Capítulo 16

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El beso que compartieron en aquel momento, el modo en el que los dientes mordían y las lenguas se batían no tenía nada de amable o cariñoso. Fue un beso saturado de exigencia y lleno de urgencia. Significaba que no podían pasar más tiempo sin la otra. No podían dejar pasar tantas horas y minutos sin besarse y tocarse, y menos después de lo mucho que se desearon en Londres.

Se seguían deseando ahora, bajo aquel precioso y eterno árbol marcado con su símbolo. Jisoo rodeó su cintura con una de sus piernas y con la otra se puso de puntas para permitir que la rubia profundice más en su boca, y ella la acoplara mejor a la de ella.

Rosé no podía dejar de abrazarla y tocarla. Le pasó las manos por todas partes: Por el trasero, por los senos, su rostro y cuello…
Jisoo tampoco se quedó corta. Sus dedos repasaron cada uno de los músculos de su espalda y de su nalgas, atrayéndola hacia ella, hacia su entrepierna.

Decían que un huracán venía a la isla en unas horas. Pero huracán que ellas dos creaban cuando estaban juntas no tenía nada que envidiarle al meteorológico.

Sin dejar de besarla, Rosé introdujo las manos por debajo del vestido, hasta alcanzar sus braguitas, de las cuales tiró, hasta quitárselas por los tobillos. Y mientras se levantaba, Jisoo la tomó del pantalón y se encargó de desabrochárselo y bajárselo, arrastrando con ellos su ropa interior. La retiró un poco de ella empujándola por el pecho, dejándola como una loba hambrienta.

Jisoo se pasó el pelo detrás de las orejas y contempló ávida su cuerpo esculpido. Su rubia era increíble, como el vino. Cuantos más años pasaban, más hermosa se ponía.

Sin embargo, cuando estaba bajando el elástico de sus caderas, los ojos de la morena detectaron algo que años antes no habían visto. Y fue como si un rayo la atravesara.

No podía ser.

—¿Roseanne Park?

—¿Qué?

—¿Desde cuándo tienes ese t-tatuaje? —le preguntó Jisoo entre susurros. Su dedo lo acarició, maravillada. Estaba justo al lado de su monte de venus, entre este y el músculo marcado de los oblicuos, al lado de la cadera. Mediría unos diez centímetros de ancho y largo. Y era precioso.

—Me lo hice una semana después de que te fuiste.

—¿Una semana después? —no lo podía creer.

—Sí.

—¿Cuándo te acostaste con Annette? —le dijo claramente afectada.

—No. Nunca me acosté con Annette mientras estuve contigo ni después —aclaró segura —. Y esta cicatriz —se señaló la ceja—, nunca me la hice en un entrenamiento. Todo fue mentira. Pero debían preservar mi imagen. Me la hice cuando despedí a Paul por ser tan mezquino —confesó—. Me caí de las escaleras de mi departamento de lo ebria que me tuve que poner para superar el dolor de perderte.

—¿Despediste a Paul? —Jisoo no pudo evitar la sonrisa llena de alegría que se formó en sus labios.

—Sí. Soy agente libre desde entonces. Jisoo asintió. Le hacía bien oír aquello. Entonces acarició el tatuaje de nuevo. Y sintió un regocijo inexplicable.

—¿Sabes qué pájaro es?

—Sí. Es un agaporni.

Se había tatuado un agaporni. ¡Un agaporni!

—¿por qué elegiste este pájaro?

—Porque te representa a ti.

—¿A mí?

—Sí. Los agapornis no pueden vivir sin su pareja. Tú te fuiste y… —se encogió de hombros—. Decidí que te llevaría tatuada.

¿Tendría idea Rosé de que cumplía a la perfección con su hechizo de amor? Ella siempre creyó que era su agaporni. ¿De verdad estaba por fin convencida ella también? Tendría que demostrárselo con el tiempo, pero nadie les iba a arrebatar ese momento.

BRUJAS DE SAL | PARTE 2 | CHAESOO & JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora