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Hablé con mamá esa misma noche. Le expliqué en qué consistía el club, dónde estaba y le mostré los papeles que Mike me había dado. Los revisó con una ojeada rápida, debido al cansancio, y luego me miró con aquellos ojos agotados de tanto trabajo.

-¿Y cuándo fue que hiciste todo esto sin preguntarme?- me esperaba aquella replica.

-Hace un par de días me lo encontré mientras caminaba, luego de...- no quería terminar la oración. No quería rememorar el momento.

-Sí, haber discutido.

-Fue ayer cuando entré y hablé con el coordinador. Todos parecen ser amables allí. Me dieron una cálida bienvenida- con una excepción o dos-. Sé que me sentiría muy a gusto allí, ma.

Me sonrió con el ceño fruncido, dando a entender que lo estaba pensando. Por dentro sabía que accedería, y así lo hizo. Hubiese sido irónico que no lo hiciera; no era muy costoso y ella anhelaba el día en el que decidiera hacer algo fuera de casa.

En el club podría poner en marcha mi sueño y desarrollar mis habilidades como costurera. Conocería nuevas personas y con suerte haría nuevos amigos con los que podría salir. No puedo expresar lo emocionada que estaba por empezar al día siguiente.

Me fui a dormir temprano esa noche. El club estaba abierto desde las 12:00 hasta las 22:00. No quería levantarme tarde y atrasarme el primer día, así que me puse la alarma a las 8:30.

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El sol había salido ese día, algo que me motivó aún más. Me vestí, preparé mis auriculares y salí en mi bici escuchando Abba. Calculé con anticipación salir a las 11:50 para llegar a las 12:00 en punto y no desperdiciar ni un minuto.

En camino al club me topé con una calle cortada en la que no podía circular. Me subí a la vereda entonces, esquivando a las personas, y giré mi cabeza hacia el coche de policía estacionado a la derecha. Divisé entonces a un hombre tirado boca arriba y a su moto al lado. No podía ver si aún respiraba, pero entendí que no cuando una oficial se acercó a taparlo con una manta. Pronto comenzaron a sonar las sirenas de la siempre puntual ambulancia.

Yo seguía distraída mirando la escena, cuando de pronto un brazo se cruzó por delante mío, haciendo que frene sin remedio y me haga ver el terrible error que estaba a punto de cometer. No me había dado cuenta que estaba a punto de cruzar la calle en rojo y que un auto andaba a gran velocidad, tocando bocina para que me detuviese, en dirección mía.

Me puse la mano en el pecho como un instinto de alivio. El hombre que conducía el auto no tardó en gritarme un par de insultos desde su ventana. Suspiré y giré mi cabeza hacia la persona que me había salvado la vida.

-Gra...-y antes de terminar me sonrojé levemente cuando vi su rostro.

-Ni lo agradezcas- dijo Ben, quien aún tenía su brazo delante de mí, rozando mi estómago. Lo sacó inmediatamente cuando se percató de ello-. ¿Acaso tus papás nunca te explicaron lo peligroso de usar auriculares mientras vas por la calle?

-Oh, bueno, de hecho sí- me los quité rápidamente-. Entonces, me salvaste la vida. Gracias.

-Lo agregaré a la lista de favores que me debes- me sonrió.

-¿Acaso te debo favores?

-Oh claro que sí. Al menos uno, ¿o ya olvidaste que fue gracias a mí que te uniste al club?

-Que fue gracias a...¿qué? De todos modos iba a unirme- sabía que en realidad no.

-Ajá, si claro.

Club NocturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora