21. Luz en la oscuridad.

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June no pudo contener las lágrimas, sus sollozos llenando la habitación y empapando la bata de Yukishiro. Pasaron la tarde en una nube de palabras inconexas, intentos desesperados por distraer a Yukishiro de su reciente pesadilla. Sin embargo, al caer la noche, la realidad volvió a hacerse presente.

—Cuídate mucho, ¿sí? —murmuró June, con la voz frágil como un hilo de seda que se quebró al final de la frase.

Michael, más reservado, se limitó a darle una palmada en el hombro. Aunque no dijo nada, su mirada lo decía todo.

Yukishiro levantó la mano más sana para despedirse, sintiendo un nudo en la garganta. La tarde había sido un torbellino de emociones, un intento desesperado por aferrarse a la normalidad. Pero ahora, con la noche cayendo, la realidad se cernía sobre él como una sombra amenazadora.

Kurt, observando la escena con una mezcla de tristeza y preocupación, se acercó a la cama. Se inclinó y acarició el cabello de Yukishiro, sus dedos trazando patrones tranquilizadores.

—¿Quieres que te cuente algo gracioso? —preguntó, con voz suave y reconfortante.

Yukishiro esbozó una débil sonrisa, pero sus ojos seguían perdidos en un mar de inquietud. Cerró los ojos con fuerza, tratando de bloquear la imagen del auto acercándose a toda velocidad. La culpa lo consumía, preguntándose si habría sido diferente si hubiera estado más atento.

—Henry se metió en una pelea y lo suspendieron definitivamente —continuó Kurt, intentando aligerar el ambiente.

Yukishiro no pudo evitar el torrente de recuerdos del accidente, el impacto metálico, el olor a gasolina y caucho quemados. Sus manos temblaban ligeramente bajo las sábanas.

—Yuki... —empezó Kurt, con la voz temblorosa. Tomó aquella mano entre las suyas, entrelazando sus dedos—. Lo siento mucho. Si hubiera estado más atento...

Yukishiro miró a Kurt con ojos cansados, sorprendido al notar que ambos se sentían igual de culpables. La habitación estaba en calma, con solo el suave zumbido del monitor cardíaco rompiendo el silencio.

—Kurt, nada de esto es tu culpa —aseguró Yukishiro, su voz ronca por la emoción—. No fuiste tú quien me atropelló.

Kurt esbozó una sonrisa irónica, pero sus ojos no reflejaban alegría en absoluto. —Fue tu tía, ¿no? —preguntó, su tono casual contrastando con la gravedad de la situación.

La pregunta tomó a Yukishiro por sorpresa. Sus ojos se abrieron de par en par, reflejando una mezcla de asombro y miedo. Durante un instante, pareció como si una lucha interna se desatara en su interior. Su tía, esa figura que durante tantos años había sido la fuente de sus pesadillas, había vuelto para acecharlo, incluso desde la cama del hospital.

—¿Cómo... cómo lo sabes? —preguntó Yukishiro, con voz temblorosa.

Kurt se acercó y entrelazó sus dedos con los suyos. —Lo sé, Yuki —respondió con suavidad—. Lo sé todo.

La calidez de la mano de Kurt transmitió una sensación de paz que Yukishiro anhelaba desde hacía mucho tiempo.

—Si no estuvieras aquí, no sé qué haría —murmuró en tono desgastado.

Kurt le ofreció una sonrisa reconfortante. —Siempre estaré para ti.

Yukishiro asintió, su mirada fija en el suelo. —Fue ella, Kurt. Mi tía. Reconocí el auto al instante.

La ira se apoderó de Kurt. ¿Cómo era posible que alguien que debía cuidar de Yukishiro pudiera hacerle daño de esa manera? Su corazón se llenó de un dolor intenso, mezclado con el deseo de protegerlo a toda costa.

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⏰ Última actualización: Sep 05 ⏰

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