El truco

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       En ocasiones, Antoinette solo quería tirarse en el suelo con una copa de ouzo, hoy era una de estas. Por más que se esforzara, no conseguía avanzar demasiado en las clases con Lucía, le habían quitado el elixir luego de que la Valka insistiera en que podía traer consecuencias a largo plazo por lo que no sabía cómo estaba logrando hacer todo lo que debía con aquel dolor constante de cabeza ni mucho menos cómo extendía tanto sus días; en esta mañana en particular, no lograba conciliar el sueño nuevamente por lo que se levantó con la idea de ayudar a Antón tal como lo hacía cuando recién llegó aquí, antes de que su cansancio y ajustado horario le impidieran hacerlo.


       El cielo aún estaba oscuro cuando fue a las bodegas para limpiarse con algo del agua que habían traído del río, maldiciendo al cambio de estación porque estaba helada y le erizaba la piel. Pasó al menos 15 minutos temblando incluso luego de ponerse un gran abrigo que le robó a Alissa.

       La noche anterior había llovido, el agua que se había acumulado en charcos empezaba a solidificarse por el frío y para fortuna de Antoinette, Lucía había pospuesto hoy su práctica, diciendo algo sobre tener que revisar otros asuntos, por eso luego del desayuno pasó directamente a sus entrenamientos.


       Llegó cuando todos ya habían iniciado, Edward la vio a un lado y dejó su trabajo por unos segundos para comentarle que el mayor se había metido en la tienda, ella esperaba que él no se molestara por haberlo hecho esperar tanto.

       Al entrar vio al hombre sentado revisando los libros que sabía tenían registros, con un par de cartas y pergaminos más a su alrededor, se deslizó en la silla frente a él dejando caer su cabeza sobre la superficie vacía de la mesa.

       ― Veo que tienes un día pesado —dijo con una sonrisa.

       Antoinette gimió a modo de queja.

       — ¿Puedo? —él preguntó casi en un susurro.

       Ella frunció el ceño, moviéndose solo suficiente como para poder verle el rostro sin levantar la cabeza. Él tenía la mandíbula tensa, acercando su mano lentamente a ella como quien trata con un animal peligroso que está asustado, ella sintió un tirón en el abdomen cuando se detuvo casi a punto de tocarla.

       — Sí —respondió y volvió a la misma posición, apretó los ojos procurando no mostrarse afectada.

       Con calma, enredó los dedos en su cabello acariciando su cabeza, le tomó un momento relajarse, pero cuando lo consiguió se retorció con un tarareo de satisfacción.


       ― Neth, estamos de pie hace solo tres horas.

       Levantó la cabeza para mirarlo con una ceja arriba.

       ― ¿Neth?

       ― Por Antoinette ―explicó mientras se recostaba en el respaldo de su silla―, me gusta más que Tony.

       La mera idea de que él hubiese parecido interesado en encontrarle un apodo le resultaba, de algún modo inquietante, pero lo descartó dejando caer su cabeza nuevamente. Dominick reanudó.

       ― Ayudé a preparar el desayuno ―se excusó con la voz amortiguada―, desperté antes del amanecer.

       ― Lo sé, Cretus y Sirio no paran de quejarse sobre cómo te escabulles a las bodegas cada mañana.

       ― No hay demasiado riesgo, estoy segura de que nadie va a tenderme una emboscada allí.

       Dominick detuvo su mano, por lo que ella giró para quejarse, él la estaba mirando con reproche.

Legado entre escombros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora