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Cuatro años de amor y complicidad nos habían unido a Matías y a mí. Habíamos compartido risas, lágrimas y sueños, construyendo un futuro juntos con cada paso que dábamos. Sin embargo, últimamente, algo había estado fuera de lugar, él parecía distante, totalmente hundido en sus pensamientos, y yo no podía evitar sentir una punzada de preocupación en mi corazón.
Mi mejor amiga, Malia, notó el cambio en Matías tan pronto como yo. Fue durante una tarde soleada en el patio trasero de mi casa cuando sacó el tema de sus sospechas. Tomando sorbos de mate, ella comenzó a hablar, su tono era como una melodía cargada de intriga.
― Mira, Fati, no quiero meterme en tu relación ni nada por el estilo, pero ¿no has notado algo extraño en Matías últimamente? ― preguntó Malia, con una expresión preocupada en su rostro.
Levanté la mirada, un poco sorprendida por la pregunta. ― ¿A qué te refieres, Malia? Matías ha estado un poco distante últimamente, pero supongo que todos pasamos por momentos así, ¿no?
Malia dejó escapar un suspiro mientras revolvía el mate con la bombilla. ― Sí, Fati, entiendo que todos tenemos altibajos, pero algo me parece raro. ¿No te parece extraño que siempre tenga una excusa para no verte los fines de semana?
Una sensación incómoda se apoderó de mí mientras escuchaba las palabras de Malia. ― Bueno, tal vez está ocupado o tiene cosas importantes que hacer ― intenté justificar, aunque su tono sugerente sembraba dudas en mi mente.
Malia inclinó la cabeza, su mirada llena de complicidad. ― Sí, podría ser, pero ¿no crees que es un poco sospechoso? Además, ¿has notado cómo se comporta cuando recibes mensajes o llamadas? Parece nervioso, ¿no?
Las palabras de Malia resonaron en mi cabeza, sembrando semillas de desconfianza. ¿Sería posible que Matías estuviera ocultando algo? Mis pensamientos se enredaban en una telaraña de incertidumbre, y por primera vez, comencé a cuestionar la confianza que había depositado en mi pareja.
A partir de ese día, las palabras de Malia se convirtieron en una sombra que me seguía a todas partes, alimentando mis inseguridades con cada pequeña duda. Y aunque intenté mantener la fe en mi relación, su influencia comenzó a pesar sobre mí, llenando mi corazón de temores y preocupaciones.
Cada vez que Matías llegaba tarde o tenía una excusa para no estar conmigo, una voz en mi cabeza me decía que algo andaba mal. Mis pensamientos se llenaban de dudas y temores, y cada vez me costaba más confiar en él.
Un día, mientras caminaba por la ciudad, me tropecé con Matías saliendo de una joyería, acompañado de otra mujer. El corazón me dio un vuelco al verlos juntos, y una mezcla de ira y dolor se apoderó de mí.
Sin pensarlo dos veces, me acerqué a ellos y lo encaré con una mirada llena de reproche. ― ¿Qué estás haciendo, Matías? ¿Quién es ella? ― le pregunté, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos
Matías me miró con sorpresa en los ojos, y por un momento, pareció no saber qué decir. Luego, con una expresión llena de determinación, sacó un pequeño estuche de la bolsa y lo abrió con rapidez
―Fátima, no es lo que estás pensando, siento mucho si te he hecho sentir insegura o desconfiada. Pero lo que estás viendo aquí es algo que he estado planeando durante mucho tiempo ― dijo, con voz temblorosa pero llena de sinceridad
Abrió el estuche y reveló un hermoso anillo de compromiso, centelleando bajo la luz del sol. Mis ojos se abrieron de par en par ante la revelación, y un mar de emociones invadió mi corazón.
― Estoy comprando este anillo para proponerte matrimonio, Fátima. ―continuó Matías, con los ojos brillando con determinación. ― Eres el amor de mi vida, y no puedo imaginar un futuro sin ti a mi lado
Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, pero esta vez eran lágrimas de felicidad y alivio. Sin embargo las dudas no terminaban de ser resueltas, pues el estaba con una chica que no conocía en la joyería
― ¿Y ella? ¿Quién es ella? ― el le dedico una mirada fugaz a la chica a un lado de él y me miró con seguridad
― Es la hermana de mi cuñada, tiene una casa de empeños así que le pedí que me ayudara a escoger el mejor anillo, pues te mereces eso y más
Con un suspiro de alivio, le tendí la mano, dándole a entender que comprendía la situación y que ya no podría más dudas acerca de su fidelidad. Me sentía culpable por haber desconfiado de él, sin embargo el amor que sentía en ese momento me hizo olvidarme de todo aquello que nos rodeaba
