La Mejor Noche

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La mejor noche
Jungkook

Eso había sido extraño, no puedo jactarme de haber tenido muchas experiencias sexuales, pero eso último realmente se sintió raro… Pero demasiado bien

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Eso había sido extraño, no puedo jactarme de haber tenido muchas experiencias sexuales, pero eso último realmente se sintió raro… Pero demasiado bien. 

Remojo mis labios observando el delgado, pequeño pero voluptuoso cuerpo de Jimin, mis manos encajaban perfectamente en su diminuta cintura de avispa y la curva de su trasero era del tamaño perfecto, no había tenido la oportunidad de observarla ya que las veces que nos hemos visto lleva pantalones holgados. 

Bajo de la cama admirando su cuerpo perfecto, es hermoso, la piel blanca lechosa, —reluciendo las marcas que he dejado recientemente— como seda suave y nívea. Remojó los labios, aun siento el sabor de su esencia en mi lengua. 

—Deja de cubrirte Jimin. 

Le pido, pero niega. 

Si pudiera verse a traves de mis ojos, lo erotico que se ve tendido sobre mi cama, su cabello colorido esparcido sobre la almohada, sus piernas largas unidas de las rodillas, las manos hechas puño mientras aprieta la colcha, sus ojos cerrados y la cara ladeada dejándome admirar sus clavículas marcadas y los mordiscos que han aparecido en su delicada piel. 

Sonriente, me deshago del short medio húmedo y subo a la cama; no creo que haya algún problema si lo hacemos a pelo. 

—Eres perfecto Jimin. 

Volviendo a subir a la cama abro sus piernas tocando la cara interna de sus muslos solamente con la yema de los dedos, como si fuera la perfecta obra de arte. 

—¡Jungkook! 

Jadea, intentando cerrar las piernas de nuevo. Su frente brilla perlada de sudor, mientras su pecho sube y baja erráticamente. 

Deposito un beso en sus muslos antes de bajar a probar su entrada, es pequeña, rosada y apretada. 

Después de prepararlo subo hasta quedar de frente a su cara. 

Beso sus labios pidiendo abra los ojos. 

—No puedo, estoy muerto de la vergüenza. 

—Entonces no quieres ver esto —tomo su mano alejandola de su rostro para que recorra mis pectorales hasta llegar al tronco de mi pene. 

—¡Oh dios mío! No puedo… no puedo tocarte. 

—Entonces si no puedes tocarme… Tendrás que sentirme. 

Dejo que aleje su mano. 

Maldición no sabe cuanto me prende esta situación, y aunque deseo tomarlo tan mal, debo contenerme. 

Tomando mi pene en un puño lo masajeo un poco, estoy tan duro que podría perforar su tierna piel. 

Me alineo en su entrada inclinando a besarlo y después me adentro tan lento que lo hago gemir de placer. Sus pequeñas manitas arañan mi espalda y los suaves jadeos son melodía en mis oídos. 

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