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¿Conoces esa magnífica sensación de sentirte el rey de tu propio País?

Sentir ese grandioso y alto dominio es prácticamente indescriptible. Pierdes el total control de tus límites, eso sin contar la puta soberbia que sobre pasa tu cabeza hasta llegar a las malditas nubes y bailar en el mismísimo cielo. Caminar lenta y peligrosamente por el pasillo de cualquier antro o bar y saber que todos sin excepción siempre te tendrán un merecido respeto, tanto que incluso con oler ese tentador aroma a lirio con almendras ya tienes una mesa reservada. La mejor, de hecho.

Nada se daba de la noche a la mañana. El haber llegado a tal puesto había sido altamente difícil. Este alfa no era el clásico niño abandonado en las calles, este alfa había crecido desde obviamente pequeño con una educación tema de lo que ahora era. Su madre alfa y su madre omega habían sido siempre atentas a él, ellas siendo las primeras mujeres en lograr un respetable puesto en el mundo de la mafia. A JungKook siempre le habían mostrado la parte mala de lo que tendría que padecer en su vida para después ver lo bueno.

No siempre quien obraba mal le iba mal, porque a él jodidamente que le iba bien.

Nadie se metía con él. Sabían que era un alfa enormemente hábil a la hora de pelear, eso sin contar que nunca habían conocido a su lobo. Todos temían a que eso sucediera.

Una sonrisa siempre se mostraba en su rostro, una sonrisa que honestamente nunca daba buena pinta, porque era la mismísima sonrisa que todas sus víctimas habían visto por última vez antes de partir del mundo. Su humor era único, su vestimenta podía aparentar ser un jodido bromista, y más manteniendo ese peculiar tono verde en su cabello. La pintura en su rostro no quedaba atrás. Aquel maquillaje de payaso era siempre para confundir a la gente de cuál era exactamente su edad.

Amaba su maldita vida, sin duda.

—¿Listo? —preguntó el alfa a la vez que elevaba una ceja, acomodando el saco de su traje, el cual por cierto era en un peculiar tono púrpura.

—Listo, señor Jeon —confirmó él con una sonrisa de lado, asintiendo con la cabeza —. Estaré al pendiente de cualquier situación. Disfrute su noche.

JungKook le regresó la sonrisa, mirando el reloj que brillaba en un precioso tono plateado en su muñeca, asintiendo con la cabeza para finalmente abrir la puerta de aquella camioneta del año. La puerta con luces neón se dieron a notar en la entrada del bar y los enormes alfas se dedicaron a abrirle la puerta, haciéndole una reverencia en bienvenida.

JungKook plantó una sonrisa de oreja a oreja para después meter una mano al bolsillo de pantalón, sacando un par de billetes verdes para dejarlo caer en la entrada, adentrándose a aquel conocido antro donde yacía una cuenta pendiente.

Su llegada realmente no era esperada, porque todos sin excepción le miraron aterrorizados y con miedo a que una pequeña guerra naciera. Porque este tipo de apariciones eran por ajuste de cuentas. La música incluso paró y las bailarinas con poca ropa quedaron en su mismo lugar, tragando saliva.

—¡Good night everyone! —dijo de forma escandalosa, riendo incluso cuando todos sonrieron con el miedo aterrándoles de la punta de los pies a la cabeza. JungKook frunció el ceño —. Qué silencioso y sospechoso esto —hizo una mueca a la vez que se acercaba a la barra. Los de alrededor sabían que si se iban empeorarían las cosas. Una pareja quedó con los ojos cerrados, temblando —. Venga ya, hasta acá huele su miedo —rodó los ojos, sentándose para después dejar los codos sobre la barda, cruzando sus dedos. Su flequillo verde cubría levemente sus ojos.

—Aquí tiene, señor Jeon —el barman le extendió un vaso de vidrio lleno de vodka; el favorito del alfa.

—Hola, MinHo —el beta tragó grueso, deteniéndose cuando trató de irse.

"ʙʟᴀᴄᴋ ᴄʜᴇʀʀʏ" → [ᴋᴏᴏᴋᴍɪɴ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora