El Inicio

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De las bocas y las manos de Bes y de Tanit, el genio y la diosa que las Kim veneraban, emanaba agua cristalina y pura. «Agua mágica, sustancia de vida en movimiento que calma todo tipo de sed».

Esas eran las palabras que su padre le decía cuando se quedaba embelesada mirando la fuente que presidía la plaza central de su casa, Sananda.

Allí estaba ella en ese atardecer, plantada frente aquella fuente. A Jisoo le maravillaba el modo en que los rayos del sol, que se ocultaba despidiendo el día, atravesaban cada chorro, cubriéndola con una superficie diamantina que destellaba e iluminaba sus deseos y fantasías más secretas. Se quedaba fascinada por su fluidez, por el modo tan liviano con que transcurría aquel elemento de naturaleza líquida.

Porque eso, fluidez, era lo que la pequeña Jisoo no tenía. Y lo que más deseaba para ella a la hora de hablar y de expresarse.

Cuando nació la tercera de las trillizas en Seongsan Ilchulbong tuvo serias complicaciones. Durante largos y angustiosos segundos, dejó de respirar. Y si no llega a ser por el toque mágico y sanador de su hermana mediana Jennie, habría muerto. Sin embargo, a pesar de sobrevivir milagrosamente, esos momentos de desesperanza en los que sus pulmones estuvieron privados de oxígeno, provocaron daños en uno de sus hemisferios. Por esa razón era tartamuda.

Una pequeña tartamuda de siete años entonces, que ya sabía tristemente lo que
era la crueldad. Porque los niños pueden ser más crueles que cualquiera y ridiculizar a alguien por la más mínima diferencia. Jisoo formó un carácter excepcional ya que tuvo que soportar más que sus hermanas.

A los insultos que le dirigían por ser bruja, se le añadían los que más daño le hacían y más la menguaban. «Metralleta, disco rayado, barbullona, retrasada, lengua
de estropajo…», eran el sin fin de apodos que los niños le dedicaban, y los culpables de que le hicieran el día a día un poco más difícil.

Pero no todo era tan malo. Jennie siempre iba en su rescate y la ayudaba. Su sola presencia le provocaba un estado de calma y de paz que hacía que no se tropezara con las palabras ni una vez. Y Taeri, tan valiente y osada ella, encaraba a los que la molestaban y los amenazaba con hechizos que ellas nunca hacían. Porque las Kim no eran brujas del tipo que la gente creía y eso supieron defenderlo desde el momento en el comenzaron a hablar.

Taeri no tenía ningún problema en agarrar del pelo a los niños y a las niñas y arrastrarlos por el suelo. Era muy beligerante. Así que, Jisoo con sus dos escuderas, que siempre la protegían, no lo pasaba tan mal.

No obstante, sabía que sus hermanas no siempre estarían ahí para socorrerla. El
tiempo labraría su curso y sus vidas se separarían.

Por eso necesitaba hacerse fuerte. Valerse por sí sola y no depender de nadie. La pequeña se frotó la nariz con el dorso de la mano y alzó sus enormes e inocentes ojos ámbar a las figuras exquisitamente esculpidas que conformaban aquella alfaguara de la que el agua nunca dejaba de brotar.

Llevaba su pelo liso castaño oscuro con reflejos dorados en una trenza algo floja
que su abuela Haesook le había hecho. El flequillo era tan largo que casi le cubría los ojos. Su vestido de color rosa palo estaba algo manchado del polvillo de la arena, y sus pies calzaban unas chanclas blancas con una tira sujeta al tobillo.

Tanit y Bes no la miraban a ella, pero a ella le gustaba imaginarse que así era. Que su genio y su diosa mágica estaban vivos, y que protegían el lugar.

Tomó su libreta de espirales con motivos de estrellas estampados que siempre llevaba encima y quitó sacó la pluma dorada qué su madre le había regalado en su cumpleaños.

Estaba decidida a hacer aquello. Era la más sensible y creativa de las trillizas, pero aunque no era tan reflexiva como podían serlo Jennie o Taeri, sí era astuta, y también práctica, y a su pronta edad había llegado a la conclusión de que su problema de dicción le iba a impedir crear auténticos lazos con las personas en un futuro.

BRUJAS DE SAL | PARTE 2 | CHAESOO & JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora