15. Amor.

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Una vez que terminaron de limpiar, el maestro Darren aplaudió, anunciando el fin del castigo. June suspiró aliviada, dejando el trapeador a un lado, mientras que Michael sonrió satisfecho. Kurt se mantenía inexpresivo, apoyándose sobre el palo de la escoba, mientras que Yukishiro parecía ausente, perdido en sus propios pensamientos. Los chicos comenzaron a salir del aula poco a poco, dejando atrás el trabajo realizado.

Sin embargo, el maestro detuvo a Yukishiro con su mano, su expresión seria contrastando con el tono suave de su voz.

—Tenemos que hablar —dijo con seriedad—. Ustedes pueden adelantarse.

Yukishiro, visiblemente sorprendido, jugueteaba nerviosamente con sus dedos mientras esperaba a escuchar lo que el maestro tenía que decir.

—Escuché tu conversación con Kurt el otro día y he estado reflexionando sobre cómo puedo ayudarte —explicó el maestro, colocando una mano reconfortante sobre el hombro de Yukishiro.

Los ojos de Yukishiro se abrieron de par en par por la sorpresa, y comenzó a temblar ligeramente ante las palabras del maestro.

—Si encuentras a alguien que te apoye con un testimonio, haré que Tyler sea expulsado. Lo prometo —añadió el maestro, transmitiendo una sensación de seguridad y apoyo.

Yukishiro cerró los ojos, dejando escapar unas lágrimas silenciosas mientras el maestro Darren permanecía a su lado, asegurándole que todo estaría bien.

Tras unos minutos de conversación con el maestro, Yukishiro salió del baño, encontrándose con Kurt, quien estaba apoyado de espaldas contra la pared.

—Al menos acompáñame a casa —dijo Kurt, ofreciendo una sonrisa amigable—. Ya me acostumbré a ti y no sería lo mismo si me voy solo.

Yukishiro bajó la mirada, sintiéndose ligeramente avergonzado por el gesto de Kurt, pero asintió en silencio. Juntos emprendieron su viaje a casa, sumidos en un silencio reconfortante, disfrutando de la compañía mutua.

Al llegar a su destino, la sonrisa de Kurt se desvaneció al encontrarse con una mujer alta, de tez morena y cabello afro, que parecía haber estado esperando.

—¿Qué haces aquí, Dahlia? —masculló Kurt, apretando el agarre sobre su mochila, revelando su incomodidad ante la presencia de la mujer.

—Hablemos, ¿sí? —dijo Dahlia con una voz suave, mirando a Kurt con ternura.

—Yo... debería irme —murmuró Yukishiro en voz baja, pero Kurt tomó su mano con firmeza, temblando ligeramente.

—Por favor, quédate —susurró Kurt, su mirada suplicante reflejando su necesidad de apoyo.

Para Yukishiro, Kurt era la personificación del coraje y la valentía, y nunca esperó verlo tan vulnerable. Decidió quedarse y reforzar el agarre sobre la mano de Kurt en un gesto de solidaridad.

—Por favor, vete —dijo Kurt, enfrentando a Dahlia con determinación.

—Escúchame, tenemos que hablar. Las cosas no pueden terminar así —insistió Dahlia, buscando conectar con Kurt.

—Tú hiciste que terminara de esta forma, así que déjame en paz —respondió Kurt con firmeza, su voz cargada de frustración.

—Kurt, a pesar de todo, te amo —susurró Dahlia, extendiendo una mano hacia él.

Yukishiro se sorprendió al escuchar las palabras de Dahlia y sin darse cuenta, tiró de Kurt para alejarlo. Los tres se quedaron en un incómodo silencio, mirándose unos a otros, confundidos por la situación.

—Y-Ya te dijo que lo dejes en paz, no insistas —intervino Yukishiro, sintiendo la tensión en el aire.

—¿Y quién diablos eres tú? No te metas en lo que no te incumbe —respondió Dahlia, frunciendo el ceño.

Yukishiro apretó los dientes, desafiando la mirada de Dahlia. —Soy su novio, así que no lo molestes —declaró, mostrando su determinación.

Los otros dos se quedaron sorprendidos por la revelación de Yukishiro, pero Kurt, en particular, sintió un torbellino de emociones. Se sintió nervioso, pero también reconfortado por el apoyo incondicional de Yukishiro.

—Sí, somos novios —confirmó Kurt en voz baja, una sonrisa tierna jugando en sus labios mientras miraba a Yukishiro.

Dahlia se quedó atónita ante la revelación de Kurt, su expresión reflejaba incredulidad y furia.

—No puede ser. ¿Tú? ¿Con otro hombre? —inquirió, indignada—. No puede ser verdad.

—Pues créelo, hace poco descubrí que también me gustan los hombres, que me gusta él —dijo Kurt, entrelazando sus dedos con los de Yukishiro.

—Basta. Lo que teníamos era hermoso —insistió Dahlia, desesperada—. Podemos volver a eso.

—No —espetó Kurt con firmeza—. Tú me engañaste. Tenías pareja cuando te metiste conmigo. ¿Hermoso? No me jodas.

—Lo siento, no quise... —balbuceó Dahlia, visiblemente afectada—. Es a ti a quien amo.

—Es muy tarde, ya lo arruinaste —masculló Kurt, con amargura—. Vete, no me busques y vive tu vida.

—¿Acaso no me amabas más que a nada en este mundo? —sollozó Dahlia, desesperada, dando un paso al frente.

Kurt dio un paso hacia atrás, frunciendo el ceño con determinación. —Te amé más que a nada, pero tú lo arruinaste.

—Pero yo...

—Nada, ya se terminó —sentenció Kurt, con un suspiro pesado—. Sigue adelante como yo lo hice.

Dahlia cayó de rodillas, incapaz de controlar su llanto, mientras Kurt tiraba de Yukishiro hacia dentro de la casa y cerraba la puerta con firmeza.

—Gracias —susurró Kurt, con lágrimas en los ojos—. De verdad.

Yukishiro suspiró, rodeándolo con un abrazo reconfortante. Podía sentir los rápidos latidos del corazón de Kurt y comprendió la profundidad de sus emociones. Kurt lo amaba con una intensidad única, pero también temía perderlo, como había perdido a otros seres queridos en el pasado.

Con la mirada fija en los ojos del otro, se acercaron lentamente, a punto de sellar su amor con un beso, cuando alguien carraspeó repentinamente. Al voltearse, se encontraron con el padre de Kurt, con una expresión de disgusto en el rostro.

—Ningún hijo mío... será homosexual —declaró el hombre, apretando los puños con furia—. No quiero pelear contigo, así que dile que se vaya y que no vuelva nunca más.

—¿O qué? —respondió Kurt, con los dientes apretados—. ¿Vas a golpearme como lo hacía mi padre biológico?

Yukishiro se sintió tenso al escuchar la revelación sobre el pasado de Kurt y lo miró con comprensión, dándose cuenta de lo similares que eran.

El hombre se quedó sin palabras por un momento, dejando escapar un suspiro resignado. —¡Fuera... Fuera de mi casa!

Kurt frunció el ceño con determinación y salió de la casa seguido de Yukishiro. Una vez afuera, se detuvieron y respiraron profundamente.

—Lo siento, es mi culpa... —murmuró Yukishiro, con la mirada baja—. Lo siento.

—No, no lo es —respondió Kurt, levantando su mentón suavemente—. No te preocupes, lo resolveré.

—¿Qué harás ahora? —preguntó Yukishiro, preocupado.

—¿Quieres ver una película? —ofreció Kurt, con una sonrisa tenue.

—No puedo llegar tarde a casa...

—Está bien, déjame acompañarte —dijo Kurt, acariciando su mejilla con ternura, transmitiendo calidez y apoyo.

El cálido contacto de la mano de Kurt sobre la suya sacó a Yukishiro de sus turbulentos pensamientos. Mientras caminaban juntos, su mente se llenó de dudas y miedos. ¿Realmente merecía todo ese amor que Kurt le ofrecía? ¿Qué pasaría si al final, como tantas veces antes, todo terminaba desmoronándose?

Sin embargo, al observar la serenidad y seguridad en los ojos de Kurt, una chispa de esperanza y tranquilidad comenzó a encenderse en el corazón de Yukishiro. A pesar de los desafíos y las incertidumbres, la presencia reconfortante de Kurt le recordaba que no estaba solo en este viaje. Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras se preguntaba: «¿Será que esto que siento es amor?».

Incurable ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora