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Observo el cuerpo relajado de Ian en la cama mientras duerme, sus cejas se encuentran juntada y sus puños apretados por lo que deduzco tiene una pesadilla. Me acerco a él viendo la venda en su pecho, por su buena suerte traía un chaleco debajo lo que me hace cuestionarme si es una rata o solo tiene tanta paranoia como para andar siempre con uno. Con cuidado deslizó mi mano por entre su hombro tocando las cicatrices en su cuerpo, su cuerpo deja de moverse pero no le presto atención en cuanto en noto cicatrices en sus brazos con tanta fuerza que se fue el mismo quien las provocó, alzó mi mirada a su rostro viendo sus ojos fríos en mi.

— Qué haces?— pregunta, yo solo me muevo hacia atrás para tomar asiento al lado suyo. Lo miro sin ningún tipo de sentimiento al igual que el me mira a mi, ninguno de los dos dice algo hasta que tomo mi chaqueta y empiezo a deslizarla por mis hombros.

— Te pareces tanto a tu madre, que asusta. — habla, yo solo lo miro.

— Recuperate pronto.— mencionó mientras un leve dolor cruza mi cadera de nuevo. Me mantengo firme en mi lugar hasta que le doy una pequeña mirada y me alejo de aquella habitación.  Mi mirada se nubla pero no le presto atención hasta que llegó al elevador y observo mi bendaje lleno de sangre, suspiro hondo mientras abro el pote de pastillas que Mía me recetó para el dolor, de forma irónica me tomaba dos para aliviar el dolor de tanto caminar.

Masajeo mi frente con un sentimiento de impotencia, el gran nudo en mi garganta se hace presente mientras sigo mi mano hasta mi cabello. Suspiro, no iba a poder sola. Pero esto era tan personal que sentía que cualquiera dañaría mi plan, tenía que hacerlo yo sola. Tenía que vengarme por mi cuenta y verlos sufrir.Tener su sangre en mis manos mientras me miran con miedo y susurran piedad. Tenía que ser yo, porque así sabría que el trabajo estaría bien hecho.

En cuanto el elevador me deja en el estacionamiento camino hasta la camioneta, el chófer arranca sin yo decir nada cosa que agradezco. Gracias a la hora y al poco tráfico no tardamos en llegar a la mansión nueva, se veía tan sombría por fuera que me encantaba pero a la vez extrañaba la decoración que mi madre había hecho por su propia cuenta, hablando de mi madre ya se encontraba estable y su cuerpo reaccionaba a nuevos medicamentos.

El único problema era que, aún los culpables no estaban muertos.

Entro a la mansión escuchando solo mi respiración y mis pasos, dejo las llaves en una esquina junto con mis zapatos abrigo. Camino hasta la cocina encendiendo la luz, en cuanto lo hago observo a mi hermano de espaldas a mi con sus auriculares a todo volumen. Alzó una ceja viendo como se detiene a hornear galletas, me burlo un poco aprovechando su gran distracción para tomar algunas fotos de él ignorando que se encuentra sin camisa y su espalda delata sus tatuajes. Tomo asiento en una de las sillas de la cocina ya preocupándome porque me encontraba literalmente a su lado, junto un poco mis cejas para mover mi mano viendo como no me mira, solamente sigue haciendo sus galletas.

Sin pensarlo, le arrojo una de las frutas del centro de la mesa la cual rebota en su cabeza. Mi corazón late cuando el solo se voltea a verme con expresión cansada y ahora, adolorida por el golpe. Me acerco a él tomando su mejilla con tanta fuerza que se le duele por su expresión, aun así toco su ojo sin pena alguna. Tomo su teléfono alumbrando su ojo viendo como este mismo no se dilata ni nada, el solo me mira.

— Perdí la vista de ese ojo.— menciona, mi corazón se hace pesados mientras el solo sonríe de lado un poco triste. Aún así, pone sus galletas en el horno y sigue su camino poniendo el tiempo en el reloj de la cocina.

— Y lo dices tan normal?— pregunto sintiéndome la peor hermana de todo el puto mundo.

Yo había jurado protegerlo con mi vida, lo prometí cada noche, cada día, cada hora de mi maldita vida. Y solo lo había jodido más de lo que estaba, solo era un niño que tuvo que madurar antes.

La hija del Rey #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora