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Atención: este contenido puede ser sensible para algunas personas y tiene escenas +18 que no son aptas para todo público, leer bajo su propia responsabilidad.


Podia sentir su erección.

Su mano jugaba con mi piel, con el vendaje debajo de mi vestido y su lengua recorría mi cuello. Chupaba mi carne y suspiraba mi olor.

Su mano me apretaba por la cintura, me obligaba a hacerlo. No podía despegar mis ojos de mis amigos. Quería ocultarme, mirar el suelo y hacerme ajena a lo que estaban haciendo, pero no podía.

Placer.

Un placer que ninguno de los dos podía evitar porque no tenían control de ello. Dos manos grandes y tatuadas sujetaban las redondas caderas de Persa, quien era embestida al placer de Nevan. La chica quería ahogar sus gemidos, esconderse, pero no había forma.

Estaban entregados, perdidos en un juicio en dónde no había razón más que el sonido de sus pieles chocando y el sudor que se deslizaba por sus cuerpos. El olor y nuestras existencias eran testigos de lo que estaba pasando en estas cuatro paredes.

Persa intentaba ocultarse, taparse de todos los ojos que estaban fijos en lo que hacían, pero no había forma. Nevan la abrazo como pudo e intentó ocultar sus pechos desnudos con su brazo.

Placer.

Persa lloró y Nevan también. De sus ojos miles de lágrimas cayeron al suelo y se deslizaron por sus mejillas sonrojadas por el calor que tenían ahora. Sus cuerpos temblaban y disfrutaban de la satisfacción que se estaban dando entre ambos.

Placer.

Culpa.

Asco.

Remordimiento.

Miedo.

Deseo.

Les gustaba, y eso era lo que los había sentir así. Odiaban el hecho de tocarse entre ellos, de mirarse y besarse de una forma que no fuera de amigos, y aborrecían que también, hubieran testigos. No les gustaba, pero si carne no podía evitarlo. El placer que ahora mismo estaban sintiendo al ser acariciados entre ellos mismos, era desafortunado.

Otro gemido, pero está vez fue por parte de Nevan. Estaban entregados, pero fue para perderse de lo que estaba pasando. Ponían su consciencia en otra cosa, en lo que ahora sentían. Sus movimientos eran erradicos, casi torpes cuando pareció encontrar un punto de mayor placer.

No es su culpa.

Persa, Nevan, no es culpa de ustedes.

Pero ellos siguieron llorando mientras sufrían al disfrutar. Y es que ninguno tenía el control de nada, era imposible.

Los labios de ambos se juntaron en un beso que no era de amor, pero que mostraba un consuelo que me hizo querer llorar. Me lastimaba, y me hacía sentir impotente.

¿Por qué?

Claude, subió sus manos a mis pechos y los apretó. Me tensé, y es que prefería estar mil veces en las manos de mis amigos que en las de él. Porque, aunque también fuera incómodo y me doliera, era mucho pero ser acariciada por Claude Fox, quien no me trataba con la misma gentileza que Nevan.

Ayúdame a morir, Ethan Collins ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora