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-No puedo creer que no me dijeras que ibas a irte del club- le dije a Selene al día siguiente en clases, luego de que me diera las noticias.

-Estas personas no me terminan de cerrar- me dijo-. No sé, son todos raros. Solo me llevo bien contigo.

-Pero...¿y los chicos?

-Tobías, complica todo. No puedo con él, no deja de discutir por todo...ese enano. Y bueno con Ben...-se detuvo y me miró-, es todo un poco raro ahora que están juntos.

-No estamos juntos.

-Bueno, pero lo estarán. Pronto.

Cuando le comenté lo que había sucedido la noche anterior no se molestó, pero tampoco se alegró mucho que digamos. Simplemente me sonrió y me dijo que estaba bien, que él era un buen chico. No conozco su historia, pero no quise indagar mucho. Al menos no por ahora.

-En fin, tampoco es como que no pueda aprender esto en otros lugares- continuó mientras se concentraba en pasar el hilo por la aguja-. Además me cambiaron los horarios en el trabajo, tengo que acomodarme.

-Me dejarás sola en este lugar de raritos- le dije en broma, pero un poco en serio.

-Vamos, ¿qué dices? Si te llevas fenomenal con Ali- ambas reímos por lo bajo.

-Si, mejores amigas.


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La idea de irme del club no se me hacía tan lejana. De hecho, estuve pensando en ello mientras volvía del club y me dirigía a la casa de mi tío.

Después de todo, tenía pensado comenzar a trabajar y el club me ocupaba gran parte del día. Y...no obtendría un título a cambio. Ello no dejaba de resonar en la cabeza. Debería destinar tiempo de práctica y estudio en una universidad o bueno, un lugar que me de algún diploma. No creo tener tanto tiempo de sobra para el club entonces.

Aún tenía tiempo para pensar sobre ello. Pero la voz de mi mamá resonando en mi cabeza no paraba: universidad, estudio, trabajo...quizás empezaría a escucharla.

No haber estado con ella aquellos últimos días me habían ayudado a encontrar...¿cómo decirlo? Una especie de paz interior. A veces creo necesario despejarme de las personas con las que más tiempo comparto. Sus costumbres, hábitos y manías pueden molestar si es que las vives diariamente, y eso es lo que me ocurría con mamá.

Y sin embargo su voz persistía. Y es que la amaba, siempre la amé y siempre la voy a amar en el fondo. Porque por fuera de todo lo ocurrido, el amor que le tengo es incondicional. Tal como el que le tenemos cualquier hija a su madre. Se equivocó mucho, peleamos mucho, pero...la extrañaba. Y sentía mucha culpa al haberme escapado de ella. Porque sí, me escapé. Es preciso admitirlo. Podría haber pensado que en realidad me tomé un descanso, pero ella estaba detrás mío, a punto de perseguir el taxi conmigo y con Mike adentro. Mike, él, finalmente no obtuvo nada de ella. Ningún dato importante, ni siquiera un saludo.

¿En qué estaba pensando? No respondía sus llamadas, de hecho, la bloqueé temporalmente. ¿Qué se me cruzó por la cabeza? Y luego recordaba todo lo que me ocultó, y la idea, no nueva, de que quizás ella era cómplice de papá. Que quizás incluso ayudó en la preparación de algún asesinato.

Debía hablar con Mike al respecto. Después de todo, ahora, por lo menos de manera temporal, convivía con él.

Llegué finalmente a su casa. Era grande, de hecho, más de lo que hubiera imaginado antes. Estaba construída al estilo antiguo, con mucha madera y ventanas pequeñas con cortinas blancas bordeadas abajo. Su frente estaba impregnado de flores y arbustos de distintos tipos, todos bien cuidados. El pasto bien cortado; tan bien cortado que el camino de piedras hacia su puerta se marcaba perfectamente.

-¡Romi!- me llamó con un grito desde la ventana del primer piso, la cual estaba limpiando con un trapo y un producto de limpieza.

Le sacudí la mano en respuesta y le indiqué con la mano que me abriera. Al minuto apareció.

