Capítulo 9

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A Rosé le costó un mundo abrir los ojos. Pero más le costaba creer que seguía viva, que después del espeluznante golpe contra aquel coche, cuyo conductor hablaba con el móvil en la mano, todavía pudiera pensar, o respirar por sí misma. Y no solo podía. Además, sabía a ciencia cierta, por inverosímil que fuera, quiénes le salvaron la vida, y cómo lo hicieron.

Mientras yacía en el suelo, con los dolores que le recorrían por la sangre y el alma, sin poder respirar, sí que oía nítidamente las voces de sus salvadoras: el llanto de Jisoo, los ruegos de Taeri, la voz calmante y sanadora de Jennie… También pudo escuchar a su hermana desesperada, llorando por verla así. Las voces de las otras tres personas que no reconocía. Pero las de ellas y las de su hermana, sí. Porque eran los ecos de su infancia, el sonido que ella adoraba y al que se agarraba cuando Todo se volvía oscuro. Pero se había alejado tanto que durante mucho tiempo dejó de oírlas, las apartó. A todas. ¿Cómo se había distanciado tanto?

¿A qué le había temido? Ella había alejado a las personas en las que siempre se debió apoyar.

A su familia.

Y a la mujer que siempre querría para ella. Y eran ellas, precisamente, las que acababan de salvarle la vida.

Recordaba los chasquidos de los huesos de la pierna romperse, y cómo las manos sanadoras de Jennie los unía de nuevo y los reconstruía. Después, el modo en que sus pulmones fueron invadidos por un líquido que no sabía de dónde venía, y que le impedía respirar. Y sintió cómo las manos de la Kim le ayudaban a eliminar ese líquido y a ayudar a bombear a su corazón y recibir de nuevo oxígeno. Y el hombro, que era lo único que aún le dolía un poco pero nada comparado con lo que experimentó después del golpe, también había sido tratado por ella.

Jennie la había curado con solo tocarla. Con una imposición de manos. A un precio terrible, porque tuvo que sentir su dolor, su agonía, la quemazón de los tejidos y los huesos rotos… Tuvo que experimentar su medio muerte y vivirla para poder tratar sus lesiones mortales y que dejaran de serlo.

Aunque aún no podía despertarse, su cabeza no dejaba de trabajar y de revivir el instante del accidente. Lo que pensaba mientras sucedió todo, tan rápido que fue imposible reaccionar.

Recordó la soledad de ese momento, la decepción consigo misma, la realidad que la rodeaba. Teniéndolo todo, se sentía más desgraciada que nunca. Y era así porque en realidad no lo tenía todo y todo lo que tenía no la hacía realmente feliz.

Lo único que le hacía feliz era… ver a Jisoo. Porque siempre, siempre, la sensación con ella era la misma. Era como ver salir el sol. Como lo era Campanita para Peter Pan. Pero ella había crecido sin permiso y mal. Y su hada… ella seguía siendo ella.

Tan buena, tan inocente, pura y bonita, que en ese instante incluso ella se sentía poco merecedora de sus atenciones. Y las quería. Vaya si las quería. Ahora las quería todas.
Quería tantas cosas en ese instante de lucidez y vida…

Era a ella a quien quería ver cuando abriera los ojos. Si los abría.

Quería explicaciones. Quería saber la verdad sobre ella y sus hermanas y entender cómo demonios la habían encontrado después de que su cuerpo diera vueltas de campana por el aire hasta perderse entre el bosque.

Y, sobre todo, le preguntaría si era verdad lo que le había dicho cuando ella yacía en el suelo con el cuerpo roto.

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BRUJAS DE SAL | PARTE 2 | CHAESOO & JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora