El hombre de la cicatriz dio un paso atrás cuando la respiración del pequeño se hizo más intensa, casi espasmódica. Lo que sostenía en las manos lo delataría de manera rápida, por si acaso despertaba completamente.
Después de todo, la tarea era clara y debía ser tan precisa como cualquier otra. Nadie le tenía que recordar claramente como arrebatar algo tan sencillo como la vida. Observó por un rato demasiado largo como los costados de aquella criatura se removían bajo las sabanas de una cama que costaría aproximadamente un mes de su supervivencia. Quizá por eso el trabajo le generaría una muy buena paga. Quizá un mes más, o quizá dos. A fin de cuentas, nunca importaba, nunca era suficiente. Nunca sería como antes.
Presionó contra sus dientes todo lo que empezaba a pensar, y, sobre todo, quiso mantener adentro todo aquello que no pensaba, que no sentía. Remordimiento, culpa.
Términos desconocidos y perdidos en un mar de palabras que significaban todo lo mismo. Al final de cuentas, ningún significado era realmente importante en un mundo donde la apariencia lo era todo.
Afianzo el arma en su mano, y la alzo directamente para apuntar a la cabeza. La cabeza era el punto indicado. Pero aún no era el momento.
Debía seguir el plan, debía permanecer tranquilo.
En un momento determinado, una brisa fría logro tambalearlo, aquella corriente lo movió como si se tratara de una pluma, y no de un hombre. Se esforzó por no trastabillar, por no hacer ningún ruido.
Aún necesitaba caminar por las demás habitaciones incluso cuando allí se encontraba el centro de toda su operación, debía memorizar aquellas paredes, sus curvaturas, todos sus olores, sus entradas, sus salidas. Su sentido de la memoria incrementaría el pago, lo más que pudiera memorizar, sería lo más que ganaría. La información era la verdadera arma en aquella situación.
Sin sonreír, pero sin apartar la mirada, camino lejos de la cama donde se encontraba aquel pequeño durmiendo profundamente. Casi dolía dañar una criatura tan bonita. Casi hecha de estrellas. Pero hasta las estrellas se disolvían, hasta la belleza se marchitaba. La felicidad también se moría.
Sin un atisbo de emoción, salió de la habitación con tranquilidad. Acostumbrado a ver en la oscuridad, no tuvo problema en recorrer dos habitaciones más con excepción de una que se encontraba cerrada. En todos esos espacios, había algo, alguien.
La vida en cada uno de los rincones de una casa que pronto se caería a pedazos.
Observó su reloj y se dirigió a la puerta con total calma y tranquilidad. No forzó la cerradura, no necesitaba hacerlo. Un hombre como él, debido a largas y tortuosas experiencias, había llegado a comprender que ninguna puerta estaba completamente cerrada si se giraba de manera correcta, o en su defecto, se rompía.
Se fue con la amarga tranquilidad de qué su primera tarea había resultado un éxito. Y al recorrer las calles con parsimonia, recordó con un atisbo de frivolidad que debía tener más cuidado la próxima vez.
Se dijo a sí mismo, que en cada puerta que cruzará recordaría siempre quién y qué era en realidad.
Jack iba más tarde que de costumbre a un examen importante de aritmética. Las ultimas noches no lograba conciliar el sueño, y la anterior le había pasado factura. Se había quedado tan dormido que iba más de una hora tarde, y aunque su examen no comenzaría hasta 45 minutos después, el omega no podía evitar sentirse completamente histérico.
Había estudiado semanas enteras para poder pasar aritmética avanzada, la cual, junto con 4 asignaturas más que llevaba adelantadas, le permitirían graduarse casi un año antes que el resto de sus compañeros.
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Big Brother ⌠Omegaverse⌡
RomanceDonde Jack se despierta con una marca que lo vincula como la pareja destinada...de su peor pesadilla.