Al salir de la empresa de mi padre, me fui caminando sin rumbo fijo, la lluvia empezó a caer con fuerza, poco me importó empaparme, parecía un zombie sin alma, sin conciencia, solo caminando sin saber exactamente qué hacer con su carne y sus huesos, recuerdo amargamente esos días, y realmente me abruma lo idiota que me comporté, pero bien dicen que el amor nos hace ser completos inútiles, ¿verdad?
Los autos transitaban con cuidado por culpa de la lluvia, mientras la brisa movía los árboles y los agitaba suavemente, no era una lluvia torrencial, pero tampoco era una llovizna que no requiriera que la gente saliera con paraguas o algo por el estilo.
Seguí caminando por un buen rato, sin saber exactamente adónde iba, solo quería caminar, aprovechando que la lluvia se mezclaba con mis lágrimas y me permitía desahogarme sin que nadie me viera y creyera que era patético.
Me frené de repente llevando ambas manos a mi cabeza, mi cabello estaba empapado, al igual que mi ropa y mi cara, aunque la lluvia no era la principal responsable de que esta lo estuviera. El ligero ruido de una campana llamó mi atención, voltee un momento, y un amargo sabor inundó mi boca, producto de la ironía que me generaba ver que, estaba parado frente al lugar donde empezó todo, ese dichoso café donde Robert y yo tuvimos nuestra primera conversación, y en frente del cual nos dimos nuestro primer beso, no sabía porqué llegué ahí, era muy amargo, muy peculiar, y muy doloroso sin duda.
Caminé al interior de este mismo, no estaba seguro de porqué, ya que ese sitio solo me traía recuerdos agridulces, tal vez era mi lado doctor gritándome que si seguía bajo la lluvia tanto tiempo iba a enfermar gravemente, y pese a que me deseaba la muerte cada segundo del día, no tenía dinero para costear mi funeral, de haberlo tenido, me habría matado hace mucho sin duda.
Al entrar, sequé un poco mi empapado cuerpo, las pocas personas ahí me miraban curiosas, la lluvia se veía venir desde hace un buen rato, por lo que era imposible que esta te sorprendiera y te empaparas de la forma en que yo lo estaba, ahora que lo pienso, la lluvia parecía una metáfora de mi situación con Robert, yo veía venir que lo echaría a perder, lo sabía, incluso lo esperaba, y aún así, haberlo arruinado todo me dolía como nunca, y he ahí la ironía nuevamente.
Caminé hacía una de las mesas, esa misma mesa donde Robert y yo nos sentábamos. Me senté apegado a la ventana para seguir viendo la lluvia caer, no parecía tener intenciones de cesar pronto, por lo que tendría que quedarme un largo tiempo en esa cafetería que tanto me daba ganas de llorar; el olor a café me recordaba lo dulce y amargo de los besos de Robert, el ambiente tan cálido me recordaba lo calurosos y tiernos que eran sus abrazos, y ver a la gente sonreír allí mientras hablaban me recordaba lo feliz que fui con él; nuevamente, maldigo mi cobardía y mi habilidad de echarlo todo a perder.
— Buenas tardes — me alertó oír la voz de una mujer junto a mí, alcé la mirada levemente, se trataba de una camarera que me miraba un tanto curiosa — Disculpe señor, ¿qué va a ordenar?
— Un latte por favor — pedí mientras llevaba uno de mis mechones tras mi oreja, ella anotó mi pedido en su libreta y se apartó, dejándome solo nuevamente con mis pensamientos, los cuales estaban perforando mi pecho de lo dolorosos que eran.
"Así que, Taylor Atwood, cuéntame ¿quién eres en realidad?" recordé la conversación que tuvimos la primera vez que vine con él, la forma tan idiota en la que me comporté, él tratando de ser amable, y yo como siempre, solo me disponía a ser un mal nacido, en aquel instante daba lo que fuera por volver a esa tarde en la que Robert y yo nos conocimos en todo aspecto posible, lo añoraba demasiado, estaba muriendo de frio, necesitaba sentir su calor.
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Amor Y Prejuicio /A.Y.A #1/ (+18)
RomanceEl amor no es siempre color de rosas como todo el mundo lo pinta, no es siempre un romance que tarda años en añejar hasta que se vuelve más puro que cualquier cosa que puedas imaginar; ese no fue mi caso, mi caso es cualquier cosa menos romántico o...