Capítulo 20.

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" Segundas oportunidades".



Christian Langford.

Esperaba a Priscila en su habitación, mientras mataba el tiempo comencé a esculcar un poco entre sus cosas, he estado en esta habitación infinidad de veces, pero jamás había invadido su espacio, mi confianza en esa mujer era ciega, al igual que mi lealtad.

Yo era capaz de recibir una bala por ella si eso significaba mantenerla fuera de riesgo y aunque nuestra relación era carnal, muy en el fondo llegué a creer que ella igual sentía algo más allá que sólo placer.

Sé que la relación con Damián nunca fue un progreso puesto que desde que ella llegó a nuestras vidas él jamás le dió una oportunidad aunque Priscila intentará para él nadie ocuparía el sitio de nuestra madre y no lo culpo, nuestra Larissa no tenía reemplazo, su coraje contra ella fue mayor no por la traición de papá, sino la mía, el hecho de involucrarme con Priscila lo molesto.

Pero no tan hiriente como lo que ella me hizo, aunque por alguna razón sólo sentía molestia y decepción, mis sentimientos hacia ella últimamente eran confusos y bueno, con su traición ya no deseaba estar cerca de ella.

— ¿Qué haces aquí?

Al escucharla cerré la puerta y la acorrale contra la pared tomándola del cuello.

— ¿Me esperabas en un féretro?

— ¿De qué hablas Christian? — Trato de quitar mis manos de su cuello, pero presione con más fuerza. — Me lastimas.

— Nos tendiste una trampa, ¿POR QUÉ?

Estaba tan cegado por la irá que no me importaba lastimarla, ella ya había cruzado mi límite y no merecía la mínima consideración de mi parte.

— Chris... por favor — Su voz se entrecortaba por la falta de aire.

— No vales la pena. — Aparte mis manos de su cuello arrojándola contra el suelo. — Te quiero fuera de esta casa.

— Está es mi casa, no iré a ningún sitio. — Priscila recobraba el aire y se ponía de pie. — Pero tú y Damián no volverán acercarse.

— Eres una hipócrita. —  Furioso me acerqué nuevamente a ella, pero me detuve cuando saco un arma apunto a mi frente.

— Esto no tenía que terminar así, Christian.

— ¿Me vas a matar? — Coloqué mi mano sobre el arma. — Hazlo.

— Que idiota eres, ¿crees que no lo haré? — Me sonrió. — Ustedes no debieron meterse conmigo, tú no debiste traicionarme, creí que tu amor por mí era mayor que tu aprecio hacia ese bastardo, dime ¿qué ha hecho Damián por ti? Si tu mamita querida murió fue por su culpa, los problemas y enemigos que está familia tiene son a causa de él, tu padre jamás le marco límites.

— ¿Amor? —Reí negando. — Por años estuvo para ti, te entregué mi alma, hice todo lo que me pediste, acepte ser tu amante con tal de tenerte cerca ¿y cómo me pagaste?
Entiendo que a Damián lo quieras muerto, pero yo múltiples veces te puse por encima de él Priscila y tú me vendiste.

— Jamás habrías aceptado entregar a Damián.

— Por ti hubiera hecho cualquier cosa.

— Demuéstramelo, demuéstrame tu lealtad. — Priscila bajo el arma y se acercó a mí. - Muéstrame que aún me amas y que puedo confiar en ti. — Con su mano derecha acaricio mi mejilla mirándome a los ojos.

Peligrosa atracción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora