22 A salvo

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El avión zumbaba suavemente, pero mi mente era un caos. Cada segundo que pasaba sin saber dónde estaba Charles se sentía como una eternidad. No podía dejar de pensar en él, en qué le podrían estar haciendo. Cerré los ojos, tratando de calmarme, pero lo único que veía era la imagen de él siendo golpeado.

El cansancio finalmente me venció y caí en un sueño inquieto. En mi sueño, me bajé del avión y llegué a una casa abandonada. No había nadie, pero sentía la presencia de Charles en algún lugar. Caminé y de repente me encontré en un laberinto. La voz de Charles me llamaba, "¡Carlos! ¡Carlos!" Corrí hacia el sonido, pero me perdía más. La desesperación me envolvía mientras seguía escuchando su voz, ahora más lejana. De repente, alguien me tocó el hombro. Me volteé y vi a Esteban, quien me golpeó fuerte. Desperté hiperventilando, con una sobrecargo intentando calmarme, pero no podía.

Finalmente, después de unos minutos, logré tranquilizarme un poco y fui al baño. Me lavé la cara y me miré al espejo. Apenas me reconocía. Mi rostro estaba demacrado, con ojeras profundas y ojos rojos. No parecía yo mismo.

Un aviso de que estábamos a punto de aterrizar hizo que mi corazón se acelerara. Me senté y me abroché el cinturón, aceptando el vaso de agua que la sobrecargo me ofrecía. Aterrizamos y me bajé del avión rápidamente, tomando un taxi hacia el destino que no estaba muy lejos.

Al llegar, me preparé para entrar a la casa. La casa estaba desolada y en muy mal estado, con polvo por todos lados y un silencio sepulcral. Busqué por todos los rincones hasta que escuché a alguien llorar. Seguí el sonido y encontré una imagen devastadora: Charles, amarrado y vendado, con moretones por todo el cuerpo y sangre. Estaba desnudo y parecía tener más de un hueso roto.

Mi corazón se rompió al verlo así. Me acerqué despacio mientras le susurraba cosas tranquilizadoras. Escuché su voz débil.

—Por favor, Esteban, ya no me hagas daño —dijo Charles con un hilo de voz.

Me acerqué aún más, acariciando su rostro suavemente.

—Charles, soy yo, Carlos. Estoy aquí, todo va a estar bien —le dije con voz temblorosa.

Charles me cubrió con una manta y me llevó con mucho cuidado hasta su carro. Cada movimiento me dolía, pero el consuelo de estar en sus brazos me daba fuerzas. Nos dirigimos al hospital y al llegar, me ingresaron de inmediato.

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Charles:

Había perdido la noción del tiempo. Esteban me había golpeado varias veces en la cara y el dolor era insoportable. Estaba llorando, deseando que todo terminara. Después de un rato, escuché pasos y me aterroricé, pensando que Esteban regresaba. Pero luego escuché una voz que me parecía un sueño.

—Charles, soy yo, Carlos. Estoy aquí, todo va a estar bien.

Sentí una mano acariciando mi rostro y, aunque estaba seguro de que era un sueño, el toque era tan real. La venda fue retirada de mis ojos y, aunque me costó acostumbrarme a la luz, pude ver a Carlos. Me abalancé hacia él, ignorando el dolor en mi cuerpo, y me aferré a él como si mi vida dependiera de ello.

Carlos me cubrió con una manta y me llevó con mucho cuidado hasta su carro. Cada movimiento me dolía, pero el consuelo de estar en sus brazos me daba fuerzas. Nos dirigimos al hospital y al llegar, me ingresaron de inmediato.

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Carlos:

Ver a Charles en ese estado me dolió profundamente, pero decidí ser fuerte por él. Llamé a la policía y regresé a la casa para esperar a Esteban. Cuando llegó, no pude contenerme. Me abalancé sobre él y desaté toda mi furia. Cada golpe que le daba era un intento de liberar la rabia y el dolor que sentía.

La policía llegó y nos separó. Se llevaron a Esteban y regresé al hospital escoltado por un policía. Me informaron que Charles estaba dormido. Después de unas horas, despertó. Entré a su habitación y lo vi, aún débil, pero vivo.

—¿Cómo te sientes? —le pregunté con suavidad.

—Bien, un poco adolorido, pero mejor —respondió Charles.

Las lágrimas comenzaron a caer por mi rostro mientras le pedía disculpas.

—Perdón, perdón, perdón —dije entre sollozos, abrazándolo con todo el cuidado del mundo.

Charles levantó mi cabeza y me miró a los ojos.

—No es tu culpa, Carlos —me dijo, y nos besamos con ternura.

Luego entró la policía y Charles, armándose de valor, declaró todo lo que había sucedido.

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Charles:

La policía estaba en la habitación. Respiré hondo, sabiendo que tenía que contarles todo. La mirada de Carlos me daba fuerzas.

—Me secuestraron —comencé, mi voz temblando—. Esteban me mantuvo amarrado todo el tiempo. No me dejaba comer ni beber agua, lo único que me daba era su semen. Me golpeaba todos los días, a veces hasta dejarme inconsciente. —Las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas, pero continué—. Me violaba repetidamente. Usaba mi cuerpo para su satisfacción y me dejaba en el suelo, sangrando y dolorido. No me soltaba nunca. Me ataba con cuerdas tan apretadas que mis muñecas y tobillos sangraban.

Miré a Carlos, quien estaba pálido y con el puño cerrado. Sabía que le dolía escuchar esto, pero tenía que seguir.

—Me golpeaba con cualquier cosa que tuviera a la mano. Me rompió costillas y moretones en todo el cuerpo. No podía moverme sin sentir dolor.

Los policías tomaban nota de cada palabra, sus rostros serios. Sabían que cada detalle era crucial.

—A veces, traía a otras personas y... —mi voz se quebró— y me hacían cosas horribles. Me usaban como si no fuera un ser humano. No sabía si algún día saldría de allí con vida.

Carlos apretó mi mano, y eso me dio el coraje para continuar.

—Por favor, no dejen que esto vuelva a pasar. No puedo soportar la idea de que alguien más pase por lo mismo.

Los policías asintieron, asegurándome que harían justicia.

Cuando se fueron, miré a Carlos y le supliqué.

—No me dejes solo.

—No te dejaré, Charles. Estoy aquí contigo.

Nos dormimos juntos, aferrados el uno al otro, encontrando consuelo en nuestra cercanía.

Entre Sueños y Realidades (Charlos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora