" Al filo de tus ojos."
Habíamos dejado la cuidad kilómetros atrás y él no paraba de conducir.— ¿Tratas de secuestrarme? — Lo miré cuestionando.
Él soltó una pequeña carcajada sin dejar de mirar al frente mientras uno de sus brazos estaba apoyado en el borde de la puerta.
— Tú accediste a venir, ¿por qué esto sería secuestro?
— Imaginaba una charla más amena en una cafetería, no a las afueras de la cuidad. — Dirigí la mirada al frente. — ¿Me llevas al bosque? así comienzan las películas de terror.
— Me encanta el instinto de supervivencia, ¿de dónde dijiste que eres?
— ¿Por qué quieres saberlo? ¿Eres policía? - Cuestioné.
— ¿Cometiste un crímen? — Me miró unos segundos. — Es una pregunta básica, Irina. Pero ya veo, eres desconfiada y es bueno.
— ¿Dónde me llevas?
— Paciencia.
Ambos guardamos silencio el camino era boscoso, pero lindo y del silencio ni hablemos.
Miré a Damián unos segundos discretamente, los Langford son hombres sumamente atractivos, volverían loca a cualquier chica, pero la actitud deja mucho que desear, al menos de Christian.
Es un patán, pero Damián... bueno no hay mucho que decir.
Ese estilo de chico malo que maneja, dominaría a cualquiera si lo desea, pero que bobada Irina.
¿En qué momento accedí a subir al auto de un hombre que conocí anoche?
No me basto con la amarga experiencia que tuve con el hermano.
Bueno si estoy aquí es porque necesito saber con quién estoy tratando, Christian dijo cosas que me dejaron con dudas y el repentino interés de Damián, ¿sabrán algo?
Papá siempre dijo que al enemigo hay que tenerlo cerca.
Se desvío por un sendero en medio del bosque al final de este aparcó, podíamos apreciar un enorme portón al frente, el lugar lucía rodeado por hombres con traje y armas.
La puerta en cuestión de segundos se abrió y dió marcha, a lo lejos se percibía una gran casa, la propiedad era enorme y ni hablar de la seguridad.
Por qué toda esta situación me era tan familiar.
Aparcó nuevamente a metros de la entrada, bajo del auto y dió vuelta para abrime la puerta.
— Ven conmigo. — Me sonreía mientras extendía la mano invitandome a bajar.
Tomé su mano y con su ayuda baje del auto analizando un poco el perímetro.
— ¿Qué hacemos aquí?
— Tienes unos ojos preciosos, la esmeralda es mi piedra favorita. — Se acerco y poso su mano en mi mejilla mirándome fijamente. — Tu cabello rojizo resalta el color de tus ojos.
Sostuvo mi mano y me guío a la entrada.
Me detuve apartando mi mano.
— ¿Qué hacemos aquí? — Repetí la pregunta pero con más firmeza.
— Te invitaré a desayunar en el jardín.
— Estamos en el bosque, en una propiedad inmensa con demasiada gente armada, ¿por qué?
— ¿Te asusta? — Se acercó a mí. — Es mi hogar, ven.
Tomo nuevamente mi mano guiandome por el interior de la casa.
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Peligrosa atracción.
Romance¿Alguna vez se habían sentido corrompidas por el diablo? Bueno, pues así es como se sentía estar cerca de ellos.