En cuanto crucé la puerta del club fui de inmediato a buscarla.
-Selene- le grité cuando la divisé en la otra punta del club entre todo el tumulto de gente. Me le acerqué rápidamente-. Selene, no creerás lo que pasó ayer.
Ella pareció notar la preocupación en mi voz. Parecía ser evidente lo nerviosa y desesperada que estaba. Me tomó del brazo con delicadeza.
-Hablemos en un lugar más privado- me dijo y decidimos salir afuera para tomar aire fresco-. ¿Qué ocurre?
Le conté todo lo sucedido. Absolutamente todo, incluyendo mis incrédulos pensamientos que casi me llevaron a confiar en mi madre. La manera en la que reaccioné al no encontrar el arma donde la había guardado. La tensión que había en el ambiente cuando regresé del baño. Las miradas irreconocibles de aquella extraña. Comencé a sollozar.
-No sé qué hacer, Selene, de veras ya no sé. Solo en tí puedo confiar.
-Tranquila, ya veremos qué hacemos.
-No, ya no puedo aguantar más en casa. Necesito irme. No quiero vivir con ella.
-Romi, ¿si te das cuenta de lo que dices, no?
-Hablo en serio.
-No, no hablas en serio cuando te estresas- me dijo tranquilamente-. No tomas distancia de la situación, piensas en soluciones rápidas inservibles. Dime, ¿acaso crees que irte de tu casa ayudará en algo?
Suspiré hondo. Ella estaba en lo cierto.
-Es que no aguanto más. Tienes razón, pero ya no sé qué hacer- le confesé.
Me sentía tan débil. Me estaba mostrando vulnerable ante una persona que mucho daño me había hecho. Actuaba como una niña, pues me arrojaba a los brazos de cualquiera y lo sabía. Pero, ¿qué más se suponía que hiciera? Soy una persona incapaz de guardarse las cosas. Mi madre siempre me alentó a expresar lo que siento, siendo ella generalmente la receptora de todo ello. Y ahora que no podía serlo, necesitaba acudir a un segundo personaje.
Selene era la persona que mejor conocía en ese momento, aunque suene ridículo.
-Romi, sé que no quieres escuchar esto, pero sabes que...
-Si, debo trabajar. Lo sé.
-Puedo ayudarte a conseguirlo. Tengo contactos, quizás alguien necesite empleados.
-Descuida, tengo algo en mente.
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Los horarios del club habían cambiado. Ahora salíamos a las 20:00 como máximo para que el tan importante club nocturno pudiera irse a dormir más temprano, supuse. Sin embargo, no debíamos quedarnos hasta tan tarde si llegábamos a primera hora, pues únicamente debíamos cumplir 4 horas diarias.
Yo, sin embargo, decidía quedarme allí 6 horas, por lo que entraba a las 12:00 y salía a las 18:00 (si es que no quería quedarme más tiempo). No tenía mejores cosas que hacer; o al menos no por el momento.
Como me había planteado unos días antes, tenía pensado buscar trabajo. Junto antes de irme del club, fui a hacer lo mismo:
-Ben- lo llamé con una sonrisa.
-Romi, hola- me saludó con un beso-. No te he visto en todo el día, te extrañaba.
-Yo también- le dije ruborizada.
-¿Para cuándo me aceptarás una cita?- me preguntó corriéndome un pelo de la cara con cariño. Estábamos muy pegados.
-Escucha, quería preguntarte algo- le dije apartándome apenas un poco. No por incomodidad, sino porque la pregunta iba en serio-. ¿Acaso no necesitabas empleados en la florería?
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Club Nocturno
Teen FictionRomi nunca conoció a su padre. En realidad, las abandonó a ella y a su madre cuando tenía tan solo 6 años. Al cumplir 22, se une a un club donde cierto grupo de personas llevan a cabo reuniones nocturnas. Pronto descubrirá que saben más que ella y...