-Hola Mike.

-Hola, ¿qué tal el club hoy?¿Mary lo manejó bien?

-Si, perfectamente- le respondí. Mike se sentía algo mal a la mañana de aquel día, por lo que le había pedido a Mary que se encargara del club por esa vez.

Entré para encontrarme con una taza de té y galletitas en la mesa de la cocina. Mike detallista como siempre. Me preguntaba entonces si es que siempre era así o si simplemente lo hacía en mis primeros días como hospedada.

O bueno, si lo pensaba un poco más, quizás quería convencerme de que lo que había hecho era lo correcto. Que ellos eran lo correcto, y no mamá. Pero luego veía su sincera sonrisa y me parecía una idea ridícula.

-¿Cómo estuvo el día?- me preguntó como lo haría mi madre. Era algo incómoda la situación.

-Nada mal, tejimos bastantes cosas hoy. Unos guantes para bebés que donaremos y comenzamos a trabajar en unos sweaters- le conté para luego agarrar una galletita y morderla. No tenía mucho sabor-. Está deliciosa, gracias.

-Me alegro- me respondió simplemente y, al ver que la conversación no continuaría con ese comentario, se paró.

Antes de que se vaya le seguí hablando.

-Mike...-no estaba segura de si debía preguntar aquello o no, si era entrometerme mucho. Pero luego recordé que se trataba de mi familia, la familia que no conocí en 22 años-. ¿Cómo fue la infancia tuya y de papá?

Por supuesto que no respondió al instante. Pero me sorprendió su indiferencia ante aquella pregunta. Se quedó allí parado observando la planta que antes estaba regando. Luego me miró y creí por un instante que me preguntaría: ¿Y a qué se debe esa pregunta?. Por fortuna no fue así.

-Bueno, como la de cualquiera- comenzó y lo dejé continuar-. No hubieron traumas o cosas por el estilo. Es decir, la separación de mamá y papá dolió, pero más dolía verlos pelear...por fuera de ello, nada...-se detuvo- inusual.

-¿Y por qué se separaron los abuelos?

-Tu madre no te habló mucho sobre nosotros, ¿o si?- me dijo, a lo que negué. Luego continuó-. Bueno, papá tuvo episodios de violencia con mamá. Incluso yo vi las cachetadas que a veces le encestaba. Sí que debían doler- rio por lo bajo, pero yo no reí en respuesta.

No era una risa que suponía generar alegría o gracia. Era una de dolor o incluso de ira. No sabía cómo reaccionar ni qué decir, por lo que callé y me limité a mirarlo con lástima.

Él dejó de reírse.

-No era divertido, para nada. Por eso fue lo mejor para la familia. El pequeño Antonio..-otra pausa-...el pobre, no entendía. Era mi deber protegerlo.

-¿Tu deber?

-Bueno, es un sentimiento que solo los hermanos más grandes tenemos. Tú nunca has tenido hermanos- negué con la cabeza-. Por eso. No terminarías de comprender. Mamá estaba triste, papá desapareció. Me convertí en el soporte de Antonio.

-Ambos sufrieron mucho.

Aquel comentario pareció no agradarle.

-¿Ambos? El pequeñito no sufrió ni un poco- se notaba su enojo-. El pequeñito creció como cualquier niño, y todo porque yo lo crié. Me encargué de hacerlo sentir normal, hacerle sentir que tenía una familia atenta a lo que necesitara. Yo en cambio...

-Entiendo.

-No. Yo en cambio estaba solo, con un niño a cargo y una madre que no podía con su propia depresión. Tuve que comenzar a trabajar con lo que podía, sin estudios o tiempo para divertirme con mis amigos. Tenía solo 13 cuando todo esto comenzó.

Hablaba como si en cualquier momento las lágrimas fueran a caer. Pero su mirada era inexpresiva. Estaba perdida en algún espacio desconocido.

Me levanté a abrazarlo antes de que...no sé, temía que cometiera alguna estupidez.

Club NocturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora