11. La verdad.

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Los chicos se distribuyeron entre los baños del primer piso, con June y Michael formando un equipo, y Kurt emparejado con Yukishiro. El maestro, consciente de la necesidad de supervisión, alternaba su atención entre los dos grupos.

Mientras el maestro se desplazaba hacia el otro equipo, una pausa de silencio se rompió con un suspiro pesado emitido por Kurt.

—Oye —llamó, rascándose la nuca—. ¿Por qué Henry te llamó abusador? No entiendo; se supone que eres la víctima en todo esto.

Yukishiro, con el corazón latiendo fuertemente, enfrentaba la inminente revelación de su oscuro secreto. —Yo…

—Relájate, ¿bien? —dijo Kurt, poniendo una mano reconfortante sobre su hombro.

—No me vas a creer… —mencionó Yukishiro, apretando la escoba con fuerza.

La sorpresa cruzó el rostro de Kurt, pero pronto se disipó con un suspiro comprensivo. —Prometo que creeré en ti, así que no te preocupes.

—Ah… —Dejó escapar todo el aire, como si llevara una pesada carga—. Todos creen que… que intenté algo a la fuerza con Tyler.

—Eso debe ser mentira. No tiene sentido —dijo Kurt, con el ceño fruncido.

Yukishiro esbozó una sonrisa, luego se acercó a él, envolviéndolo en un cálido abrazo. La reacción de Kurt fue de sorpresa, con las mejillas sonrojadas, mientras intentaba procesar lo ocurrido.

—Tyler y yo solíamos ser amigos —explicó Yukishiro, con las manos firmes en la escoba—. Él fue el primero en acercarse, pero yo siempre mantenía mis barreras arriba. Hasta que un día, en el que me sentí terrible, él me consoló. Allí lo acepté como amigo, pero poco a poco su amabilidad se fue perdiendo. Al principio se preocupaba por mí, pero después solo hablaba de sí mismo, sin escucharme. Incluso me dijo que estaba exagerando o que era un cobarde. Él hacía lo posible por aislarme de los demás, esparciendo rumores extraños sobre mí. Yo no lo sabía…

—Qué maldito —masculló Kurt, con el ceño aún más fruncido.

—Y de repente su actitud conmigo cambió. Él… empezó a tocarme el cabello, los hombros, los muslos…

—¡¿Qué?! —espetó, tirando su escoba contra la pared—. Voy a matarlo.

—Cálmate, así no solucionarás nada y te meterás en problemas. No quiero eso.

—Bien, bien, solo, continúa —dijo, rascándose la nuca y tomando de nuevo la escoba para terminar de barrer.

Yukishiro cerró los ojos con fuerza, apretando su pecho por el dolor en su corazón. —Siempre le dije que no, pero se burlaba de mí y me hacía menos, así que lo dejé pasar. Él era mi único amigo, hasta que llegó el último día de clases, donde me citó en el aula, totalmente vacía y me confesó que estaba enamorado de mí. Por supuesto que lo rechacé, pero por su mirada me di cuenta, me di cuenta de que no aceptaría un no como respuesta, por lo que intentó... besarme a la fuerza... —Su voz se fue rompiendo a medida que hablaba, incapaz de contener las lágrimas.

Kurt, estupefacto, sintió una mezcla abrumadora de rabia, compasión y un deseo urgente de consolar a Yukishiro. Esta vez, fue él quien abrazó a su amigo.

—E-Estaba muy asustado, le dije que no muchas veces y, ah, entonces lo empujé y se golpeó la frente contra la mesa. Empezó a sangrar y... entraron Michael y Henry. Este último me golpeó y luego se fueron. Pero, ugh, al día siguiente todos creyeron que intenté abusar de Tyler... —explicó, afianzando el abrazo. Un nudo se formó en su garganta.

Kurt asintió comprensivamente, sin soltar a Yukishiro. El peso de la verdad resonó en la habitación, una historia de manipulación y malentendidos que había llevado a un giro oscuro. La empatía de Kurt se fortaleció, decidido a apoyar a su amigo en medio de esta injusta tormenta.

—Lo siento, Yuki. Deberías haber contado esto antes, nadie merece cargar con esto solo —susurró Kurt, con voz suave pero llena de determinación.

Yukishiro asintió, agradecido por la comprensión de su amigo. El abrazo se convirtió en un refugio momentáneo, donde las palabras no eran necesarias, porque esto era lo que más quería, ser consolado.

Tras la puerta, se encontraban June, Michael y el maestro, paralizados por lo que acababan de escuchar. Se miraron en silencio, escuchando los sollozos de Yukishiro, esperando a que este terminara para poder entrar.

A Kurt se le escaparon unas lágrimas, incapaz de creer que todo eso le había pasado a su amigo y que nadie intentó ayudarlo. Él no se merecía todo lo que le pasó.

Una vez calmado, Yukishiro se separó de Kurt y suspiró profundamente. —Gracias, por escucharme y por creerme. En serio.

Kurt miró a Yukishiro con una sonrisa amistosa, iluminando su rostro con un destello de camaradería.

—¿No es eso lo que hacen los amigos? —dijo, su tono cálido y reconfortante llenando el espacio entre ellos.

Yukishiro devolvió la sonrisa, sintiendo el peso de la complicidad compartida en ese simple gesto. Antes de que pudieran sumergirse más en su intercambio, la entrada repentina del maestro interrumpió su conversación.

La puerta se abrió de golpe, y la figura del maestro se recortó en el umbral, su expresión severa evidenciando su disgusto.

—¿Qué están haciendo? —gruñó, sus brazos cruzados sobre su pecho como un escudo protector—. Continúen limpiando.

Su orden fue clara y directa, y Kurt y Yukishiro asintieron en respuesta, reanudando su tarea de limpiar con determinación.

El maestro dirigió luego su atención hacia June y Michael, quienes recibieron una indicación similar. —Y ustedes dos —continuó, señalandolos con un gesto imperioso—, tomen un poco de detergente para que puedan terminar y se vayan a casa.

Siguiendo las instrucciones del maestro, June y Michael asintieron en silencio y procedieron a cumplir con la tarea asignada antes de retirarse, dejando a Kurt y Yukishiro en el baño.

El tiempo pasó rápidamente mientras trabajaban juntos, cada uno perdido en sus propios pensamientos. En una hora y media, habían limpiado todos los baños del primer piso, dejando el lugar impecable y reluciente.

Con la tarea completada, Kurt propuso llevar a sus amigos a su casa para continuar con el trabajo grupal. Caminaron compartiendo conversaciones triviales, una muestra más de la conexión que había entre ellos.

Una vez en la casa de Kurt, el ambiente se volvió acogedor y relajado. Kurt los condujo a su habitación y les sirvió té, marcando así el comienzo de una sesión de trabajo que prometía ser productiva y satisfactoria.

Incurable ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora