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Tokio era uno de los lugares que más adoraba admirar desde muy alto de los edificios.

Eran exactamente ocho pisos de altura en donde el enmascarado yacía fuera en el balcón, detallando tranquilamente las luces de la ciudad, aquella donde desde la lejanía era completamente notoria la infinidad de alfas, omegas y betas rondando en el lugar. Un tabaco le acompañaba en medio de sus dedos; era un delicioso sabor a cereza con uva, su favorito.

A sus espaldas sintió la presencia de su único y confiable alfa amigo, quien abriendo la puertilla de cristal se cruzó de brazos, haciéndole una visible mueca mientras negaba con la cabeza. El chico ni siquiera volteó.

—No puedo creer que estés volviendo a fumar —incrédulo, volvió a negar con la cabeza, acercándose hasta llegar a su lado, acompañándole —Te has acabado toda la cajetilla.

—Y tengo más —restó importancia, encogiéndose de hombros a la vez que le daba una profunda calada, incluso cerrando los ojos hasta dibujar una sonrisa —¿Por qué tan preocupado? —preguntó, soltando el humo por la boca al igual que por la nariz.

—Me preocupa quedarme solo, lo sabes —contestó simple, llevando su mano a la del chico, quitándole el cigarro para también darle una calada, notando cómo al inicio del cigarro había una clara evidencia del labial negro de su amigo.

—Sin mí definitivamente te joderías —afirmó el chico, dando un enorme y profundo suspiro —. Venga, vayamos a dormir.

—JiMin...

—Dime, Nam.

El silencio perduró incómodamente a la vez que ambas miradas se conectaban, la tensión se volvió pesada para el alfa, eso sin contar el enorme latido de su corazón que peligraba en salir de su pecho. JiMin al contrario rió ante ello, negando con la cabeza a la vez que dejaba caer una mano al hombro contrario, apretándole.

—Nam... —llevó su propia mano a la frente, donde aun yacía su confiable máscara negra, aquella que ante la bella luna brillaba llamativamente, quitándosela por fin.

El alfa tragó duro, viendo esa hermosa mirada capciosa, aquella mirada que nunca en su vida había podido descifrar qué era lo que poseía. Porqué nunca había luz, porqué nunca había brillo, porqué no había amor como él lo sentía al mirarle.

—No lo digas —pidió Namjoon, desviando la mirada a la nada, tragando duramente saliva.

—Te lo tengo que decir porque noche con noche deseas lo mismo —el omega finalmente llevó sus manos al rostro del alfa, acunando su rostro para obligar a mirarle. Namjoon lo hizo, quedando terriblemente mal ante aquellos grisáceos y hermosos ojos —. Namjoon, yo no soy tu destinado.

—Pero yo lo siento-

—Pero yo no —le interrumpió, finalmente soltándole cuando escuchó su teléfono adentro de la habitación, donde sin esperar al alfa se dirigió al aparato. Namjoon en cambio elevó la mirada al cielo, tragando por enésima vez el nudo atorado en su garganta.

Habían sido ya muchas veces desde tiempo atrás. Ambos habían compartido su racha de celo, pero JiMin siempre le aclaraba que sólo era para saciar esa necesidad, además de que Namjoon era el único que sabía que era un omega.

Porque para Japón, el conocido enmascarado era un rudo y hábil alfa. Bastaba con unos perfumes químicos para cubrir su verdadero aroma. Lo único que nadie sabía era que era prácticamente imposible que JiMin y NamJoon fuesen destinados...

Porque el destinado de JiMin había muerto hace años.

JiMin tomó el teléfono, el cual se encontraba sobre el colchón. El nombre del remitente no era de esperarse, por lo que el castaño cogió la llamada, enviando el móvil a su oreja.

"ʙʟᴀᴄᴋ ᴄʜᴇʀʀʏ" → [ᴋᴏᴏᴋᴍɪɴ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora