16. Tormento.

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El pequeño Yukishiro, de apenas diez años, se encontraba barriendo el suelo, tenía tiritas en su rostro y manos, evidencia de heridas recientes que marcaban su piel delicada. Su expresión, aunque vacía, reflejaba un rastro de desesperación y confusión mientras realizaba la tarea con un esfuerzo mecánico.

Desde afuera, el sonido alegre de niños jugando y riendo se filtraba por la ventana abierta, una dolorosa contradicción con la atmósfera opresiva que lo rodeaba. Observaba furtivamente hacia el exterior, preguntándose en silencio si algún día podría experimentar algo similar, una simple felicidad infantil que parecía estar tan fuera de su alcance.

La voz fría y exigente de su tía lo sacó bruscamente de sus pensamientos, obligándolo a concentrarse en la tarea que tenía entre manos.

—Hazlo con más ganas —masculló, de pie frente a él, con los brazos cruzados—. A este paso nunca vas a terminar.

—Sí, señora —dijo, acatando la orden lo más rápido posible. Luego la miró, como si quisiera saber si estaba haciendo bien su trabajo.

—No me mires, odio tus ojos, te odio a ti —espetó, tomándolo con brusquedad de su cabello negro.

Yukishiro empezó a temblar, asustado.

—¿P-Por qué?

—Eres tan feo y tan tonto, también un completo inútil —Se mofó, sonriendo—. Ni siquiera puedes hacer algo tan básico como sacar buenas calificaciones o barrer el piso, o cocinar. Y puedo seguir todo el día.

—Lo siento... —sollozó, aferrándose a la mano en su cabello.

—Si tanto lo sientes, hazme el favor y muere —dijo antes de soltarlo y después se dio la vuelta, desapareciendo tras la puerta.

Yukishiro quedó paralizado en el lugar, su mente girando en un torbellino de confusión y dolor. La idea de que alguien en quien confiaba y esperaba amor lo tratara con tal desprecio lo dejó atónito, incapaz de comprender cómo alguien podía ser tan cruel con él.

—Hey, ¿en qué piensas? —dijo Kurt, sacándolo de sus pensamientos.

—Solo... recordaba mi infancia —contestó en voz baja, con la mirada perdida.

—¿Recuerdos tristes o felices? —inquirió con curiosidad.

—No tengo recuerdos felices. Hace tiempo que se borraron de mi memoria —dijo tras un suspiro.

La expresión de Kurt se tornó en preocupación y se apresuró a tomar sus manos. Lo miró a los ojos y frunció el ceño.

—¿Q-Qué ocurre? —cuestionó, sorprendido.

—Podemos hacer recuerdos felices, tu, yo, June... y Michael, supongo —dijo lo último entre dientes.

—Sí, sería lindo —Sonrió suavemente, ablandando aún más el corazón de Kurt.

—Hablando de June... y Michael —masculló—. ¿Dónde están?

—Al parecer tenían algo de qué hablar.

—Bueno, mejor para nosotros —dijo, sonriendo.

—Kurt, ¿crees que mis ojos son feos? —inquirió, cabizbajo.

—¿Qué? No —dijo, estupefacto—. ¿Cómo podrían ser feos tus hermosos ojos verdes?

—¿Crees que soy inútil? —preguntó, un tanto sonrojado por la respuesta de su amigo.

—Nadie lo es —dijo con firmeza, apretando con cuidado las manos contrarias.

—Tal vez eres el único que piensa así —mencionó, lanzando un largo suspiro.

Incurable ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora