Fin

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Las semanas pasaban en el hospital y Charles iba sanando. Algunos moretones ya se habían esfumado y otros solo dejaban pequeños rastros. Lo importante es que él estaba aquí conmigo, y eso era lo único que importaba. No iba a dejar que nada malo le pasara; siempre estaría para él. Luego de unos días más en el hospital, donde yo lo iba a ver todos los días, le dieron de alta. Agradecí que así fuera, ya quería estar en nuestra casa, donde podría cuidarlo y protegerlo. Le preparé algunas cosas para tener todo listo antes de salir del hospital.

Le avisé a Checo, quien se había ido hace unos pocos días porque dijo que Max no cuidaba bien a sus hijos. Me alegró mucho verlo y más saber que se preocupa por Charles. Sabía que Checo era un gran amigo, así que los dejaba solos unas horas en las que me duchaba y comía algo. También aprovechaba para comprar algunas ropas y artículos de higiene para Charles que ya se habían acabado.

El día que dieron de alta a Charles, lo ayudé a cambiarse, pero no pude terminar porque los moretones que él tenía eran un recordatorio de todo lo que había vivido y de que yo no lo había protegido. Me odio por eso, pero no voy a dejar que vuelva a suceder. Al salir del hospital, nos encontramos con el oficial que había tomado la declaración. Venía con una sonrisa de oreja a oreja, dándonos a entender que traía buenas noticias.

—Les tengo buenas noticias —dijo el oficial cuando se acercó a nosotros.

—¿Y cuál es esa noticia? —pregunté esperanzado de que ese infeliz no pudiera ver la luz del sol nunca en su vida.

—Gracias a la declaración de Charles y a las pruebas que se hallaron en la casa, logramos que recibiera cadena perpetua —al escuchar eso, sentí un gran alivio y por el cuerpo relajado de Charles supe que él también. Luego de compartir un par de palabras más con el oficial, le agradecimos por su ayuda y nos fuimos sintiendo una paz enorme.

Ayudé a Charles a subir al taxi y nos dirigimos al aeropuerto. Al aterrizar del avión, Checo y Max nos estaban esperando en la entrada. Se miraban felices, llevaban un cartel con las letras mal escritas que decía "Bienvenido a casa, Charles". Sonreí al notar que esas eran las letras de Carola y Pato. Al llegar a ellos, nos abrazaron teniendo cuidado con Charles, que a pesar de todo, sus costillas todavía estaban sanando. Luego de unos minutos, nos dirigimos al auto, un Audi Q3 de color negro. Nos subimos para llegar a la casa de Checo y Max, quienes tenían preparada una comida para nuestro regreso. Por fin, Charles pudo conocer a mis sobrinos, quienes quedaron encantados con sus ojos tan preciosos.

—Eres tan bonito —dijo Pato, haciendo que Charles se sonrojara al instante.

—Gracias, tú también, sobre todo con esas pequitas que tienes.

—Gracias, las heredé de mi papi Checo.

—Se nota, él también es bonito.

—¿Y yo no soy bonita? —dijo Carola con sus ojos llorosos, haciendo que Charles rectificara rápidamente sus palabras.

—Claro que sí, los dos son bonitos y no cabe duda alguna —en eso, Checo interrumpió nuestra charla para avisarnos que la comida estaba servida. Era algo sencillo ya que les pedí de favor que no hicieran algo extravagante. Luego de la comida, noté una mirada perdida en Charles, algo que me alarmó. Pensé que tal vez había sido muy precipitado y que no quería tantas personas a su alrededor, así que me acerqué a él. Estaba teniendo una pequeña conversación con Max, quien al verme terminó su charla y se dirigió a la cocina. Charles, por su lado, evitó mi mirada, preocupándome aún más. Me acerqué de manera cautelosa, tocando su hombro y viendo por fin sus hermosos ojos.

—Oye, si quieres irte le puedo decir a Checo que algo me hizo mal, no tenemos que quedarnos —él me miró y asintió con la cabeza, así que me alejé para hablar con Checo. Le dije una excusa y nos despedimos. Al estar en el auto, pude notar algunas lágrimas acumuladas en sus ojos, pero no quise presionar, así que solo arranqué el auto. Luego de unos minutos infernales, llegamos a casa. Charles se bajó de manera apresurada, así que saqué las maletas del auto, pretendiendo darle su espacio. Aunque me encantaría estar con él todo el tiempo y protegerlo, solo él sabe lo que hay en su cabeza.

Entre Sueños y Realidades (Charlos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora