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-Si quieres a tu hija devuelta tendrás que darme lo que ya sabes que quiero. Tienes 3 horas para venir y hacerlo- dijo y parecía haber acabado, pero añadió-. Ah, y no intentes llamar a la policía, porque sino...-y sacó de su bolsillo una pistola.

No esperaba el arma para nada, no creía que de verdad mi vida estuviera en peligro. No creía que mi tío fuera capaz...

-No me provoques, no te gustará- advirtió como cierre del mensaje.

Ben dejó de filmarlo y se ocupó de enviarle el mensaje a mi madre para que lo viera una vez. Mike parecía haber vuelto a ser el personaje simpático que mostraba ser siempre. Sino lo conociera, pensaría que sufre del trastorno de personalidades múltiples. Pero no, simplemente se trataba de un muy buen actor, o bien de un maníaco.

Unos rayos de sol comenzaron a molestar mis ojos. Giré la cabeza para ver de dónde provenían y divisé unas tablas de madera atornilladas disparejamente en una especie de ventana en lo alto de la pared a mi derecha. Está amaneciendo, deben ser alrededor de las 6.

-Bueno, al menos unos rayos de sol te acompañarán en las próximas 3 horas- dijo Mike sonriendo.

-¿Qué harán conmigo?

-Linda, tú sabes que no te lo diremos- me respondió Ben con un tono de lástima en su voz.

-No me llames así- le dije sin mirarlo-. Para mí tú estás muerto.

Mike se fue, con la intención de dejarnos a solas para discutir nuestros asuntos. Ese debió ser su último acto bondadoso conmigo. Ben se acercó y se agachó para mirarme directamente a la cara. Giré mi cabeza hacia el costado.

-Salte.

-Romi...

-No me hables, por favor. Es lo único bueno que puedes hacer por mí.

-Romi, yo si te amé. Te juro que lo hice. Pero...

Reí histéricamente mientras lágrimas caían por mis mejillas. No puedo creerlo, ¿en serio creés que soy tan ingenua?

-¿En serio Ben?¿Creés que soy tan tonta para creerme esa mentira?- ahora giré mi cabeza para mirarlo directamente a los ojos.

-No es mentira, de verdad yo...-inesperadamente agarró mi cuello para tirarme hacia él y besarme.

¿Por qué no forcejeas, Romi? No dejé de reprocharme por lo débil que era ante él durante el beso. Había algo en su esencia que seguía volviéndome loca. No podía explicarlo, pero era real y quedó comprobado con la duración de ese beso. Tras unos segundos aparté mi cara, sabiendo que eso no era correcto. Sin embargo no dije nada.

-Yo de verdad te amé. Y aún lo hago, pero Mike es como un padre para mí, no puedo...

-Ben- lo detuve. No podía dejar que continuara con este juego de manipulación morboso y cruel, estaba destruyéndose-. Sabes bien, e incluso mejor que yo, que si amas a alguien no le mientes, ni le engañas- le cayó una lágrima-, ni lo usas. Y sobre todo, no le haces daño.

Veía en su mirada tristeza. Porque sí, quizás si estaba sufriendo. Pero al fin y al cabo, si mi vida terminaba, por lo menos lo habré dañado de algún modo también. Y aún así sabía que ese daño no se comparaba con la herida que en mi corazón había formado.

-No te quiero en mi vida. No te amo, y nunca podré hacerlo. Te odio. Vete.

No le haría saber lo mucho que me había dañado, pues aún conservaba algo de orgullo. Además, quizás el tiempo curaría todo. Quizás en el futuro miraría atrás y me daría cuenta que lo nuestro jamás fue real y nunca podría haberlo sido.

Ben seguía con la misma mirada deprimida, pero ahora estaba soltando más lágrimas. Cualquiera que no lo conociera diría que estaba actuando, pero durante nuestra relación aprendí muchas cosas de Ben, y una de ellas es que era una de las personas más sensibles y emocionales que alguna vez conocí. No agregó nada, ni intentó hacerlo, pues sabía que no le daría cabida a explicaciones. Se paró y lentamente se fue.

-De corazón, te deseo lo mejor- me dijo antes de cerrar la puerta.

Solté lo que habrán sido decenas de lágrimas una vez sola. Todo era perfecto, Ben. Eres un tonto, ¿por qué estropeaste todo?¿Todo por el imbécil de Mike? Era perfecto. Eras perfecto. Yo te amaba...


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Me calmé. Forcé a mi cabeza a enfocarse en intentar escapar. Sin embargo, no tenía recursos. Ni siquiera piernas ni brazos, estaba totalmente inmovilizada. Continué forcejeando con las manos, pero eso solo hizo que me lastimara las muñecas con el roce de la soga.

Tienes dos opciones, o te quedas aquí quieta esperando 3 horas o buscas algo filoso. Opté por la segunda opción, pero para hacerlo debía tener visión de toda la habitación, por lo que hice girar la silla como pude. Movía mis pies en dirección izquierda lo más delicadamente posible para no carme, al tiempo que giraba el torso. Pude hacerlo, pude darme la vuelta.

Atrás mío había unos estantes llenos de cajas y demás cosas. Bingo. Finalmente divisé unas tijeras de jardinería pequeñas ubicadas en el estante superior derecho al fondo. ¿Cómo llegaría allí? No lo sabía, pero lo iba a intentar.

Comencé a moverme para una lado y para otro haciendo avanzar la silla. Lento pero seguro, no había otra manera de hacerlo. Aún tienes tiempo, tranquila. Me decía, pero en el fondo creía que los otros abrirían la puerta en cualquier momento. No mires atrás. El recorrido se me hacía eterno.

Habrán pasado unos 15 minutos, o quizás más hasta que llegué a estar cerca del estante en cuestión. Ahora debía buscar algo con lo que tirar las tijeras. Busqué con la mirada, y allí una escoba mezclada entre palas y cosas de jardinería.

Giré sobre mí para poder agarrar la escoba con la mano y así poder tirar las tijeras. Con algo de suerte el ruido que harían al caer no sería demasiado fuerte. Maniobré con el palo unos segundos y no lo pude creer, pero las tijeras ya estaban en el piso.

-Sí, eso, eso, eso- dije para mis adentros ahora algo apresurada. Quizás me habían escuchado.

Al tiempo que me giraba nuevamente para tener a las tijeras enfrente mío, no fui lo suficiente precavida. Golpeé con la silla unas palas ubicadas en el mismo lugar en donde estaba la escoba.

No hay manera de que no hayan escuchado eso. Más rápido que nunca me tiré al piso atada y todo, lo cual dolió, pero me facilitaría la tarea de alcanzar las tijeras.

Las tomé con las manos y empecé a maniobrar con ellas de la mejor manera que pude. Ya escuchaba los pasos de alguien bajando las escaleras.

-Romi, no te metas en líos- escuché a Ben gritarme desde el otro lado.

El corazón me latía a mil por hora. Finalmente pude embocar la tijera en una parte de la soga y cortarla. Supongo que las clases de costura sirvieron para algo, pensé asombrada por mis buenos movimientos con la mano. Ahora estaba liberada. Tomé las tijeras y me escondí.

Club NocturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora