Capítulo 8.

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" Un viejo amor."

Damián Langford.

Mi piedra esmeralda, era el nombre perfecto para esos dulces ojos que reflejaban una paz, tan tentador como para ser corrompidos.

— ¿Aliados por qué? — Me cuestionó.

— Prometo responder a todo, cuando tú tengas una respuesta a mí. — Aparte la mano de su mentón.

— Te conocí anoche, ¿por qué accedería?

— Accediste a venir conmigo, eso abrió mi panorama a creer que tal vez confías en mí.

— Lo dudo.

Miré el celular un momento, tenía que volver a casa.

Joder.

Volví a dar marcha al auto conduciendo.

— ¿Qué haces? — Me cuestionaba confundida.

Sin respuesta alguna seguí conduciendo hasta llegar al sitio, aparque y la miré.

— Dejaré que pienses la oferta y nos veremos después.

— Pero ni siquiera me has dicho nada.  — Miro por la ventana y suspiro. — Aunque no tengo nada que pensar.

Bajo del auto, estábamos fuera de su edificio no dije más y sólo la mire caminando hacia este.

Arranque el auto y volví a casa.

Al llegar lo primero que vi cuando entré fue a Christian, tal parece que me estaba esperando.

— ¿Por qué la trajiste? — Se acercó a mí.

— No es tu asunto.

— Priscila no te ordeno esto.

— Tu zorra no me dice que hacer. — Sonreí.

— Padre nos está esperando.

Molesto lo ví entrar al despacho y entré tras él, padre estaba en su silla fumando.

—  Tu chistecito está costando tu cabeza, Damiano. La familia Ivanov no sólo te culpa por asesinar a la mujer, sino que igual de la muerte de su heredera.

— ¿Heredera? — Christian y yo luciamos confundido.

— Según mis contactos Alexander y Bárbara tenían una hija.

— Eso es imposible, lo sabríamos. — Dije.

— Por qué otra razón Bárbara bajaría la guardía buscando en toda morgue, ¿mataste a la niña, Damiano?

— No.

— Pues los Ivanov te culpan y cualquier acuerdo que pudiéramos tener con ellos se ha roto, saben que asesinaste a Bárbara y te culpa por la muerte de la hija igual.

— ¿Y Priscila? debemos traerla de vuelta. — Interrumpió Christian.

— Ella está segura en Italia. — Padre se acercó y me miró. — Iniciaste una guerra.

Claro que inicié una guerra, mate a la mujer conociendo las consecuencias.

Yo no quería una maldita tregua, pero ¿una hija? ninguno de nosotros lo esperaba.

Llevábamos años en rivalidad con los rusos, hasta que Alexander el líder y mi padre pactaron dicho acuerdo, pero ningún acuerdo justifica lo que ellos hicieron, mi padre buscaba apaciguar todo, pero yo no, yo quería venganza.

Y que mejor que asesinar a la mujer del hombre más poderoso de toda Rusia, conocía las consecuencias, pero está segunda intervención modificaba por completo mis planes.

Peligrosa atracción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora