Kurt estaba repiqueteando su bolígrafo contra la mesa de su pupitre, distraído por el paisaje escolar que se desplegaba más allá de la ventana, un mosaico de árboles que se balanceaban suavemente bajo el sol matutino. La voz de la maestra, apenas perceptible, se desvanecía en el fondo de sus pensamientos. «¿Dónde estará Yuki? ¿Le habrá pasado algo?», se preguntó, sintiendo una inquietud creciente.
La clase finalmente llegó a su fin, pero la preocupación de Kurt persistía, un enigma sin resolver en su mente. Intentó encontrar respuestas, pero estas parecían esquivar su mente.—¿Por qué hiciste eso? —inquirió Michael, visiblemente afectado.
—Ya te dije, le di su merecido —contestó Henry con una media sonrisa.
—Pero él no nos ha hecho nada, no entiendo —respondió Michael, mirándolo fijamente mientras jugaba nerviosamente con sus dedos.
—No lo defiendas. ¿Olvidas lo que le hizo a Tyler? —dijo Henry, acomodándose en su asiento con una actitud desafiante.
—Sí, pero…
—¿De quién están hablando? —interrumpió Kurt, poniéndose de pie al escuchar la conversación.
—Vaya —se rió Henry, cubriéndose la boca con la mano—. De verdad te gusta.
—¡¿Qué le hiciste a Yuki?! —exclamó Kurt, golpeando la mesa, atrayendo la atención de todos en el aula.
June se levantó, anticipando una posible confrontación entre los dos.
—No mucho, debí golpearlo más —dijo Henry entre risas.
—Hijo de puta —masculló Kurt, desafiándolo con la mirada. Aunque quería arremeter contra él, recordó su promesa de cambiar. Iba a ser diferente.
Tras un suspiro, Kurt abandonó el aula sin pronunciar palabra alguna. Revisó cada rincón imaginable: el patio, los salones de los clubes, la enfermería y todos los baños de cada piso. Finalmente, llegó al del último piso, el más apartado, al que casi nadie iba. Abrió todos los cubículos, pero uno estaba cerrado. Había alguien dentro.
—¿Yuki? —llamó en voz baja, esperando que la persona al otro lado fuera él.
Un sollozo ahogado resonó en todo el baño. Kurt frunció el ceño, luego suspiró, antes de tocar la puerta.
—¿Estás bien? Sé que eres tú —dijo, acercándose más a la puerta.
Tras unos segundos que parecieron eternos, Yukishiro se dignó a hablar.
—E-Estoy bien…
—No suenas para nada como alguien que está bien.
—...
—Abre la puerta, traje un botiquín de primeros auxilios.
Kurt escuchó el temblor en la voz de Yukishiro y sintió una punzada de preocupación. Aunque no podía verlo, podía percibir la angustia en sus palabras.
—No te preocupes, no voy a juzgarte. Solo quiero asegurarme de que estés bien —dijo Kurt, tratando de transmitir calma a través de la puerta.
Hubo un momento de silencio antes de que Yukishiro finalmente respondiera, con un susurro apenas audible: —Lo siento, no puedo... no puedo abrir la puerta.
Kurt frunció el ceño, preocupado por la respuesta de Yukishiro. No entendía por qué se negaba a dejarlo entrar.
—¿Puedo saber por qué no quieres abrir? —preguntó Kurt, su voz llena de preocupación genuina.
—No... no es nada, de verdad —respondió Yukishiro, tratando de sonar convincente, pero su voz temblaba bastante.
Kurt reflexionó por un momento, tratando de encontrar las palabras adecuadas para convencer a Yukishiro de que le permitiera entrar.
—Mira, entiendo que puedas no querer que te vea en ese estado, pero me preocupo por ti. ¿Podrías confiar en mí lo suficiente como para dejarme ayudarte? —sugirió Kurt, con su tono suave y comprensivo.
Hubo otro momento de silencio antes de que Yukishiro respondiera, su voz apenas un susurro: —Está bien... puedes entrar.
Kurt sintió un alivio momentáneo al escuchar la respuesta de Yukishiro. Entonces, con cuidado, abrió la puerta del cubículo y entró en el oscuro espacio. Se encontró con Yukishiro, quien estaba sentado en el suelo con la mirada baja, tratando de ocultar los moretones que adornaban su rostro.
Cauteloso, Kurt se arrodilló frente a él, con el botiquín en mano, listo para tratar las heridas visibles.
—Gracias por confiar en mí. Ahora, déjame ver cómo puedo ayudarte —dijo Kurt, extendiendo la mano hacia Yukishiro con gentileza.
Kurt se encontraba anonadado por lo que veía. Aunque quería reaccionar con calma, no pudo evitar sentir un profundo shock al ver el estado en el que se encontraba su compañero. Sin embargo, se obligó a mantener la compostura y se centró en tratar las heridas visibles en el rostro de Yukishiro.
Comenzó a limpiar y aplicar cuidadosamente ungüento en los moretones y a medida que lo hacía, no pudo evitar quedarse asombrado con la belleza que aún se mostraba bajo los vestigios de la violencia. La calidez de sus ojos contrastaba con la brutalidad de los golpes que había recibido.
Después de un rato, Kurt levantó la vista y miró a Yukishiro directamente a los ojos.
—¿Hay más? —preguntó en voz baja, su preocupación palpable en cada palabra.
Yukishiro se quedó inmóvil por un momento, su mano instintivamente se dirigió hacia su costado. Kurt notó el gesto y, sin decir una palabra, extendió la mano y levantó su camisa de repente.
La sorpresa se apoderó de Kurt al ver los moretones que marcaban la pálida piel de Yukishiro, y sus ojos se abrieron ante la revelación de cortes que se extendían hacia su espalda. Eran heridas antiguas, pero aún así, evidenciaban un historial de abuso que lo dejó sin aliento.
Yukishiro se sobresaltó por la acción de su compañero y rápidamente se bajó la camisa, su rostro enrojecido por la vergüenza y la incomodidad.
Kurt permaneció en silencio por un momento, procesando lo que acababa de ver. La habitación parecía cerrarse a su alrededor mientras se esforzaba por entender la magnitud del sufrimiento que su amigo había experimentado en silencio.
Yukishiro, por su parte, se mostraba reservado, respondiendo con monosílabos y desviando la mirada. A pesar de los esfuerzos de Kurt por reconfortarlo, se cerró emocionalmente. La vergüenza y la vulnerabilidad que experimentaba eran demasiado abrumadoras.
Entonces, con cuidado, Kurt retiró su mano y cerró el botiquín. Aunque había tratado las heridas visibles de Yukishiro, sabía que las heridas más profundas, las que no se veían a simple vista, eran las más difíciles de sanar.
A medida que Kurt terminaba de curar las heridas más evidentes, una incómoda calma se instaló en el baño. Sin mencionar el incidente, Kurt se puso de pie y ofreció una mano a Yukishiro.
—Vamos, salgamos de aquí. Podemos perder el próximo periodo, no importa.
Yukishiro asintió, agradecido por la discreción de Kurt. Ambos salieron del baño en silencio y se dirigieron a un lugar más tranquilo en la escuela, lejos de las miradas curiosas, a su lugar especial.
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Incurable Scars
Romance|Su piel era tan pálida cual lienzo, pintado con heridas y moretones, considerado como un objeto sin valor. Pensó que era el único, que estaba solo en este mundo. En ese momento, no era consciente de lo tan equivocado que estaba. "Las heridas física...