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Cuando Mike me reveló aquello, creí que mis oídos me habían engañado.

-¿Cómo?- le había vuelto a preguntar.

-Lo que oíste- me respondió mientras se frotaba los ojos para secarse las lágrimas.

Me quedé boquiabierta, sin palabras. Frente a mí estaba una persona de mi misma sangre, alguien a quien hace tantos años debería haber conocido, pero con quien sin embargo no compartí nada en común más que charlas formales sobre el pago de la cuota. Inevitablemente se me escapó una lágrima, luego dos y comencé a soltarlas sin parar.

-¿Eres mi tío?- le pregunté sonriéndole y agarrándole la mano dulcemente.

-Si, Romi, si- me dijo apretándola-. ¿Tan solo puedo...?

-Sí, ven aquí.

Él se paró y fue a abrazarme a mí asiento. Nos quedamos así un largo rato. No fue incómodo ni raro. Parecía como si nos hubiéramos conocido de toda la vida, a pesar de que no tenía ni siquiera un recuerdo con él. Sus vibras, su olor y su tacto me daban un aire familiar, un aire de confianza que, a pesar de poder ser ciega, parecía auténtica y cariñosa.

Cuando nos separamos lo miré a los ojos: vi en él a mi padre.


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Era extraño. La emoción del momento no me había permitido pensar sobre la situación objetivamente. ¿Por qué nunca supe de él?

Luego de salir de la cafetería, Mike me mostró un par de fotos que tenía con mi padre de niños, adolescentes y adultos. No compartían mucha similitud. Mike, por ejemplo, era considerablemente más petiso que Antonio. Sus expresiones y sonrisas, sin embargo, eran lo que daba el indicio de que eran hermanos.

-Nos peleamos de más grandes- me había explicado.

Desde aquella discusión, de la cual Mike no quiso dar mucho detalle, es que se distanciaron. No volvieron a hablar desde entonces.

Mamá, según mi tío, tampoco estaba interesada en contactarlo. Lo esquivaba a toda costa y no le permitía acercarse a su familia, por lo que nunca pudo verme crecer.

-Tuve la suerte de conocerte cuando naciste. Eras muy pequeña, recuerdo. La última vez que te vi tenías tan solo cuatro años.

-¿Cómo no te diste cuenta que era yo cuando me inscribí?- le había preguntado.

-Tu apellido. Te lo cambiaron. Originalmente eres "Romina Lux".

¿Por qué demonios cambiarían mi apellido? Mike de seguro no mentía, pero me ocultaba parte de la verdad. Sabía que, sin embargo, no podía confiar ciegamente en él. Después de todo, acababa de conocerlo.

Tendría que investigar por mi cuenta.


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Regresé al club a la siguiente semana, ya era hora de aparecer. Más de uno me miraba de reojo, sorprendidos por mi regreso, mientras que otros venían a saludarme y a preguntarme cómo estaba. Selene vino corriendo a abrazarme.

-Al fin has vuelto. Ya no aguanto las clases de Ali sin compañía.

Aquel gesto me había resultado raro y en cierto punto incómodo, teniendo en cuenta que aun seguía algo molesta por lo que había sucedido años atrás. No rechacé el abrazo, pero no le di cabida para que sea muy cariñoso y sincero.

Club NocturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora