" Un viejo amor."
Damián Langford.
Mi piedra esmeralda, era el nombre perfecto para esos dulces ojos que reflejaban una paz, tan tentador como para ser corrompidos.
— ¿Aliados por qué? — Me cuestionó.
— Prometo responder a todo, cuando tú tengas una respuesta a mí. — Aparte la mano de su mentón.
— Te conocí anoche, ¿por qué accedería?
— Accediste a venir conmigo, eso abrió mi panorama a creer que tal vez confías en mí.
— Lo dudo.
Miré el celular un momento, tenía que volver a casa.
Joder.
Volví a dar marcha al auto conduciendo.
— ¿Qué haces? — Me cuestionaba confundida.
Sin respuesta alguna seguí conduciendo hasta llegar al sitio, aparque y la miré.
— Dejaré que pienses la oferta y nos veremos después.
— Pero ni siquiera me has dicho nada. — Miro por la ventana y suspiro. — Aunque no tengo nada que pensar.
Bajo del auto, estábamos fuera de su edificio no dije más y sólo la mire caminando hacia este.
Arranque el auto y volví a casa.
Al llegar lo primero que vi cuando entré fue a Christian, tal parece que me estaba esperando.
— ¿Por qué la trajiste? — Se acercó a mí.
— No es tu asunto.
— Priscila no te ordeno esto.
— Tu zorra no me dice que hacer. — Sonreí.
— Padre nos está esperando.
Molesto lo ví entrar al despacho y entré tras él, padre estaba en su silla fumando.
— Tu chistecito está costando tu cabeza, Damiano. La familia Ivanov no sólo te culpa por asesinar a la mujer, sino que igual de la muerte de su heredera.
— ¿Heredera? — Christian y yo luciamos confundido.
— Según mis contactos Alexander y Bárbara tenían una hija.
— Eso es imposible, lo sabríamos. — Dije.
— Por qué otra razón Bárbara bajaría la guardía buscando en toda morgue, ¿mataste a la niña, Damiano?
— No.
— Pues los Ivanov te culpan y cualquier acuerdo que pudiéramos tener con ellos se ha roto, saben que asesinaste a Bárbara y te culpa por la muerte de la hija igual.
— ¿Y Priscila? debemos traerla de vuelta. — Interrumpió Christian.
— Ella está segura en Italia. — Padre se acercó y me miró. — Iniciaste una guerra.
Claro que inicié una guerra, mate a la mujer conociendo las consecuencias.
Yo no quería una maldita tregua, pero ¿una hija? ninguno de nosotros lo esperaba.
Llevábamos años en rivalidad con los rusos, hasta que Alexander el líder y mi padre pactaron dicho acuerdo, pero ningún acuerdo justifica lo que ellos hicieron, mi padre buscaba apaciguar todo, pero yo no, yo quería venganza.
Y que mejor que asesinar a la mujer del hombre más poderoso de toda Rusia, conocía las consecuencias, pero está segunda intervención modificaba por completo mis planes.
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Peligrosa atracción.
Romance¿Alguna vez se habían sentido corrompidas por el diablo? Bueno, pues así es como se sentía estar cerca de ellos.