El temerario clan De'Ath

38 11 31
                                    

       Haru estaba hecha una furia, se alejó del campamento para calmarse y una vez se tomó el tiempo de inhalar aire fresco sin ninguna mirada acusadora a su alrededor, su expresión cambió drásticamente mostrando un claro remordimiento, la voz de Cretus sonó tan suavemente que resultaba escalofriante.

       ― ¿Se siente bien? ―le preguntó a ella.

       Haru dudo claramente con la intención de mentir, abrió y cerró la boca inmediatamente sin palabras y se rascó el brazo. Como fuese, algo la hizo decidir que no tenía sentido, así que negó.

       ― Ella me importa más que nadie y la lastimé, se que estoy siendo egoísta, pero... ―se llevó las manos a la nuca, rascándose ansiosamente hasta el punto de irritar la piel.

       El hombre negó con la cabeza

       ― Todos cometemos errores y para ser justos, también dijo cosas bastante crueles y fuera de lugar.

       Se quedaron en silencio unos minutos, la luz de la luna bañaba el campamento y empezaban a sentir el frío extrañando la comodidad de la fogata.


      Haru se enderezo, revisando su entorno antes de elevar el mentón, algo dentro de ella cosquilleo cuando dio un paso siendo seguida por Cretus quien parecía confundido por su cambio. Cerró los ojos y respiró hondo, de repente, un hombre de cabello oscuro y ojos esmeralda apareció frente a ella, su atuendo era completamente negro, con detalles de plata, todo él parecía estar tras un filtro grisáceo, se veía mucho menos nítido que cualquier ser vivo.

       ― Cretus... ¿Tú lo ves? ―preguntó ella con voz débil.

       Él respondió con un débil "si" mientras parecía aturdido por lo que presenciaba, el espíritu se dirigió a él.

       ― Cretus, mi buen amigo, ha pasado un tiempo, los años no te han hecho bien ―su voz era suave, hablaba con lo que parecía cariño, el aludido cayó de rodillas con un golpe sordo ahora su atención fue a Haru― Querida mía, dime tu nombre, fuerte, que todos te oigan.

        ― Haru ―ella titubeo.


       ― Dilo completo ―él hablaba lentamente, mientras que ella estiraba y enroscaba sus dedos con notable ansiedad.

       ― Haru Dal....

       ― No ―interrumpió casi con un grito―, tu nombre real, el que debes llevar con honor cada día y te di al nacer.

       Ella se quedó en silencio, sin saber que responder tras lo que parecieron interminables segundos de un silencio bastante tenso el hombre habló nuevamente.

       ― De'Ath, Haru de la casa De'Ath; hija mía reclama lo que es tuyo ―levantó una de sus manos, sonriéndole―, hazlo en nombre de tu linaje, sé que lo sientes dentro, es el poder fluyendo por tus venas, libéralo, haz que repitan tu nombre en sus oraciones y maldiciones por igual, haz que te adoren.

       — Yo... no creo... no se —divagó.

       ― Dilo ―insistió―, segura de ti misma, de quien eres.


       La densidad del aire alrededor de ella cambió, con respiración temblorosa miró de soslayo a Cretus antes de volver de nuevo al hombre frente a ella.

       ― Cruzó el hilo de la vida y la muerte, el poder de las almas en la punta de mis dedos ―se detuvo, saboreando el momento―, yo Haru De'Ath, con la bendición de mis ancestros tomo mi legado, me hago una con el y los invoco a yacer bajo mi manto.

Legado entre escombros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora