Capítulo 36.

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Jack había decidido perdonar a Waylon por su parte de culpa en la odisea de Andrew. No lograba calcular exactamente lo que sentía desde el principio, pero el tener respuestas y conocimiento acerca de la vida de su padre quizá le hubiese nublado un poco el juicio. Waylon era el primer padre en su vida de hecho le quería.

Conocerlo había sido extraño. Era alto, tan alto como Billy y fuerte como cualquier alfa. Una pronunciada cicatriz le recorría la cara, pero parecía tan extrañamente propia que Jack la había perdido de vista fácilmente. Gwen le contó toda la verdad cuando Jack le llevo a Celeste para que la conociera, la mujer estaba fuera de rehabilitación y compartía una casa pequeña con Waylon. Allí, se dedicaba a leer la mayoría del tiempo, al menos hasta que consiguiese un empleo. En su pequeña mesa, ella le regaló un conjunto completo de ropa que había tejido para su bebé, y Jack le recibió con gran emoción, era ropa diminuta, hecha a la medida para su hija.

Estando allí, ella le relato todos los eventos de la vida de su padre. No se guardo nada y tampoco se permitió a si misma ensombrecer su relato con una especie de devoción por el hombre que ahora vivía a su lado, la verdad tenía una sola cara y esa tarde había salido a la luz.

Jack escuchó con atención e intento ser tan empático como su corazón le permitía. Al principio había estado enojado, confundido y triste. No podía negarlo, la vida llegaba a ser muy cruel en ocasiones, mezquina e indolente. Paso unos cuantos días reflexionando sobre ello, hasta que en una ocasión le conoció por casualidad en casa de Gwen, pues hasta el momento solo había escuchado hablar de él. Jack llegó de sorpresa, sin avisar antes, mientras Billy se permitía pasar tiempo con la bebé en casa.

No podía negar que su alfa era un padre devoto como pocos. Se movía para atenderla con la misma atención que le prestaba a Jack, se desvelaba junto a él cuando ella no se quería dormir, e incluso solo para observar como el omega le alimentaba en sus momentos de hambre, él estaba presente. No se perdía ni dejaba de detallar un solo lloriqueo, la cargaba todo el tiempo y era el más cuidadoso de todos, Jack lo veía presumir a su bebé con todo el mundo. Cuando la tía Bernadette y la abuela Celeste aparecieron para conocerle, Billy hizo los honores de detallar todo el parto, Jack jamás había estado equivocado respecto a él, siempre había merecido la pena.

En las noches en que ambos sostenían a su hija en la cama, se miraban y no paraban de reír, e incluso Celeste reía con ellos. Era increíblemente receptiva e inteligente, reconocía sin dudar a sus padres, y reaccionaba de manera reciproca a su alegría, o se inquietaba cuando Jack estaba triste o un poco más desanimado. No daba demasiados problemas, se mantenía casi callada todo el tiempo o dormida, y algunos días después de su nacimiento Jack empezó a notar que su cabello era negro, como el de Billy. Tenía las manos chiquititas y se sujetaba a su figura materna con una fuerza abrumadora. Cuando Jack le acercaba el rostro, ella sonreía, pataleaba como si estuviera en su vientre nuevamente. Se comunicaba con él como lo había hecho siempre, le hablaba en su lenguaje y le gritaba que lo amaba, y Jack sentía que su corazón podía explotar de la emoción.

Ella era suya, tan suya como Billy, eran las únicas certezas que su mundo proveía, eran la luz infinita que aparecía en el final de su camino.

Fue por eso que cuando Jack conoció a Waylon no fue capaz de no perdonarle, de no reconocerle. Celeste no tenía los ojos oscuros como Jack o como Billy, había nacido con la mirada de un verde esclarecedor, sano y lleno de vida. Ella tenía los ojos de Waylon, de su abuelo.

Y cada vez que Jack le miraba, recordaba a su hija. Recordaba que tanto a Gwen como a él se les había negado la oportunidad de sentir lo que él sentía por Celeste. Waylon ni siquiera conoció de su existencia hasta hace poco, y después de eso lo único que podía hacer era culparse a sí mismo por otra mala decisión.

Big Brother ⌠Omegaverse⌡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora