ATENCIÓN: Capítulo narrado por Nick. Es bastante corto, pero es algo que quería agregar desde su perspectiva.
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046.
Responsables.
Durante mucho tiempo, desde que me di cuenta de mis sentimientos, verla era una tortura. Leila era mi tortura personal.
Y me encantaba torturarme.
Sin embargo, no era fácil mantener la fachada de mis sentimientos a medida que pasaban los años. Ver a Lucas cambiar poco a poco la mirada que le dirigía, la forma en que le hablaba y la manera en que de pronto sus toques comenzaron a durar demasiado tiempo... todo eso me volvía loco. Pero hacer algo al respecto podía arruinarlo todo, nuestra amistad y nuestro cariño.
Por supuesto, no siempre podía mantener toda mi actuación. A veces no podía controlarme y explotaba de la peor forma, como lo hice aquella vez en su cumpleaños cuando vi el poema que Leila le había escrito a él. Un poema sobre sus sentimientos. Sentimiento que tenía sobre Lucas. No sobre mí.
Dolió jodidamente mal.
Estaba tan celoso que actué como un niño mimado. Me arrepentí casi de inmediato después de que pasara. No podía culparla a ella por no quererme como yo la quería. No podía obligarla a tener sentimientos por mí. Era lógico que estuviera enamorada de Lucas, porque él siempre la trató bien, con suavidad, como si fuese de porcelana y como si fuese una princesa.
El problema es que para mí Leila no era una cosa frágil y delicada que necesitara de mi cuidado. Lo que me gustaba de ella era exactamente lo contrario. Que no necesitaba de mi protección. Que no era cobarde, ni se dejaba influenciar por nadie. Ella era su propia persona.
Por eso, cuando me di cuenta de que ella nunca me querría como yo la quería a ella, decidí renunciar. Al menos, si no podía olvidarme de ella, tenía que hacer algo al respecto.
Debo decir que mis acciones posteriores a ese cumpleaños no fueron las más inteligentes. Ni tampoco las más responsables. Y por eso mismo hoy pago todas las consecuencias.
Megan llegó justo a tiempo para que yo pudiera decidir qué hacer sobre mis sentimientos por Leila. Y lo que escogí fue avanzar, por el bien de nuestra amistad.
Habíamos salido unas cuantas veces antes. Ella me había invitado a salir y, honestamente, no eran malas citas ni tampoco aburridas. Megan era divertida y coqueta, me gustaba que se interesara por mí, que no tuviese que pelear por su atención. Mis razones eran egoístas. Estuve mal.
Así que cuando ella me preguntó si me gustaba, justo después del desastre que había ocurrido con Leila, le dije que sí. Le dije que me gustaba y que comenzáramos a salir.
Fui estúpido e irresponsable con ella. Lo sé.
El problema es que luego la conocí de verdad y realmente comencé a preocuparme por ella, por su familia y por sus problemas. Leila dejó de ocupar el puesto principal en mi preocupaciones y decidí que tenía que ser un buen novio, porque Megan no merecía menos.
Sin embargo, no fui un buen novio.
Comenzaba a compararla con Leila, sobre lo que hablaba, lo que vestía, cómo olía, todo de alguna forma lo ligaba a otra persona que ni siquiera se giraba a mirarme un segundo más del necesario. Incluso al follar mi cabeza comenzaba a fantasear. De pronto, los ojos azulados de Megan se veían verdes y brillantes, su voz se volvía un poco más grave y sedosa, sus labios eran de una forma distinta, con el labio inferior un poco más grueso y rosado.
Me convertí en un ser despreciable.
Y luego, para ganarme mi ticket definitivo al infierno, me aproveché de una oportunidad irrepetible. Leila había sido humillada y yo me aproveché de eso.
O eso pensaba en un principio, hasta que ella me pidió clases. Clases que realmente nadie necesita. Era una estupidez. Por supuesto que no besaba mal, Jackson era un jodido perro por haberle hecho sentirse insegura. Pero tomé esa oportunidad y vertí todos mis más profundos e incorrectos deseos en cada momento que tuve.
Dejar que ella me tocara y me besara era un tortura, tenía que mantener mi actuación todo el tiempo, como si con cada roce de sus labios no estuviese quebrándome por dentro. Como si ella no fuese la tentación más incorrecta para mí en ese momento.
La verdad era que no podía parar.
Era tóxico y adictivo, escaparme de mi habitación en la noche y deslizarme en su cama para amoldarme a su cuerpo, para sentir su calor y suavidad, incluso su olor parecía incorporarse en mi camisa y mis manos.
Cuando estábamos juntos confirmaba todas las teorías que alguna vez tuve, realmente éramos perfectos el uno para el otro. Nos compatibilizábamos tan bien. Yo respondía a ella y ella respondía a mí, como si leyéramos nuestras mentes con facilidad.
Luego, en el día, tenía que volver a actuar y dejar de pensar en ella. Tenía que volver a ser un monstruo y actuar con Megan. Y me merecía lo peor, porque nada de lo que estaba haciendo tenía justificación alguna. Nada de lo que hacía estaba bien. No importaba siquiera si me sentía culpable, porque no me merecía sentirme culpable.
Tenía que cortar con ella.
Incluso ya había decidido hacerlo aunque Leila me rechazara de nuevo. No podía seguir siendo este monstruo irresponsable. Y Megan no se lo merecía.
La besé un domingo y el lunes ya estaba decidiendo cómo terminar con Megan, cómo hacerla odiarme y que no quisiera estar conmigo. Quería que ella no sufriera por mí, que pensara que terminar conmigo era un alivio.
Pero las personas no funcionan como nosotros queremos.
Y simplemente ninguno de mis planes ha funcionado nunca.
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Enséñame a besar ©
Novela JuvenilLeila está emocionada por tener su primera cita, sobre todo si su primera cita es con Jackson Harper, el chico por el que todas, y probablemente algunos todos, babean en la escuela. Pero, cuando la cita está a punto de terminar y por fin se besan...