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Desde que pusimos un pie en el set, la vida de Simón y la mía se entrelazó en una trama que solo el destino podría haber escrito. Él, encarnando a Coche, y yo, siendo Soledad, éramos más que simples personajes en la pantalla; éramos los corazones uniéndose en una historia de amor enredada por la tragedia.
Desde el momento en que mis ojos se encontraron con los suyos, supe que algo en mí había cambiado para siempre. Era como si el universo hubiera decidido juntar nuestras almas en un entrelazado de emociones y sentimientos que solo los actores comprenden. Pero, ¿cómo podía saber si lo que sentía era correspondido?
En el set, en Uruguay, grabábamos una escena crucial: el aeropuerto, donde Soledad se despedía de Coche para ir a Chile. Las cámaras capturaban cada gesto, cada mirada, cada suspiro cargado de la tristeza de la separación. Y en medio de esa atmósfera de despedida, había un romance latente que solo Simón y yo entendíamos.
La tensión se palpaba en el aire, y yo estaba nerviosa, inquieta ante la idea de tener que besarlo frente a las cámaras. ¿Cómo podía ocultar lo que sentía cuando mis labios se encontraran con los suyos? Pero Simón era más que un compañero de reparto; era un cómplice en este juego de emociones.
Antes de grabar la escena crucial en el aeropuerto de Uruguay, Simón y yo nos encontramos en un rincón apartado del set. Las luces parpadeaban, creando una atmósfera de nerviosismo que apenas podíamos ignorar.
Simón se acercó con una sonrisa cálida que iluminaba su rostro, y su mirada buscó la mía con una complicidad que me hizo temblar por dentro.
― ¿Estás lista para tu primera escena, Denise? ― preguntó, su voz resonando con una suave melodía que me reconfortaba.
Asentí con un gesto nervioso, tratando de mantener la compostura frente a la inminente escena de despedida que nos esperaba. ― Sí, estoy lista. Pero tengo que admitir que estoy un poco nerviosa.
Simón rió suavemente, como si entendiera cada uno de mis temores y los disolviera con su risa. ― No te preocupes, estaremos juntos en esto. Somos Soledad y Coche, ¿recuerdas? Nada puede separarnos, ni siquiera la distancia de la tragedia.
Sus palabras me reconfortaron de una manera que no supe explicar. Me sentí protegida, amparada bajo el ala de su confianza.
― Gracias, Simón ― murmuré, dejando que mis ojos encontraran los suyos en un gesto de gratitud y entendimiento. ― Realmente aprecio tu apoyo.
Él sonrió, y su mano encontró la mía en un gesto de cercanía que me llenó de calidez. ― Siempre estaré aquí para ti, Denise. Juntos vamos a hacer magia en esta escena, lo sé.
