057. Eres mía, mariposa

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057

Eres mía, mariposa

Siento la electricidad subir por mi espina dorsal desde la base de la espalda hasta la nuca, haciéndome estremecer como un pequeño animalito asustado. Nicholas, que aún tiene sus manos a los lados de mis muslos y su cabeza entremedio de mis piernas, me regala una sonrisa felina de lado. Sus ojos mieles resplandecen con burla y entusiasmo al sentir mi estremecimiento.

—Cualquiera podría entrar y vernos — susurro.

Nicholas ladea su cabeza hacia la entrada de la librería, la cual apenas puede verse desde donde estamos nosotros, a unos diez metros de distancia. La librería no es pequeña, por lo que debe tener al menos 6 estantes de madera de dos metros de largo y ancho atravesando la sala, cada uno acomodado para atravesar la sala de manera paralela a la entrada, dejando solo un pequeño pasillo en el extremo izquierdo para recorrer cada pasillo que crean los estantes.

Nosotros estamos en el último pasillo, que está acomodado con algunos sillones de cuero y pequeñas mesitas de madera al lado de cada sillón, para acomodar libros. Está hecho para que las personas puedan sentarse y leer con tranquilidad. Le pregunté alguna vez a Nick si tenía sentido que la gente leyera los libros, cuando la idea era que los compraran. Él respondió que a su tío le parecía buena idea que las personas leyeran un poco los libros, porque eso ayudaba a que se decidieran si comprarlos o no.

Desde donde estamos, a través de las hileras de libros, puedo ver la pequeña puerta de madera con una ventanilla de vidrio en la parte superior que deja ver la calle, casi vacía a esta hora del día, dado que está a punto de anochecer. Vuelvo a mirar a Nick, que me mira sin miedo, todavía sonriendo.

—No creo que alguien pueda verme arrodillado entre tus piernas desde la calle.

Me sonrojo.

—No, pero podrían ver mi cara y pensar ¿qué rayos le pasa? ¿está teniendo un ataque?

—Mmmmh, bueno...

Nick besa la parte interior de mi muslo derecho y luego lame la misma porción de piel. Me muerdo el labio intentando no hacer ruido y entierro mis uñas en las palmas de mis manos.

—Entonces tendrás que mantenerte callada e indiferente — susurra con voz ronca.

—Eso es imposible.

Sube su cabeza y me mira divertido, levantando una ceja.

—Oh, sé que soy bueno ¿pero tan bueno?

Le doy una pequeña patada en las costillas.

—No es una buena idea, Nick.

Me mira unos segundos antes de responder.

—Ya lo sabes, mariposa. No me detendré solo porque me digas que es una mala idea.— Usa sus anchos hombros para abrir más mis piernas y me agarra por debajo de mis muslos para tirar de mi más cerca de su rostro. Me besa por encima de mis bragas, presionando levemente mi punto más necesitado —. No me detendré — repite— a no ser que no quieras. Dime "no" y me apartaré.

Levanta su mirada y espera mi respuesta.

Me quedo en silencio.

Dios, qué fácil es rendirme ante él.

Sus ojos se oscurecen levemente ante mi silencio y puedo ver una pequeña sonrisa naciendo de sus labios.

—No aceptaré el silencio como respuesta, mariposa. ¿Es eso un no?

Enséñame a besar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora