerse.

—Señor Claude.—Ethan se asomó por detrás.

Mi pulso se aceleró y mis sentidos se volvieron más agudos. Era todo tan repentino y rápido que era difícil de sobrellevarlo. Claude se detuvo y miró al hombre.

—¿Señor Collins?—preguntó.

—No esperaba verlo aquí,—le dijo—¿Ha tenido noticias de su sobrina?

—Oh yo...

—Escuché que ha desaparecido una chica.—no lo dejó terminar—¿Estelle?

—Sí.—mintió.

—Creí escucharlo decir que su nombre era Auretta.—me lamente al oírlo decir aquello.

Tenía ganas de tomarlo de los hombros y sacudirlo un poco para que se callara. Mientras más se metiera con Claude, peor saldría todo para él.

—Estelle Auretta.—le dijo.

—Oh, ya veo.—respondió—Lo lamento, espero que logren encontrarla.

—Stanford es pequeño, no creo que esté muy lejos.—su insinuación no fue desapercibida.

—¿Cree que escapó?

—Estelle es un poco rebelde.—soltó.

El silencio reinó un momento, uno en donde un juego de miradas iba y venía entre todos, menos de Ethan y Claude, quienes se observaban con fijeza. Había una chispa entre ambos, una llena de desconfianza y preguntas.

Ethan Collins estaba en su mira.

Y no había nada que hacer pasa sacarlo de allí.

Se había metido en la boca del lobo, pero había sido mi culpa, porque yo lo había llevado hasta ahí y lo había dejado en la entrada. Su que fue su decisión entrar y ver qué era lo que ocultaba, me sentía un poco mal.

Un poco.

Porque mi mal, mis sentimientos llenos de preocupaciones y tristezas estaba repartido en un montón de cosas. Era como si todo se acumulara, se amontonaba en una montaña que me sobrepasaba y amenazaba con aplastarme.

Ethan miró hacia atrás, sin disimulo y nos observó a todos. Su pregunta estaba latente en toda su expresión, y Claude no lo paso por alto. Una sonrisa creció en su boca, pero no fue amable y mucho menos falsa, era como un aviso a lo que estaba por ocurrir. La emoción que generaba en él.

Aunque no creía que estuviera tan emocionado, la vena que solía marcarse en su frente cada vez que se enojaba estaba allí. Marcada. Sus dientes se mostraron, blancos y perfectos. Era fácil engañar con ese rostro.

Era enfermo aceptar ese engaño.

—Solo espero que la gracia de Dios ilumine su camino para traerla de regreso.

Pero era raro, porque no entendía como era que Estelle había logrado escapar. Algo que creía imposible había pasado, como una falsa esperanza que nos golpeó y nos dijo que quizás, también podíamos lograrlo. No me daba buena espina, es más, tenía una mala sensación de eso. Pero Nevan estaba emocionado, como si aquello fuera una verdad que nosotros también podríamos tocar con nuestros propios dedos.

No había nada de ello.

Esto era malo.

Que Estelle logrará irse, era imposible.

Pero el desconcierto de Claude, el aumento en la seguridad de sus hombres y su estado nervioso era un claro ejemplo de todo eso.

—Que así sea.—respondió Ethan.

Ayúdame a morir, Ethan Collins ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora