CAPÍTULO 1:
31 de agosto de 2012—Mamá, ¿podemos irnos ya? —insistió Charles, un niño de 12 años con una expresión de impaciencia. Habían pasado más de dos horas recorriendo un centro comercial en Madrid, y Charles estaba al borde del aburrimiento total. Pascale, su madre, estaba decidida a encontrar el regalo perfecto para su esposo Hervé por su 15º aniversario de casados.
Pascale, una mujer meticulosa y perfeccionista, estaba completamente concentrada en la tarea. No podía permitirse un regalo mediocre. Primero pensó en una corbata, pero pronto descartó la idea; Hervé ya no usaba trajes formales. Luego consideró una cortadora de césped, pero decidió que podría ser malinterpretado como una indirecta poco sutil. Pensó en unos zapatos, pero no recordaba la talla exacta de Hervé. Finalmente, se le ocurrió la solución: el teléfono de su esposo había estado fallando desde que se le cayó en la bañera hacía unas semanas. ¡Un nuevo teléfono sería el regalo perfecto!
Con una sonrisa decidida, Pascale llevó a Charles a una tienda de tecnología. La variedad de teléfonos era abrumadora, y Pascale no tenía ni idea de cuál sería el mejor para Hervé. Tras varios minutos de incertidumbre, una dependienta se acercó a ellos. Era una mujer de tez morena, cabello rizado y ojos brillantes que irradiaban amabilidad.
—Buenas tardes, ¿les puedo ayudar con algo? —preguntó en español.
Pascale, que apenas hablaba el idioma, hizo un esfuerzo por recordar lo poco que su esposo le había enseñado.
—Lo siento... no hablo... español. Soy... francesa —respondió, torpemente.
La dependienta frunció el ceño ligeramente, sin comprender del todo. Después de un momento incómodo, se retiró. Charles, quien había estado quejándose sin parar, observó en silencio, impresionado de que su madre hablara un idioma que él no entendía.
Al no saber qué más hacer, Pascale soltó la mano de Charles y lo animó a ir a jugar mientras ella resolvía lo del regalo. Charles, aliviado por la libertad, comenzó a explorar los teléfonos del mostrador. Se aseguró de que nadie lo miraba y empezó a encender los dispositivos. Al activar la cámara de uno, se vio reflejado en la pantalla, con el ceño fruncido y la lengua de fuera, lo que le hizo reír a carcajadas. Decidió aprovechar el momento y comenzó a tomarse fotos en todos los teléfonos que podía alcanzar, haciendo caras y poses divertidas.
Su diversión fue interrumpida cuando sintió una mano firme en su hombro. Al levantar la vista, vio a su madre con el ceño fruncido.
—Cuando te dije que fueras a jugar, no me refería a esto. ¡Podrías haber roto algo! —lo reprendió Pascale.
—Lo siento, mamá... —respondió Charles, bajando la cabeza.
Pascale suspiró, suavizando su tono.
—No estoy enojada, cariño, solo debes pensar antes de hacer las cosas. Pero ya encontré el regalo perfecto para tu padre. ¡Vamos! Si nos damos prisa, podremos comprar un helado.
Charles no necesitó más para salir corriendo, dejando atrás a su madre que intentaba seguirle el paso.
1 de Septiembre de 2012
Carlos no podía contener su emoción. Hoy era su cumpleaños, y por fin tendría su propio teléfono móvil. Había pasado meses pidiéndolo, y finalmente sus padres habían accedido. No podía esperar a llegar a la escuela después de las vacaciones. Se imaginaba entrando por la puerta, con todos sus compañeros girándose para mirarlo, asombrados y envidiosos. Sabía que muchos le tendrían envidia, pero también esperaba que otros lo admiraran. "Definitivamente voy a conseguir novia", pensaba, convencido de que su nuevo teléfono lo haría más popular.
—¡Si no te das prisa, te quedarás sin regalo! —gritó su madre, Reyes, desde la puerta de su habitación.
Carlos, aún en ropa interior, se levantó de un salto, avergonzado. Se vistió rápidamente, eligiendo su camiseta favorita de Pink Floyd y unos jeans. Después de colocarse sus tenis, bajó las escaleras a toda prisa. Afuera, su padre ya tocaba el claxon con impaciencia.
Al llegar al centro comercial, Carlos no podía apartar los ojos de la sección de teléfonos. Había tantos modelos, pero él sabía que quería algo que fuera moderno y rápido, algo que lo hiciera destacar. Mientras recorría la tienda, su mirada se desvió hacia una dependienta. Era bonita, pero no era su tipo. A Carlos le gustaban las chicas castañas, de ojos verdes intensos, tan verdes como esmeraldas. Le gustaban altas, pero no demasiado, lo justo para no tener que agacharse mucho para besarlas. Sus labios debían ser rojos y bien formados, con pómulos marcados que les dieran un aspecto angelical. Desafortunadamente, Madrid no estaba llena de esas chicas ideales, pero aún así seguía soñando.
Después de examinar varios teléfonos, Carlos finalmente encontró uno que cumplía con todas sus expectativas. Era rápido, elegante y tenía la capacidad de descargar todos los juegos que tanto deseaba. Se dirigió a la caja con una sonrisa triunfante.
De regreso en casa, Carlos corrió a su habitación y desempaquetó el teléfono con cuidado. No quería dañar ni una sola parte. Encendió el dispositivo y comenzó a explorar todas sus funciones, listo para descargar juegos, pero algo llamó su atención. Un pequeño ruido provenía de la ventana. Al voltear, vio una pequeña ardilla que comía tranquilamente una bellota. Sin pensarlo, sacó su teléfono y trató de tomarle una foto. Sin embargo, el flash se activó y la ardilla salió corriendo, asustada.
—¡Maldición! —exclamó.
Decidió revisar la galería para ver la foto, pero lo que encontró fue algo mucho más sorprendente. Había una serie de fotos de un niño que no conocía. El chico tenía el cabello castaño y unos ojos verdes tan profundos que parecían esmeraldas. Sus labios eran rojos y bien formados, con pómulos marcados y una expresión angelical en cada imagen. Carlos se quedó mirando la pantalla, asombrado. Nunca había visto a alguien tan perfecto, y en ese instante, supo que estaba perdidamente enamorado de ese misterioso ángel.
.......
Hola 👋, voy a estar cambiando algunas cosas de los capítulos para que tenga más sentido la historia para aclarar Charles tiene 12 y Carlos 15
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Entre Sueños y Realidades (Charlos)
FanfictionEn una tarde de vacaciones aparentemente ordinaria. Lo que comienza como un simple acto de diversión, tomando fotos en teléfonos desconocidos, se convierte en el inicio de una conexión inesperada que se extiende a lo largo de los años. Sin embargo...