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Charles

Me encontré en un estado de total confusión mientras las lágrimas nublaban mi visión y mis mejillas se empapaban. ¿Cómo había llegado a este punto tan desolador? Morir solo y sin amor, esa parecía ser mi triste destino.

Flashback

El camino de regreso a casa fue una tortura. Esteban me lanzaba insultos crueles con cada palabra que salía de su boca, todos dirigidos hacia mí. Sabía que todo era culpa mía, que había provocado su furia y su ira con mis propias acciones. Sin embargo, no protestaba, no me defendía, solo asentía a sus palabras mientras las lágrimas se acumulaban en mis ojos.

Al llegar a casa, la atmósfera se volvió aún más tensa. Esteban estaba visiblemente enfurecido, sus ojos brillaban con un fuego peligroso y su voz resonaba con un tono de desprecio.

-Me imagino que te la pasaste muy bien con ese doctor, ¿verdad? - dijo Esteban, dándome una cachetada que resonó en todo mi ser. -Pero adivina qué, Charles, yo no soy un idiota al que puedes engañar - continuó, tirándome al suelo y comenzando a patearme en el abdomen. Lloré sin control, sintiéndome completamente impotente pero no protestaba, no me defendía, solo dejaba que su ira se desahogara sobre mí.

-No llores como un cobarde, actúa como la perra que eres- gruñó Esteban con desprecio mientras me quitaba los pantalones con brutalidad. Sus palabras me golpearon como un puñal en el corazón, pero no pude protestar. Él comenzó a morderme el cuello con ferocidad, dejando marcas rojas y dolorosas a su paso.

-Ya no necesitas preparación, estás lista para mí- escupió Esteban con arrogancia antes de penetrarme con brutalidad, causándome un dolor indescriptible. Me retorcí de angustia mientras él continuaba con su brutalidad, sin mostrarme ni un ápice de misericordia. Después de unos minutos interminables, se corrió dentro de mí y me dejó tirado en el suelo, hecho pedazos y lleno de sangre. -No sirves para nada, no eres capaz de satisfacerme. Eres una basura que arruina mi vida- dijo Esteban con desprecio antes de clavarme un cuchillo en el abdomen con una crueldad despiadada. Su voz resonaba en mis oídos mientras se alejaba, dejándome solo y ensangrentado en un charco de dolor y desesperación.

Carlos

Me encontraba perdido en un mar de pensamientos y emociones mientras seguía al novio de Charles hasta su apartamento. La oscuridad de la noche envolvía el vecindario, y el aire estaba cargado de una tensión palpable. Cada paso que daba resonaba en el silencio de la noche, y podía sentir la adrenalina correr por mis venas mientras me acercaba al destino. Al llegar al edificio, una sensación de urgencia me invadió.

- ¿Busca a alguien? -preguntó el guardia, de unos 50 años aproximadamente.

-Sí, a Charles Leclerc-, respondí nerviosamente.

-Así, claro. Pase- dijo el guardia, permitiéndome el paso.

- ¿Disculpé, en qué número de apartamento está? - pregunté, temiendo ser rechazado.

-Es el apartamento 512- respondió, guiándome con la mano.

Me encontré corriendo por los pasillos del edificio, buscando frenéticamente la puerta correcta. Finalmente, llegué al apartamento 512, donde sabía que Charles estaba.

Mis manos temblaban ligeramente mientras tocaba la puerta del apartamento con fuerza, esperando desesperadamente una respuesta. El sonido del golpe resonó en el pasillo, pero no hubo respuesta inmediata. Una sensación de inquietud se apoderó de mí mientras esperaba, preguntándome qué me encontraría al otro lado de esa puerta.

-Esteban, ¿estás ahí? - Escuché un débil murmullo desde el interior, lo que me hizo redoblar mis esfuerzos. Con un empujón, derribé la puerta.

Lo que vi al entrar en la habitación me dejó sin aliento. Charles estaba tirado en el suelo, desnudo y cubierto de sangre, su rostro contorsionado por el dolor y la angustia. El olor metálico de la sangre llenaba el aire, y la habitación estaba sumida en un silencio ominoso. Sin pensarlo dos veces, me quité la camisa que llevaba puesta y la coloqué sobre la herida de Charles, tratando de contener la hemorragia. Encontré una manta en el sofá cercano y la coloqué con cuidado sobre su cuerpo tembloroso, tratando de mantenerlo lo más cálido posible. Mientras lo miraba, sus ojos comenzaron a cerrarse lentamente, como si estuviera perdiendo la batalla contra el sueño y el dolor. Una sensación de pánico se apoderó de mí mientras me daba cuenta de que no podía permitir que eso sucediera. No podía perderlo, no ahora que lo había encontrado.


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Entre Sueños y Realidades (Charlos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora