12 Baile

81 10 2
                                    

Carlos

El sol de la tarde se filtraba por las ventanas del salón, llenando la habitación con una luz cálida y dorada. Charles y yo habíamos estado pasando más tiempo juntos, disfrutando de pequeños momentos que poco a poco ayudaban a sanar sus heridas. Hoy, quería hacer algo especial, algo que nos permitiera seguir conectando a un nivel más profundo.

-Charles, ¿te gustaría bailar? -le pregunté, un poco nervioso por su respuesta.

-¿Bailar? -respondió sorprendido, sus ojos llenándose de curiosidad y algo de aprensión-. No sé si pueda, Calos. Todavía me duele un poco.

-Será algo suave, prometo no forzarte. Solo quiero que disfrutemos de la música y el momento.

Charles dudó por un instante, pero luego asintió con una sonrisa tímida. Fui a buscar mi vieja colección de vinilos y elegí uno con melodías suaves y románticas. El sonido de la aguja sobre el disco llenó la habitación, y pronto la música comenzó a envolvernos.

-Ven aquí -le dije, extendiendo mi mano hacia él.

Charles tomó mi mano y lo guié al centro del salón. Coloqué suavemente una mano en su cintura, y con la otra entrelacé nuestros dedos. Comenzamos a movernos al ritmo de la música, despacio, sintiendo cada nota y cada latido.

-¿Cómo te sientes? -pregunté, atento a cualquier signo de incomodidad en su rostro.

-Estoy bien, Calos. Esto es... bonito -dijo, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

Nos balanceamos lentamente, permitiendo que la música nos guiara. A cada paso, sentía que Charles se relajaba un poco más, dejándose llevar por el momento. Sus movimientos eran cautelosos, pero elegantes, y aunque todavía podía ver la sombra del dolor en su rostro, había algo más: una chispa de alegría que me llenaba de esperanza.

-Nunca había hecho esto antes -confesó Charles, su voz apenas audible sobre la música.

-Bailar? -le pregunté, sorprendido.

-Bailar así, con alguien que... me importe tanto -respondió, su mirada fija en la mía.

Sentí un calor reconfortante en el pecho, una mezcla de alegría y amor que me hacía querer protegerlo aún más. Nos movíamos despacio, permitiendo que el tiempo se detuviera, disfrutando de la cercanía y la conexión que estábamos construyendo.

La música cambiaba, envolviéndonos en una melodía aún más suave y romántica. Reconocí la canción al instante: "L'amore Dice Ciao" de Armando Trovajoli. Era perfecta para este momento, para este baile íntimo entre dos personas que se estaban descubriendo mutuamente.

-Calos -murmuró Charles de repente, levantando la cabeza para mirarme-. Gracias por estar aquí. No sé qué habría hecho sin ti.

-No tienes que agradecerme, Charles. Estoy aquí porque quiero, porque tú eres importante para mí.

Nos quedamos en silencio por un momento, dejándonos llevar por la intimidad del momento. Cada movimiento, cada susurro de la música nos acercaba más, y sentí que algo en nuestro interior estaba cambiando, sanando.

-Quiero que sepas que estoy aquí para ti, pase lo que pase -dije, asegurándome de que comprendiera la sinceridad de mis palabras.

-Y yo para ti, Calos -respondió, apretando mi mano con fuerza.

La tarde avanzaba lentamente, y la luz del sol se tornaba más cálida, pintando la habitación con tonos dorados y anaranjados. Nos quedamos así, enredados en el baile y el amor, hasta que la última nota de la canción se desvaneció. Entonces, con suavidad, me detuve y lo miré a los ojos.

-¿Te gustaría sentarte un momento? -pregunté, notando que empezaba a sentirse un poco fatigado.

-Sí, por favor -respondió con una sonrisa de agradecimiento.

Lo guié hasta el sofá y nos sentamos juntos, todavía tomados de la mano. Charles apoyó su cabeza en mi hombro y suspiró, un sonido de alivio y contento. Sentí que, a pesar de las dificultades, estábamos construyendo algo hermoso, algo que nos daba fuerza y esperanza.

-Este ha sido uno de los mejores días que he tenido en mucho tiempo -dijo Charles, su voz suave y llena de sinceridad.

-Para mí también, Charles. Para mí también.

Nos quedamos así, en silencio, disfrutando de la paz y la compañía mutua. El dolor aún estaba presente, pero se sentía más soportable, más manejable. Juntos, sabíamos que podíamos enfrentar cualquier cosa, y ese pensamiento me llenaba de una determinación y amor que no había sentido nunca antes.

La tarde se convirtió en noche, y con el cambio de luz vinieron las estrellas, brillando a través de las ventanas. Nos quedamos allí, abrazados, viendo cómo el cielo nocturno se desplegaba ante nosotros, un recordatorio de que, aunque las cosas a veces se ponían oscuras, siempre había luz esperando en algún lugar.




Hola a todos,

Sé que he tardado en publicar este capítulo, pero no quiero que la historia termine todavía. Oficialmente estamos a la mitad de la historia y, aunque no es muy larga, nunca esperé recibir tanto apoyo. Les agradezco de corazón.

Por cierto, estoy publicando este capítulo desde mi teléfono porque mi computadora se arruinó. Así que habrá un nuevo capítulo hasta que la repare, ¡jajaja!

Gracias por su paciencia y comprensión.

Gracias por su paciencia y comprensión

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Yo triste porque ya vamos a la mitad

Entre Sueños y Realidades (Charlos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora