Capítulo 11
Esa noche, mientras cenábamos y conversábamos, sentí que todo el esfuerzo y la preocupación valían la pena. Charles comenzaba a abrirse, y aunque el camino por recorrer aún era largo, sabía que no estaba solo en esta travesía.A mi papá siempre le gustaron las
aventuras, y yo siempre lo acompañaba. Eran lugares muy riesgosos para que un niño tan pequeño estuviera allí, pero no me importaba porque al final de cada expedición siempre encontrábamos lugares maravillosos. Me recuerdo de uno en especial. Fue una expedición larga, duró tres días, pero valió la pena porque encontramos un lago en medio del bosque. Estaba rodeado de árboles con un tono primaveral, el agua era cristalina, y los rayos del sol daban directamente al lago, donde pudimos ver algunos peces y flores que crecían a su alrededor. Era lo más precioso que había visto hasta ahora, porque ver a mi ángel con una sonrisa genuina en su rostro y las mejillas sonrojadas era lo más precioso del mundo. En ese momento supe que estaba perdido, porque nadie podría reemplazar esta vista que mi ángel me regalaba en esos instantes.—¿Tengo algo en la cara? —preguntó Charles con un tono preocupado, despejándome de mis pensamientos.
—No, solo que me gusta verte sonreír.
Me reí ante la acción de Charles, que se había puesto como un tomate y se cubrió la cara al instante. Se me hizo la cosa más tierna del mundo. A los pocos segundos, me levanté de la mesa buscando un juego de mesa para pasar más tiempo con Charles.
Charles
Hacía tiempo que no me divertía ni me sentía con esa paz. Era como si estar con Carlos me hiciera olvidarme de mi dolor, como si todo lo que viví ya no existiera y solo fuéramos él y yo. Quería conocerlo, saber quién era mi héroe, así que me atreví a preguntarle.
—¿Le puedo hacer una pregunta, Doctor?
—Por favor, dime Carlos.
—Claro, Calos —respondí, notando cómo esbozaba una sonrisa ante mi forma de pronunciar su nombre, lo que me hizo sonrojar al instante.
—Claro, pregúntame lo que quieras.
—¿Quién eres? Digo, quiero conocerte. Me gustaría saber quién es Calos. Solo sé tu nombre y tu profesión, pero quiero saber más.
Mi corazón empezó a latir eufóricamente, temiendo que Carlos se molestara, pero en sus ojos pude ver la ternura, como si lo que dije fuera lo más raro y hermoso que le hayan preguntado.
—Bueno, es complicado decirte toda mi vida, pero puedo empezar con lo sencillo. Mi nombre completo es Carlos Sainz Vázquez de Castro Cenamor Rincón Rebollo Virto Moreno de Aranda Don Per Urrielagoida Pérez del Pulgar. Tengo 24 años, soy de Madrid, España, y llevo en Francia casi dos años.
—¿Y por qué te mudaste?
—Bueno, necesitaban personal aquí en Francia y yo decidí ofrecerme como voluntario. Ya sabes, quería ayudar. ¿Y qué hay de ti? ¿Quién eres, Charles Lecrec?
—No tengo muchas cosas sobre mí. Solo que tengo 22 años, soy de Mónaco, pero me mudé aquí por Esteban.
Quería llorar. No sabía cuánto se puede extrañar a tu familia, aunque ellos no te quieran.
—Dime una cosa, Charles. ¿De verdad lo amas como para dejar que te rompa el corazón en pedazos? ¿De verdad vale la pena?
No sabía qué responder a eso. Así que lo único que hice fue irme. No quería ver a Calos y enfrentarme a la realidad de lo que en realidad era mi vida: un desastre. Me recosté en la cama, haciéndome un ovillo y permitiéndome por fin llorar.
Carlos
Me quedé sentado en la mesa, sintiendo un nudo en el estómago. Ver a Charles huir así, con lágrimas contenidas en sus ojos, me desgarraba por dentro. ¿Cómo alguien podía ser tan cruel con un ser tan puro y frágil? Me levanté lentamente, recogiendo los restos de nuestra cena, tratando de darle el espacio que necesitaba, aunque cada fibra de mi ser quería ir tras él y consolarlo.
La casa estaba en silencio, roto solo por mis suspiros pesados y el ruido ocasional de los cubiertos. Mientras limpiaba, mi mente volvía a esa expedición con mi padre, a ese lago escondido en el bosque. La pureza de ese momento reflejaba lo que sentía por Charles. Él era mi refugio, mi lago en medio del caos.
No podía permitir que se sintiera solo. Dejé todo en la cocina y me dirigí a su habitación. La puerta estaba entreabierta, y lo vi allí, hecho un ovillo, con el cuerpo temblando ligeramente por los sollozos. Entré despacio, sin hacer ruido, y me senté en el borde de la cama. No dije nada. Solo puse una mano suave en su espalda, acariciando con ternura.
—Calos... —su voz quebrada me llamó, y sus ojos hinchados y enrojecidos se encontraron con los míos—. No quiero estar solo.
—No lo estás, Charles. Estoy aquí contigo. Siempre.
Me acurruqué a su lado, abrazándolo con cuidado, dejando que su dolor se disolviera entre mis brazos. Cada lágrima que caía de sus ojos era un recordatorio de cuánto necesitaba ser amado, ser protegido. Y yo estaba dispuesto a ser esa persona, a cuidar de él y mostrarle que, a pesar de todo el sufrimiento, el amor verdadero y la paz eran posibles.
La noche avanzaba y, aunque el silencio reinaba, el peso de las palabras no dichas se sentía menos denso. Poco a poco, Charles se calmó, sus respiraciones se volvieron más regulares y, en algún momento, ambos nos quedamos dormidos, entrelazados en un abrazo que prometía ser el inicio de algo hermoso y duradero.
💗💗💗
!Hola a todos,
Sé que ha pasado mucho tiempo desde mi última publicación, pero ya estoy de vuelta. Espero no volver a desaparecer por tanto tiempo. Estoy muy agradecida por el apoyo continuo que le han dado a mi historia. Su entusiasmo y comentarios significan mucho para mí y me motivan a seguir escribiendo. De verdad, muchas gracias por estar ahí.
¡Nos leemos pronto!
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Entre Sueños y Realidades (Charlos)
FanfictionEn una tarde de vacaciones aparentemente ordinaria. Lo que comienza como un simple acto de diversión, tomando fotos en teléfonos desconocidos, se convierte en el inicio de una conexión inesperada que se extiende a lo largo de los años. Sin embargo...