Antoinette estaba enrollada en mantas protegiéndose de los estragos de la tormenta de nieve de la noche anterior mientras Alissa leía en voz alta un libro de poesía cuando todo se vino abajo.
Al oír el estridente cuerno su piel se erizo, se levantó apresuradamente con Alissa detrás. Afuera ya era un caos, todos corrían de un lado a otro con armas, se las arreglaron para ir al prado de entrenamiento, Cretus y Sirio estaban dando órdenes y muchos ya tenían puestas sus armaduras; la imagen le dio un escalofrío, sabía que esto sucedería, pero se sentía aterrorizada con la idea de que Dietfried hubiese atacado a otro grupo de inocentes.
Sirio las vio y corrió hacia ellas esquivando unos caballos.
― ¿Qué es lo que está sucediendo? ―preguntó Antoinette.
― El traidor ha atacado una población cercana, creemos que le han informado sobre la presencia de De'Ath pues son demasiadas tropas allí, debemos irnos para apoyar ―la seriedad de su mirada era casi intimidante―; Antoinette escúchame muy atentamente, no quiero que te muevas de aquí por nada del mundo.
― No lo haré.
— ¿Por qué demonio estás en la nieve sin un abrigo?
— Salí muy rápido —se apresuró a explicar.
― Alissa llevala a cubrirse y no la dejes moverse de aquí, mantenla segura ―le pidió no confiando por completo en su palabra.
Ella asintió tomándola de la mano para sacarla de ahí, sin mucha resistencia se dejó arrastrar, al menos hasta que sus ojos encontraron a cierto hombre de cabello oscuro que corría hacia la tienda de armas con su armadura a medio poner. Antoinette se soltó de Alissa corriendo hacia él, ignoró por completo como la ninfa la llamaba repitiendo su nombre desesperadamente.
Había un par de soldados más adentro los cuales también pasó por alto, fue directo hacia Dominick quien se percató de ella apenas entró recibiéndola cuando se lanzó a sus brazos. Era extraño sentir que el normalmente cálido abrazo ahora era en su lugar un frío y penetrante metal que la hacía estremecer.
― No deberías estar aquí ―declaró con una mirada atormentada―, ni siquiera te pusiste un abrigo.
Él hizo una seña a un hombre que estaba cargando una aljaba con flechas, quien detuvo su labor un momento para alcanzar y lanzarle un abrigo que estaba por ahí. Dominick la envolvió con este.
― ¿Volverás bien? ―le pidió casi suplicando.
Los soldados a su alrededor seguían moviéndose, sacando armas de las cajas y distribuyendolas.
― No puedo prometerte eso Neth.
Antoinette apretó los ojos, sabiendo que él tendría que irse pronto, egoístamente no quería dejarlo. La posibilidad de perder a quien le había hecho sentir algo segura consigo la mortificaba.
― ¿Al menos intentaras? ―insistió— ¿tú y Sirio volverán?
Él tomó su rostro con una de sus manos mirando directamente a sus ojos con tal intensidad que solo había visto una vez antes, en el prado luego de que él viese su peor memoria.
― Lo haremos, pero por favor, mantente segura.
― No puedo quedarme aquí sin hacer nada.
― Antoinette ―enfatizó más―, necesitamos que estés bien.
No pudo replicar porque oyeron el cuerno otra vez y él la miró por última vez con algo de pesar en sus ojos, se deslizó de sus brazos para tomar su casco y correr siendo seguido por los demás.
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Legado entre escombros.
FantasíaEsta historia contiene fragmentos que pueden resultar como un gatillo para personas con algún trauma relacionado con el abuso sexual, físico o psicológico; leer bajo responsabilidad propia. ------------------------------------------------------ Anto...